Alaska, el lugar elegido para la reunión entre Vladimir Putin y Donald Trump este viernes, difícilmente podría ser más simbólico de la visión del Kremlin sobre el mundo.
A diferencia de la toma militar de aproximadamente una quinta parte de Ucrania por parte de Putin, la venta de Alaska a Estados Unidos en el siglo XIX bajo el emperador Alejandro II fue una transacción pacífica. Sin embargo, sigue siendo un recordatorio de que las fronteras nacionales no son inamovibles y que la tierra puede ser una moneda en la diplomacia.
Según analistas, ni el equilibrio en el campo de batalla ni las tensiones presupuestarias obligan al presidente ruso a reducir sus ambiciones territoriales maximalistas o considerar términos de paz desfavorables.
Su objetivo, en cambio, es mantener abiertas las comunicaciones con Trump, para evitar que las frustraciones del presidente estadounidense con Moscú empiecen a tener un costo. "Putin no tiene incentivos para poner fin a la guerra en este momento", dijo Alexandra Prokopenko, investigadora del Carnegie Russia Eurasia Centre. "Lo que le importa es mantener la atención de Trump".
En ese frente, Moscú afrontaba más riesgos. Trump, que llegó al cargo prometiendo terminar la guerra en 24 horas, expresó irritación por un Putin "muy agradable" que, al mismo tiempo, ataca a Ucrania y alimenta a Washington con "muchas tonterías". Por primera vez desde que asumió, Trump permitió transferencias de armamento más importantes a Kiev y amenazó con imponer aranceles a India por comprar petróleo ruso.

Pero este ánimo impaciente cambió casi de la noche a la mañana tras la visita del enviado especial estadounidense Steve Witkoff a Moscú el miércoles pasado, apenas dos días antes de la fecha límite impuesta por Trump para un alto el fuego o sanciones. En lugar de más problemas para el Kremlin, lo que surgió fue la primera invitación de Putin a Estados Unidos para reunirse con un presidente norteamericano desde su encuentro con George W. Bush en 2007.
La reunión en Alaska, fruto de este acercamiento, es "el resultado de que Putin y Trump se hayan acorralado mutuamente", dijo Sam Greene, profesor de política rusa en el King's College de Londres.
Según Greene, Putin nunca iba a anunciar un acuerdo en el calendario de Trump, lo que habría mostrado debilidad bajo presión, y Trump se sentía incómodo ante la posibilidad de imponer sanciones que podrían resultar ineficaces y "parecer débil dos veces".
"El hecho de que Putin vaya a Estados Unidos no como prisionero, que haya pasado de ser un motivo de frustración a alguien bienvenido, y que la reunión se produzca sin ucranianos ni europeos, todo eso es una victoria diplomática", añadió Greene.
El encuentro entre Trump y Putin sin la presencia del presidente ucraniano Volodímir Zelensky -un objetivo de largo plazo para el Kremlin- parece haberse logrado sin que Rusia hiciera concesiones significativas en sus metas centrales de guerra. Para Andrei Kozyrev, exministro de Exteriores ruso, la reunión en sí misma supone "una ganancia política para Putin", tanto a nivel interno como internacional, "sin costo, a diferencia de su contraparte".
Para funcionarios ucranianos, este movimiento hacia las conversaciones busca cumplir al menos tres objetivos. Alyona Getmanchuk, recientemente nombrada jefa de la misión de Ucrania ante la OTAN, dijo que son: salir del aislamiento, evitar nuevas sanciones y aprovechar la determinación de Trump de acabar con la guerra "para resolver por medios diplomáticos las tareas que no pudo cumplir por medios militares".
El frenesí diplomático ocurre mientras las fuerzas ucranianas enfrentan una presión creciente en el este, con el ejército ruso avanzando para rodear varias ciudades que han servido como bastiones estratégicos para los defensores ucranianos.
Rusia tomó 502 km² de territorio ucraniano en julio, un ritmo similar al de sus avances en junio y mayo, y uno de los más altos del último año, según Black Bird Group, una agencia de inteligencia de fuentes abiertas que monitorea el conflicto.
DeepState, un grupo de seguimiento de la guerra vinculado al Ministerio de Defensa ucraniano, informó el domingo que las fuerzas rusas avanzaron casi 7 km en un área cercana a la ciudad de Pokrovsk, que llevan un año intentando rodear.
En el frente económico, Rusia se siente menos confiada: sus ingresos energéticos cayeron un 20% interanual en los primeros siete meses, en medio de la baja de los precios del petróleo, con los nuevos aranceles de Trump a India sumando presión.
"La economía rusa es hoy más débil que en cualquier momento de los últimos tres años", dijo Janis Kluge, experto en economía rusa del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP). Pero señaló que la situación no es lo suficientemente grave como para cambiar la postura de Putin sobre Ucrania.
"Para Putin, las amenazas de sanciones son un síntoma de la frustración de Trump", añadió. "Le preocupa más el aumento de la frustración de Trump que el impacto de nuevas sanciones".
Los detalles completos de las conversaciones entre Putin y Witkoff no se han revelado, pero surgieron elementos clave en llamadas de Estados Unidos con sus contrapartes europeas y ucranianas y en declaraciones públicas, incluida la posibilidad de intercambiar territorio ucraniano.
"Habrá un intercambio de territorios, para beneficio de ambos", dijo Trump. Inmediatamente después del encuentro, Moscú calificó las propuestas de Witkoff como "aceptables", pero no comentó las declaraciones de Trump sobre un canje de tierras.
Putin reitera que sus condiciones para Ucrania no han cambiado. "No son ni siquiera condiciones, sino los objetivos de Rusia", dijo al presidente bielorruso Alexander Lukashenko mientras ambos se sentaban en un banco del monasterio de Valaam, en el norte de Rusia, el 1 de agosto.
"El objetivo principal es eliminar las causas profundas de esta crisis", añadió, aludiendo a su discurso de casi 90 minutos de junio pasado, en el que enumeró sus demandas intercaladas con anécdotas históricas.
Estas incluyen la renuncia oficial de Ucrania a la membresía en la OTAN y su estatus no nuclear, su "desmilitarización" y "desnazificación" -una demanda ambigua que equivale esencialmente a la destitución de Zelensky.

También exigió que Ucrania retire "por completo" sus fuerzas de cuatro regiones ucranianas que Rusia solo ocupa parcialmente, pero que decidió incorporar oficialmente a su territorio.
Putin "no descarta" que Ucrania pueda "mantener soberanía" sobre las regiones de Jersón y Zaporiyia siempre que otorgue a Rusia acceso a Crimea a través de ellas. "Kiev debe garantizar un servitut [un término legal para un derecho a utilizar las tierras]", añadió.
La exigencia de que Ucrania retire sus tropas de Donetsk y Lugansk es "una trampa de negociación", señaló Volodímir Fesenko, analista político con sede en Kiev.
"Putin entiende perfectamente que Ucrania no aceptará concesiones unilaterales, y tratará de usar esta reunión con Trump y nuestro rechazo al plan ruso para acusar a Ucrania de no querer poner fin a la guerra", dijo.
Aunque las encuestas muestran un creciente agotamiento en Ucrania y apoyo a un posible alto el fuego, sigue habiendo una oposición abrumadora a ceder a las demandas rusas retirándose de áreas pobladas.
Casi tres cuartas partes de los ucranianos encuestados en julio por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev rechazaron un plan para acabar con la guerra que implicara ceder la totalidad de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, renunciar a la OTAN y aceptar limitaciones a su ejército.
Una ligera mayoría del 54% apoyó un plan en el que se congelara la línea del frente, Ucrania recibiera garantías de seguridad de Estados Unidos y Europa, y las sanciones contra Rusia se levantaran gradualmente.
Con la cumbre de Alaska acercándose, tanto Zelensky como Putin han trabajado para reforzar el respaldo de sus respectivos aliados.
Los negociadores ucranianos quieren que Europa y Estados Unidos insistan en que las conversaciones solo se produzcan tras un alto el fuego o una reducción significativa de las hostilidades.
Por su parte, Putin habló por teléfono con líderes de nueve países que Moscú considera amigos, entre ellos Xi Jinping, y recibió en el Kremlin al presidente de Emiratos Árabes Unidos y al asesor de seguridad nacional de India.
"No hay una alternativa real más que congelar el conflicto a lo largo de la línea actual del frente. El escenario de posguerra de Corea es mucho más probable que una paz duradera", dijo Andrey Kolesnikov, analista político radicado en Moscú.
"Putin querría dividir el mundo en esferas de influencia con Trump y Xi. Una nueva Yalta y una guerra fría, eso es exactamente lo que quiere. Está ansioso por reclamar los laureles de [Josef] Stalin", concluyó Kolesnikov.



