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Una campaña de trabajos de campo en una casa lujosa junto al Anfiteatro de Mérida ha dejado para la posteridad una gran acumulación de ostras, un lujo que se sirvió hace al menos 1800 años, datando del siglo II d.C.

El hallazgo arqueológico fue descubierto en una domus que pudo ser una hospedería, un "alojamiento turístico" de la época como los que funcionaron en Pompeya.

La revelación arqueológica del año que cambia la historia de la humanidad: hallan un tesoro romano "de lujo" de hace 1800 años.
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¿Cuál es la hipótesis fundamental del hallazgo arqueológico?

El trabajo se ha enfocado en las estancias de servicio del edificio, un amplio complejo residencial que pudo funcionar como hospedería para los participantes y el público de los espectáculos de los edificios adyacentes, incluyendo el Anfiteatro y el Teatro emeritenses.

La investigadora del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR, Macarena Bustamante-Álvarez, ha manifestado: "Nos gustaría cotejar la hipótesis de que este espacio sirviera como alojamiento turístico. Estas prácticas se conocen en Pompeya gracias a carteles epigráficos que aparecen en algunas casas que funcionaban como hospederías".

Junto a Ana María Bejarro, del Consorcio de Mérida, ella coordina una investigación que, en esta campaña, ha permitido excavar dos nuevas estancias de esa construcción que pudo funcionar como albergue o dar servicios de hospedaje.

El equipo fundamenta esas sospechas no solo por la ubicación de la casa, sino también por unas termas de tamaño considerable que resultarían excesivas para una vivienda de uso privado, así como por una decoración con mosaicos vinculados a productos culinarios.

Además, Bustamante-Álvarez ha añadido: "Hay que sumar que el año pasado encontramos parte de una joya con la representación de Némesis, la diosa de la justicia y la fortuna que se asocia a los gladiadores y que podría pertenecer a algún participante de los espectáculos del Anfiteatro que se hospedase ahí".

Experiencia Gastronómica de Alta Gama

La campaña ha permitido localizar un gran conchero compuesto mayoritariamente por restos de ostras, una exquisitez que se servía entre finales del siglo II o inicios del siglo III de esta era. Este hallazgo podría considerarse un posible germen de los pisos turísticos de la época.

Los estudios del equipo indican que las ostras, trasladadas en condiciones específicas de humedad para evitar su deterioro, podían conservarse adecuadamente para su consumo durante aproximadamente diez días.

La hipótesis sugiere que estos restos corresponden a la acumulación de desperdicios generados al preparar complejos platos que se servían en el edificio y poner sobre la mesa unas prácticas gastronómicas basadas en el lujo y la ostentación de los 'clientes' que luego disfrutaban de los espectáculos del anfiteatro.

"Hablamos de unas 400 ostras que apuntan a un consumo masivo de un producto que también entonces estaba reservado para la élite y que eran en su mayoría marinas y Mérida no tiene mar", ha subrayado la investigadora.

Las ostras, que podrían proceder de las costas andaluzas o portuguesas, fueron trasladadas hasta aquella Mérida, lo que resalta el alto poder adquisitivo de los comensales y dibuja una ciudad que continuaba siendo epicentro económico.

Además, aquellos sibaritas del siglo II contaban con instrumental metálico también localizado en las excavaciones y que pudo usarse para abrir estos moluscos.

Fuente: EFE