Bien podrían llamarla "la paradoja japonesa". Es que en un contexto en el que la automatización aparece, cada vez más, como una amenaza para las fuentes de empleo en todo el mundo, en la pequeña isla asiática están impulsando una verdadera revolución robótica. Y, sin embargo, tienen uno de los índices de desempleo más bajos del mundo: ni siquiera rozan el 3%. ¿Cómo lograron?

La paciencia nipona

Detrás de la gran implementación de robots en diferentes industrias está quien hoy es Primer Ministro, Shinzo Abe. Mirando la piramide poblacional, Abe se dio cuenta que la población japonesa estaba entrando en problemas: un porcentaje importante pertenecía a la franja de población economicamente no activa, es decir, mayor a los 65 años.

Con eso en mente, implementó una estrategia para lograr, hacia 2025, que 25% de la fuerza laboral en fábricas sea totalmente automatizada, la más alta en el mundo, según cuenta Japan Times.

La automatización sirve, en estos casos, para suplir la demanda de "manos" que no están disponibles para el trabajo manual.

En el caso de empleados menores a 65 años cuyo trabajo pueda ser reemplazados por robots, aparece la legislación. A diferencia de lo que sucede en otros países, que tienen un seguro laboral o, como la Argentina, cuentan con subsidios para llegar a fin de mes, en Japón las fábricas están obligadas por la ley a mantener a los empleados en la nómina y obligarlos, incluso, a ir a trabajar aun no teniendo una tarea concreta que realizar. Las consecuencias pueden ser psicológicamente mas severas -- ir a trabajar sin tener nada que hacer-- pero mantienen el desempleo en una tasa considerablemente más baja que en otras economías.