El 17 de septiembre, la Asamblea de Accionistas de Ledesma renovó los mandatos de su directorio. A Santiago Blaquier, se le extendió hasta el 31 de mayo de 2027, igual que al mayor de los hermanos varones, Carlos Alberto (“Charlie”), y un año más que al presidente, Alejandro, e Ignacio, el menor de los hijos de Carlos Pedro, el “Azucarero Consorte”, y Nelly Arrieta.
Sin embargo, el lunes de la semana pasada, el directorio del grupo se reunió a las 9 de la mañana. Alejandro, segundo de los varones en el orden sucesorio, informó que la noche anterior -es decir, en las últimas horas del domingo 21- Santiago le había comunicado su renuncia “indeclinable” y “por motivos personales”, según informó la empresa en las notas enviadas a las autoridades regulatorias. Horas después, en víspera de Nochebuena, La Gaceta de Tucumán publicó que el renunciado tenía muy avanzada la compra de Ingenio Concepción, la más grande de las 14 azucareras radicadas en el Jardín de la República.
Esa operación -que, según La Gaceta, se cerraría este martes y sería por u$s 100 millones- le permitiría sacarse una espina: comprar un activo que Ledesma -él, en este caso- quiso tener años atrás, cuando perdió la puja contra su actual propietario, el grupo Luque. De firmarse, será la segunda ficha que el empresario hará por fuera del grupo familiar. En noviembre de 2022, había comprado el 50% de Desdelsur, firma salteña que es la principal productora, procesadora y exportadora de legumbres del país y uno de los mayores productores de novillos para exportación del Noroeste Argentino.
No es un dato menor la salida de este Blaquier de Ledesma. En el edificio de Corrientes y Reconquista, Santiago deja mucho más que una silla vacía. Cuando se le renovó el mandato, se lo hizo como director delegado a los negocios de Azúcar y Alcohol, y Agro. Es decir, el miembro de la familia que, en la división de tareas del board, tenía la responsabilidad de supervisar directamente dos negocios centrales del grupo, que en su último año fiscal, cerrado el 31 de mayo, facturó $ 781.600 millones. De hecho, haría su take-over en Concepción con Martín Franzini, ejecutivo que hasta hace días fue responsable del negocio de Azúcar y Alcohol de Ledesma.
De trato afable y hablar entusiasta, Santiago es definido por conocidos como el “más audaz para los volantazos” de los hermanos Blaquier. Siempre pujó por expandir los límites que imponía el “Continuar la obra, conservar la tradición” que está grabado en una placa del piso 11 de la sede del grupo. “Seguir machacando siempre el mismo clavo”, traducía su padre ese lema.
“Santi” nació el 26 de julio de 1968. Es fruto de un viaje a París, las primeras vacaciones de sus padres desde que la cigüeña empezó visitarlos. Cuarto hijo, la primogénita, María Elena (“Mimi”), le lleva 16 años; 14 “Charlie” y 11 Alejandro. El benjamín, “Nacho”, nació 11 meses después, en junio de 1969.
Todos, en sus propias palabras, “educados y entrenados” para trabajar en Ledesma. Aun con sus diferencias. De chicos, eso fue pasar vacaciones enteras -de verano e invierno- recorriendo los campos y la planta. Ya de más grandes, significó tener, como mínimo, un año de capacitación viviendo en Jujuy, “colimba de la que no puedo zafar”, como le advirtió Santiago a su mujer, a poco de casarse.
Con su padre en la presidencia y “Charlie” gerente general desde 1990, Santiago -licenciado en Administración- manejó el negocio de fruta. Hasta que, en 2000, empezó a cristalizarse un proceso que la familia había iniciado en 1995: una profesionalización cuyo pilar sería la incorporación de managers externos. La familia -dueña de más del 90%- conservaría una función estratégica, con un director por hermano. “El 83% de las empresas de los Estados Unidos desapareció por problemas familiares, no del negocio”, explicaban.
Ese proceso, en el que asesoró Federico Eisner, consultor top de Bain, se profundizó a fines de 2013, cuando “Charlie” rompió una ley no escrita en Ledesma: “Los presidentes mueren en el cargo”. Reemplazó a su padre, regente desde 1970, en el sillón que también ocuparon su abuelo (Herminio Arrieta) y su bisabuelo (Enrique Wollmann). En septiembre de 2024, “Charlie” volvió a violar esa ley y dio un paso al costado. Asumió Alejandro, el siguiente de los varones en la línea de sucesión. Abogado como su hermano mayor, había asumido en 1992 como gerente corporativo de Asuntos Legales. Este año, le tocó a él el cáliz amargo de aprobar el primer balance con pérdidas en cinco años: $ 25.178,5 millones, tras una caída de 22% en facturación. El ejercicio previo -junio 2023 a mayo 2024-, Ledesma ganó $ 56.400 millones.
Esa profesionalización de Ledesma tuvo un desafío principal: salir del esquema de dueño único -el que tuvo cerca de un siglo- a uno colegiado. Había otro challenge, no menor: sentar las bases de la “Ledesma del futuro; de los próximos 20 años”, como definía Santiago hace una década, en charla con este cronista.
Para ello, el grupo puso en marcha Génesis, un plan estratégico que implicó un saneamiento financiero -Ledesma vendió activos, recortó deudas y revirtió pérdidas-, la reconversión de negocios y una reestructuración organizacional. Así, se reclutó a Javier Goñi, uno de los CEO más reconocidos del mercado local, para ejecutarlo durante ocho años. Hasta abril último, cuando dejó el cargo.
Santiago tenía ideas muy nítidas sobre la transformación de Ledesma. “Las posibilidades de crecer en nuestros dos negocios core (azúcar y papel) están limitadas, básicamente, por un tema de hectáreas”, decía, ya sugiriendo que la única forma de expandir esa actividad era con compras, como ya buscó hacer en 2017 con Concepción. “Ledesma tiene grandes condiciones en los negocios agroindustriales. Somos buenos en eso. Me imagino el crecimiento en los negocios agropecuarios y, en un futuro, llegar a América latina. Toda nuestra vida estuvimos 100% concentrados en la Argentina. Sería bueno poner un pie en otro país”, aventuraba sobre una estrategia agresiva de crecimiento, tal vez, no del todo compartida por sus más austeros -y conservadores- hermanos mayores abogados, más propensos al ajuste en la mala y prudencia en la buena.
“Entendimos que, para competir en el mundo, necesitábamos al mejor para cada puesto. Y pensar que estaba entre nosotros cinco era un poco soberbio”, opinaba acerca de la necesidad de un CEO externo. Imaginaba un futuro en el que, al directorio de Ledesma, se sentara gente sin vínculos de parentesco con la familia.
“Nos entrenaron toda la vida para trabajar en Ledesma. A nuestros hijos, tenemos que enseñarles a trabajar en otras empresas”, estaba convencido. Irónicamente, fue a él a quien la vida puso en esa encrucijada. Ya tomó su decisión: el rebelde de los Blaquier inició el camino de Santiago.



