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Durante siglos, los libros de historia nos enseñaron que Cristóbal Colón fue el primer explorador en llegar a América en 1492. Sin embargo, una investigación científica publicada en Nature y Science Advances acaba de transformar completamente esta narrativa.

Los verdaderos protagonistas de esta historia son los rapanui, los habitantes de la Isla de Pascua, quienes habrían establecido contacto con el continente aproximadamente 200 años antes que el navegante español.

El gran descubrimiento de Cristóbal Colón podría no ser por él: el hallazgo que lo cambia todo. Fuente: Shutterstock.
El gran descubrimiento de Cristóbal Colón podría no ser por él: el hallazgo que lo cambia todo. Fuente: Shutterstock.

Los rapanui: pioneros del contacto transoceánico

Los rapanui, famosos por construir los imponentes moáis que vigilan la Isla de Pascua, fueron mucho más que talentosos escultores. Estos navegantes polinesios habrían logrado la hazaña de cruzar miles de kilómetros de océano abierto para establecer contacto con nativos americanos entre los siglos XIII y XV, mucho antes de que las carabelas españolas zarparan hacia el oeste.

La investigación liderada por Víctor Moreno-Mayar de la Universidad de Copenhague reveló que los rapanui mantuvieron interacciones significativas con poblaciones indígenas americanas a lo largo de varios siglos.

Estos encuentros no fueron casuales ni esporádicos, sino que evidencian una capacidad de navegación y exploración extraordinaria que desafía las concepciones tradicionales sobre el aislamiento de las culturas del Océano Pacífico.

La historia que pocos conocen detrás del descubrimiento de América. Fuente: Shutterstock.
La historia que pocos conocen detrás del descubrimiento de América. Fuente: Shutterstock.

La evidencia genética que cambió la historia

El análisis del genoma de individuos rapanui proporcionó la prueba definitiva de estos encuentros precolombinos.

Los científicos descubrieron que aproximadamente el 10% del material genético de los rapanui proviene de nativos americanos, una huella biológica que solo puede explicarse por contactos directos y sostenidos entre ambas poblaciones.

Así, el hallazgo sugiere que no solo hubo contacto, sino que probablemente se establecieron vínculos comerciales y culturales que perduraron en el tiempo, permitiendo el mestizaje y el intercambio de conocimientos entre dos mundos que la historia oficial había considerado completamente separados hasta 1492.

Una civilización resiliente y sostenible

Más allá del descubrimiento del contacto americano, la investigación también desmiente otra teoría largamente aceptada: el supuesto colapso ecológico de la civilización rapanui. Los análisis genéticos y arqueológicos demuestran que esta población mantuvo una comunidad estable y próspera gracias a innovadoras técnicas de gestión de recursos naturales.

Los "jardines de piedra" rapanui representan un ejemplo brillante de adaptación al entorno. Estos espacios agrícolas especialmente diseñados enriquecían el suelo volcánico y conservaban la humedad, permitiendo una producción alimentaria eficiente en un territorio limitado.

Lejos de ser una sociedad en decadencia autodestructiva, los rapanui demostraron una notable capacidad de resiliencia y sostenibilidad ambiental que les permitió prosperar durante siglos en uno de los lugares más remotos del planeta.