El ataque de Vladimir Putin a Ucrania rehará nuestro mundo. La forma en que lo hará sigue siendo incierta. Tanto el resultado de la guerra como, aún más, sus ramificaciones más amplias - incluidas las de la economía mundial - en gran medida se desconocen.

Pero ciertos puntos ya son demasiado evidentes. Apenas dos años después del inicio de la pandemia, éste representa otro choque económico: catastrófico para Ucrania, malo para Rusia y significativo para el resto de Europay para gran parte del mundo.

Como es habitual, el impacto de los refugiados es, más que nada, local. Polonia ya alberga la segunda población de refugiados más grande del mundo, después de Turquía. Los refugiados también están llegando a otros países de Europa del Este. Y vendrán más.

Sin embargo, las ramificaciones van mucho más allá, como muestra una excelente perspectiva económica provisional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Rusia y Ucrania representan sólo el 2% de la producción mundial y una proporción similar del comercio mundial.

Las existencias de inversión extranjera directa en Rusia y por parte de Rusia en otros países también representan sólo el 1.1.5% del total global. El papel más amplio de estos países en las finanzas mundiales es también trivial. Sin embargo, ambos países son relevantes para la economía mundial, sobre todo porque son importantes proveedores de productos básicos, especialmente cereales, fertilizantes, gas, petróleo y metales vitales, cuyos precios en los mercados mundiales se han disparado.

El desabastecimiento en Ucrania es dramático y afecta a todas las clases sociales. Reuters
El desabastecimiento en Ucrania es dramático y afecta a todas las clases sociales. Reuters

La OCDE ha estimado que este choque reducirá la producción mundial este año en 1.1 puntos porcentuales por debajo de lo que hubiera sido de otro modo. El impacto en EE.UU. será sólo de 0.9 puntos porcentuales, pero en la eurozona será de 1.4 puntos porcentuales. El impacto comparable sobre la inflación será 2.5 puntos porcentuales más para el mundo; 2 puntos porcentuales más para la eurozona; y 1.4 puntos porcentuales más para EEUU.

El aumento de los precios de la energía y de los alimentos reducirá los ingresos reales de los consumidores mucho más que estas pérdidas del producto interno bruto (PIB). Los ingresos reales de los países importadores netos de energía y de alimentos también se verán más afectados que su PIB por sí solo.

También es probable que las estimaciones de la OCDE sean demasiado optimistas. Eso dependerá, entre otras cosas, de la duración de esta diabólica guerra y de la posible extensión a China de las sanciones o a Europa de los embargos a las importaciones de energía.

Estas repercusiones directas previstas sobre la producción son mucho menores que las de Covid: en 2020, la producción mundial terminó unos 6 puntos porcentuales por debajo de la tendencia. Pero la recuperación total de Covid no se había producido antes de la llegada de este nuevo choque, el cual ha dañado las relaciones internacionales; ha aumentado las preocupaciones sobre seguridad nacional; y ha socavado la legitimidadde la globalización. Es probable que esta tragedia cree un sombrío clima.

Una de las razones es su impacto sobre la inflación y sobre las expectativas inflacionarias. La Reserva Federal (Fed) de EE.UU. se ha vuelto más agresiva. Pero sigue creyendo en la "desinflación inmaculada": la capacidad de frenar la inflación sin que aumente mucho, o nada, el desempleo.

El Banco Central Europeo (BCE) también se enfrenta a un salto en la inflación, al cual se verá obligado a responder. En la práctica, es probable que el endurecimiento perjudique la actividad y los empleos más de lo que actualmente se anticipa, en parte debido a la fragilidad financiera.

Más fundamentalmente, el surgimiento de divisiones geopolíticas entre Occidente, por un lado, y Rusia y China, por el otro, pondrá en peligro la globalización. Las autocracias intentarán reducir su dependencia de las monedas y de los mercados financieros occidentales.

Tanto ellas como el Occidente tratarán de reducir su dependencia del comercio con los adversarios. Las cadenas de suministro se acortarán y se regionalizarán. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la dependencia de Europa de las piezas procedentes de Ucrania ya era regional.

La política económica sólo tiene una relevancia limitada en tiempos de guerra. No puede salvar a quienes están siendo atacados, aunque puede tratar de castigar o de disuadir a los responsables. Pero puede y debe responder a las consecuencias. La política monetaria debe seguir orientada a controlar la inflación y las expectativas inflacionarias, por muy desagradable que pueda parecer.

Pero es posible, y necesario, que los países apliquen sus recursos fiscales para atender a los refugiados y para compensar el impacto del aumento de los precios de la energía y de los alimentos en los más vulnerables. Entre estos últimos se encuentran muchos en los países en desarrollo, especialmente en los importadores netos de energía y de alimentos.

Ellos necesitarán un apoyo sustancial a corto plazo. Los derechos especiales de giro (DEG) creados el año pasado actualmente pudieran utilizarse para estos fines. Los países de altos ingresos no los necesitan, y deberían cederlos, o al menos prestarlos.

La respuesta a esta tragedia tendrá que ser mucho más que a corto plazo. Al igual que Covid nos ha obligado a planificar cómo hacer frente a futuras pandemias, esta guerra debe obligarnos a pensar más en la seguridad en un mundo más hostil de lo que la mayoría de nosotros anticipaba o, al menos, esperaba. La seguridad energética se verá reforzada por un cambio aún más rápido hacia las energías renovables. Ya no se trata sólo del clima.

A corto plazo, la diversificación de las fuentes de combustibles fósiles también será esencial. Una vez más, está claro que Occidente, y particularmente Europa, tendrán que aumentar de forma coordinada su capacidad de defensa colectiva. Esto costará dinero. Los europeos tienen los recursos para ser más independientes. Deberían utilizarlos.

Por último, pero no menos importante, Rusia debe seguir siendo un paria mientras este vil régimen sobreviva. Pero también tendremos que establecer una nueva relación con China. Pero ya no podemos depender de este gigante en ascenso para los bienes básicos. Estamos en un nuevo mundo. El desacoplamiento económico ahora seguramente será profundo e irreversible.