

La comunicación no es solo cuestión de modales: es una ventana a nuestras emociones y experiencias internas. Cuando agradecemos o nos disculpamos en exceso, puede que estemos revelando una necesidad desesperada de encajar, evitar conflictos o protegernos. En estos casos, más que educación, es señal de un trauma emocional subyacente.
Diversos estudios señalan que el abuso en la infancia, el trato autoritario o las relaciones tóxicas pueden conectar esos gestos de cortesía al miedo: peticiones de perdón constantes como una forma de mantenerse a salvo. Vamos a explorar cómo esa conducta puede estar escondiendo algo más serio.
El origen traumático de las disculpas constantes
Según psicólogos, cuando alguien ha vivido trauma infantil, la costumbre de disculparse demasiado a menudo puede surgir como una medida de supervivencia emocional.
En hogares donde los niños recibían golpes, humillaciones o culpa injusta, terminaban pidiendo perdón por todo para evitar reacciones negativas. Ese patrón se consolida y se mantiene en la edad adulta, incluso en ausencia de amenaza real.

La psicóloga Cynthia King afirma que esas disculpas persistentes funcionan como una forma de "hacerte pequeño" para no causar problemas, una estrategia aprendida de personas (generalmente padres) que hacían sentir que merecían castigo. Con el tiempo, pedir perdón se convierte en una respuesta automática, casi reflejo, que provoca desgaste emocional y sensación de inutilidad.
¿Por qué agradecemos cuando deberíamos disculparnos menos?
Cambiar el chip y decir "gracias" en lugar de "lo siento" puede ser revolucionario. Psicólogos recomiendan usar la gratitud para reencuadrar situaciones cotidianas: "Gracias por esperar" suena más empático y equilibrado que un "Perdona que llegara tarde".
El efecto es doble: por un lado, transforma una disculpa en una expresión positiva, fortaleciendo las relaciones. Y por otro, ayuda a alejarse del rol de víctima, reduciendo la autocrítica innecesaria.
Cuando "lo siento" deja de ser un gesto y se vuelve un problema
La investigación clínica insiste en que el exceso de disculpas no es un acto inocente de cortesía, sino una señal de problemas emocionales mayores.
Psicólogos alertan que esta conducta puede estar relacionada con ansiedad, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno límite de la personalidad (TLP).
Además, la costumbre de disculparse en exceso mina la confianza propia y dificulta la comunicación: suena a inseguridad, evita asumir la responsabilidad real y crea relaciones desiguales, donde la otra persona asume siempre la iniciativa.

La salida: reescribir tu lenguaje y sanar desde la gratitud
Primero: detectar el patrón. Reconoce cuándo dices "lo siento" sin que sea estrictamente necesario. Puede ser al molestarte porque alguien interrumpe, al pedir ayuda o simplemente al decir tu opinión .
Segundo: practicar alternativas. Sustituye "lo siento" por frases como "gracias por tu apoyo", "aprecio que lo entiendas" o "me alegra que estemos de acuerdo" .
Tercero: buscar ayuda profesional si sientes que el trauma emocional interrumpió tu vida. La terapia es útil para reconectar con tu valor, ser directo y construir relaciones con base en autoafirmación y respeto mutuo .
Este patrón no es sólo de mala educación, sino de dolor emocional no resuelto. Aprender a pasar de pedir perdón a dar las gracias puede ser un paso pequeño que cambie radicalmente tu vida.





