

Un equipo de científicos de la Universidad de Tokio desarrolló un plástico que podría cambiar el futuro de la humanidad.
Se trata de un material que no solo es funcional como los plásticos convencionales, sino que también puede degradarse completamente en agua marina sin dejar residuos tóxicos.
Este avance, que muchos consideran el "Santo Grial" de la sostenibilidad, podría evitar la proliferación de microplásticos y reducir drásticamente la contaminación.

Un plástico que se disuelve en el mar: un descubrimiento sin precedentes
Durante décadas, la comunidad científica analizó compuestos poliméricos alternativos del plástico convencional, con el objetivo de mitigar su persistente impacto ambiental, particularmente en ecosistemas marinos y cadenas tróficas acuáticas.
Ahora, investigadores japoneses lograron sintetizar un polímero que se degrada completamente en agua salada en apenas una hora. Incluso cuando se desecha en tierra firme, el material se desintegra tras unas 200 horas, sin generar dióxido de carbono ni microplásticos nocivos.
Este hallazgo representa un avance clave en la lucha contra la contaminación plástica, ya que los residuos pueden ser consumidos por bacterias sin dejar rastros, algo que no ocurre con los plásticos actuales.
Contaminación plástica: un problema global que exige soluciones urgentes
Los plásticos convencionales se dispersaron globalmente, infiltrándose incluso en ecosistemas extremos como el Ártico y acumulándose en organismos de múltiples especies, incluidos los seres humanos.
Su persistencia, con tiempos de degradación que superan los 400 años, los posiciona como una de las principales amenazas ecológicas del siglo XXI.
Ante este escenario crítico, el desarrollo de un nuevo biopolímero japonés surge como una alternativa prometedora. Aunque aún se encuentra en fase experimental -requiere validaciones adicionales de estabilidad fisicoquímica y la optimización de recubrimientos protectores-, su capacidad para sustituir el plástico derivado del petróleo resulta técnicamente viable.
Si esta tecnología logra escalar y superar las etapas de prueba restantes, podría convertirse en uno de los avances más importantes de la ciencia contemporánea. Su aplicación a nivel industrial marcaría un antes y un después en la forma en que producimos, consumimos y desechamos productos.



