John Deere,la mayor vendedora de maquinaria especializada en la Argentina, no le teme a la posibilidad -ahora oficial- de traer equipos usados desde el exterior. Son varias las razones por las que, según directivos de la compañía, esta medida no generará grandes peligros en el mercado local de máquinas para el campo.
Entre ellas, se destaca la falta de financiamiento y los elevados costos para ingresar el producto al país, así como para reacondicionarlo de acuerdo con las especificaciones que requiere la tierra local. Si bien se trata de una norma que oficializó el Gobierno hace poco menos de un mes, la realidad es que el interés de los productores locales para importar máquinas usadas fue -casi- nulo.
"Todavía no se está moviendo. No es tan barato, no tienen garantía, ni financiamiento, y tampoco están diseñadas para el mercado local como el resto de los productos", dijo a El Cronista Fernán Zampeiro, director de John Deere Financial para el Cono Sur.
Uno de los principales problemas del agro argentino es el rendimiento por hectárea. Si bien son varias las causas que hicieron que el sector lleve casi una década con el mismo nivel de productividad, una de ellas es la falta de inversión en maquinaria especializada. De hecho, de acuerdo con datos de la industria, entre el 70% y el 80% de los tractores en el país tiene más de 15 años, mientras que el 80% de las cosechadoras tiene más de una década.
Esto, además de la baja incorporación de soluciones tecnológicas, genera un fuerte perjuicio en los rendimientos por hectárea. Es que las máquinas nuevas producen 25% más que las de 10 años atrás.
"La argentina tiene un parque de maquinaria muy envejecido y, en general, lo que viene de afuera es también viejo. Entonces, hay que preguntarse cuánto se gana realmente. Hay que hacer muy bien los números", dijo el empresario en el marco del AmCham Summit, un evento que reunió ayer a ejecutivos y funcionarios en el Centro de Convenciones de Buenos Aires.
Otra de las razones por las que la firma estadounidense que tiene casi el 50% del mercado de cosechadoras y alrededor del 41% de market share en tractores cree que no despegará esta opción es por el financiamiento.
"Dado que se trata de bienes de capital que son caros, requieren de financiamiento de alrededor de cinco años para poder amortizarse. En este sentido, hay un riesgo enorme", dijo el empresario en referencia a que las máquinas usadas deben pagarse en su totalidad a los proveedores del exterior para que efectúen el envío.
John Deere tiene tres aristas de negocios en el país. La primera, de maquinaria agrícola con producción local. La segunda, de máquinas destinadas a la industria de la construcción, y la tercera, de servicios financieros para brindar diferentes opciones de pago a las dos anteriores.
Esto le permite generar cierta recirculación de las máquinas que la misma empresa produce o -ahora- importa. "En el 80% de los casos que se compra una cosechadora nueva, se entrega la anterior como parte de pago. El productor, entonces, hace un recambio tecnológico al entregar el usado y paga el resto de la máquina con un crédito", explicó Zampeiro.
Luego, el concesionario puede vender esa máquina usada, también con opciones de financiamiento. Estos son los productos que competirán con el ingreso de equipos del exterior. Sin embargo, a diferencia de las importadas, estas las máquinas fueron configuradas para la Argentina, con las especificaciones necesarias para llevar a cabo las prácticas agrícolas del mercado.
"Cuando ingresa una maquina importada, además de desconocer el origen y el estado, es difícil que las especificaciones de la maquinaria apliquen a las locales. Entonces, también hay que invertir para reconvertirla. Se suma, además, que no tienen soporte posventa, porque John Deere recibe lo que la misma empresa importa o produce localmente", aclaró el empresario.
Actualmente, la americana produce localmente, a la vez que complementa su oferta con algunos modelos importados. "Durante los últimos 18 meses se dio una apertura de la economía que nos permitió importar productos que hacía muchos años que no podíamos traer al país y que cuentan con tecnología de punta", reconoció el empresario.
Aunque los fabricantes de maquinaria especializada empezaron 2024 con una caída interanual del 40% en sus ventas, el último informe del sector reportó que en abril se comercializaron un total de 794 unidades, lo que implicó una suba del 125,6% respecto de marzo de 2025, cuando se habían vendido 352 unidades. En la comparación interanual también se observó un alza, del 57,5%, frente a las 504 unidades registradas en abril de 2024.
En los últimos 10 años, la estadounidense -que tiene 186 años de trayectoria en el mundo, 130 en el país y 65 produciendo de forma ininterrumpida a nivel local- desembolsó alrededor de u$s 265 millones. Y, según anticipó la compañía, el plan es sostener este ritmo de cara a 2028.
Además del complejo de Las Rosas, en Santa Fe, que John Deerecompró en 2018 cuando adquirió la marca PLA, que se comercializa, especialmente, en el mercado local, el fabricante tiene otras dos plantas.
Una de ellas, la originaria de la empresa en el país, en Granadero Baigorria, también en Santa Fe, donde produce tractores, cosechadoras, plataformas y motores con la marca John Deere; y otra en Campana, en la provincia de Buenos Aires, que elabora botalones de fibra de carbono con la marca King Agro.
La primera planta provee de motores al mercado nacional, pero, sobre todo, en un 90%, a fábricas de Brasil, principal destino de exportación de John Deere y que abastece, a su vez, a América del Sur. En tanto, la segunda, exporta también en un 90% botalones, componente crítico de las pulverizadoras.



