Luis Perez Companc cuenta la anécdota. "Cuando era chico, en los veranos, todos mis amigos estaban en Punta del Este o Mar del Plata. Yo, en una estancia del Sur, esquilando ovejas". La recuerda con risas. Está sentado sobre el escenario, iluminado bajo el reflector. Habla a auditorio lleno en el Malba, invitado a participar en RepensAr, summit al que asistieron más de 350 empresarios. Sentada, a su derecha, Lucila, la mayor de sus cinco hijos. Licenciada en Economía Empresarial, es la cara de la tercera generación que asoma en los negocios de la familia.

Perez Companc -presidente de Molinos Río de la Plata, Molinos Agro y Pecom Servicios de Energía- fue convocado para eso. Para hablar de "familias empresarias que inspiran". Comparte su historia, la de un grupo que, hoy, está compuesto por esos tres pilares que consolidan una facturación de u$s 3500 millones anuales y que, en 2026, cumplirá 80 años de vida. "Queremos continuar lo que mis tíos habían comenzado y, después, mi padre", dice.

Su padre. Figura omnipresente, incluso, cuando el 14 de junio se cumplió un año de su partida. Gregorio Perez Companc. Goyo. El menos común de los hombres comunes. Durante décadas, el empresario más acaudalado de la Argentina. Personaje legendario que, para Luis, fue, simplemente, su padre. Nada más y nada menos. Con todo lo que eso significa. El que, con lecciones como la que contó en la anécdota, le transmitió valores. Los mismos que él, hoy, ambiciona honrar.

"Con mis hermanas, compartimos la visión que Papá nos transmitió: querer a nuestro país y devolverle un poco de lo que nos ha dado. Que las empresas tengan que ganar dinero pero no sólo estén para generar dividendos a fin de año. También, nos preocupa que nuestra gente pueda crecer, que las comunidades en las que están se puedan desarrollar", avanza, ante la atenta mirada del moderador, Fernando Fragueiro, academic director y business leadership chair del IAE, la escuela de Negocios de la Universidad Austral. Un viejo conocido de la familia.

"Es lo que, con mis hermanas, hemos tratado de continuar", retoma. Perez Companc se refiere a Rosario y Pilar, con quienes, el año pasado, les compraron a otros tres hermanos -Jorge, Cecilia y Catalina- sus participaciones en las empresas del grupo y quedaron al frente del legado. "Ellas viven en el campo. Con lo cual, me han pasado una mochila enorme", ríe de nuevo.

Esa operación se cerró a fines de mayo, pocos días antes del fallecimiento de Goyo. Un contexto que -cuentan entendidos- aceleró pero, a la vez, complejizó un proceso difícil. "Somos siete hermanos. Una familia grande, en la que no todos tienen la misma visión o aversión al riesgo, porque estamos en la Argentina", dimensiona él. "No todos querían continuar el grupo", agrega, acerca de gestiones en las que, se limita a decir, "a veces, la emoción le gana a la razón".

Heredero de un linaje en el que la discreción es culto, comparte algún detalle. Más por catarsis que otra cosa. "En 2009, mis padres nos habían hecho a mis hermanos y a mí una donación en vida de todas sus acciones. Pero se estableció un protocolo que se basó en que todos nos llevábamos bien y teníamos los mismos intereses", narra.

Sin embargo, apunta ante el silencio atento del público, sacó lecciones de eso. "Aprendí que no todos tienen la misma visión. Que cada uno quiere formar su propio futuro. Por eso, con la tercera generación, empecé el proceso al revés", explica.

Luis Perez Companc, con su hija Lucila y el moderador del panel, Fernando Fragueiro.
Luis Perez Companc, con su hija Lucila y el moderador del panel, Fernando Fragueiro.

Además de sus cinco hijos, tiene tres sobrinos de sus hermanas. "La idea es que hagan un proceso de inducción, por las distintas empresas, interiorizándose sobre ellas. El objetivo es que empiecen a empaparse ellos y, después, que cada uno decida qué quiere hacer", cuenta. "Todo lo que vivimos dejó algunas heridas abiertas. Quiero tratar de evitarle eso a la siguiente generación", asegura.

En el primer semestre, Molinos Río de la Plata, una de las mayores alimenticias del país, dueña de muchas de las marcas que dominan las góndolas, tuvo una pérdida neta de $ 19.485 millones. Molinos Agro, exportadora agrícola, ganó $ 26.684 millones entre abril y junio. Fotos contrastantes que muestra el presente. Pero, no en vano, el lema actual del grupo es "honrar el legado, construir el futuro"

"Nuestra visión es a largo plazo. Estamos convencidos de que la Argentina tiene un montón para dar", dice. "Tiene un potencial enorme para proveer al mundo de energía, de alimentos y de proteínas. Tenemos que saber explotarlo. Lamentablemente, tenemos estos vaivenes",

"La Argentina tiene un potencial enorme para proveer al mundo de energía, alimentos y proteínas. Tenemos que saber explotarlo. Lamentablemente, tenemos estos vaivenes", contextualiza. "Queremos crecer en los tres sectores. Hay un montón de oportunidades. Es impresionante la cantidad que hay en energía. Es la primera vez que aparecen tantas y son todas buenas", se sorprende, sobre el sector que fue la piedra sobre la que se construyó el grupo y al que el apellido Perez Companc volvió, como operador, el año pasado.

"Eso es lo que veo de la Argentina. Por eso, tomamos con mis hermanas la decisión de traer casi todo nuestro patrimonio acá", continúa. "Es la visión que tenemos. Es lo que Papá nos grabó a fuego: ‘Las cosas pasan. Dios aprieta pero no ahorca'".

Goyo. Otra vez, Goyo. El ejemplo que sigue el hijo pero con haciendo su propio camino. "Hay algo que, a él, le costaba un montón. De hecho, no lo hacía. Pero hay que dejar de estar en el balcón y opinar. Hay que ponerse los guantes y colaborar para que le vaya bien. No me gusta estar acá, ni hablar con políticos o ante mucha gente. Pero hay que hacerlo. La única manera de ayudar a la Argentina es involucrándose. La Argentina tiene un potencial enorme. Pero hay que ayudarla".

En algún momento de la charla, confesó que "ayudar a nuestro país es lo que me motiva". También, que la visión con la que trabaja es a 50 o 60 años. "Quiero que estas empresas sean para mis nietos", comparte. Una intención que ya no es abstracta: minutos antes, el auditorio había celebrado con aplausos que la cuarta generación también estaba presente ese mediodía en el MALBA: se había compartido la noticia de que Lucila está embarazada.