

En una sociedad obsesionada con el éxito, la acumulación y la comparación constante, hablar de felicidad parece cada vez más complejo. Las redes sociales, la productividad sin descanso y la presión por "llegar más lejos" han convertido el bienestar en una meta inalcanzable para muchos.
Sin embargo, desde el ámbito académico, algunas voces reclaman volver a lo esencial y redefinir qué significa realmente vivir bien. Una de las más influyentes es la de Arthur Brooks, profesor de Harvard, experto en economía de la felicidad y autor de varios libros sobre bienestar.
Su mensaje, respaldado por la ciencia y la experiencia, es tan simple como revolucionario: "la felicidad no consiste en tener más, sino en necesitar menos". De esta forma, el catedrático invita a mirar hacia dentro y replantear las prioridades, recordando que el equilibrio emocional nace no de lo que se acumula, sino de lo que se aprende a soltar.

El aprendizaje como motor de bienestar
En el primer episodio de su podcast "Office Hours", el profesor defiende que el cerebro busca novedad no solo como medio para lograr metas, sino como experiencia intrínsecamente gratificante. Según él, cuando aprendemos por el placer de descubrir algo nuevo es cuando despertamos interés genuino. En sus palabras, "la curiosidad no es un lujo, es una necesidad psicológica".
Esa necesidad de aprender constantemente va acompañada de una actitud humilde ante la vida, que evita estancamientos. Brooks sostiene que quien deja de cuestionarse, se expone a caer en rutinas estériles o en una felicidad superficial basada solo en logros externos.
En ese sentido, su propuesta se alinea con su visión más amplia de la felicidad, donde elementos como el propósito, las relaciones profundas y la generosidad juegan roles fundamentales.
La ciencia y la práctica detrás del mensaje
Brooks parte de la evidencia empírica para sustentar su filosofía. Él afirma que casi la mitad de nuestra tendencia a ser felices viene determinada por genes: "el 50% de tu felicidad es genética, y tu madre, literalmente, te hizo infeliz", dice en una de sus conferencias. Pero añade que otro 25% depende de las circunstancias externas y el 25% restante está bajo nuestro control mediante hábitos conscientes.
En ese terreno de control está precisamente lo que Brooks entiende por aprendizaje continuo el cultivar rutinas mentales, asumir nuevos retos, leer, dialogar, reflexionar.
En su obra y conferencias, recomienda diseñar un plan de acción personal que incluya prácticas diarias para expandir el intelecto, adaptarse ante la incertidumbre y mantener un enfoque flexible. "No se trata de tener más, sino de necesitar menos para estar bien", sostiene.
Esa visión se conecta con las iniciativas académicas que lidera. En Harvard dirige cursos donde combina psicología positiva, ciencias sociales y filosofía para que los estudiantes comprendan mejor cómo elevar su bienestar interior.
El aprendizaje como acto existencial
Para Brooks, la curiosidad permite trascender el yo repetitivo. Aprender no es solo acumular datos, sino transformarse. Cuando se enfrenta el dolor, la incertidumbre o los errores, el aprendizaje actúa como puente hacia nuevos significados. Él mismo ha dicho que "aceptar el sufrimiento que conlleva hacer algo difícil es parte de la felicidad".

Del mismo modo, considera la generosidad como forma activa de aprendizaje: "la generosidad es más sana y mejor cuando... da vueltas y vueltas", escribe en su columna, subrayando que ofrecer y recibir son ejercicios de humildad y crecimiento mutuo.
En definitiva, Brooks plantea una filosofía de vida centrada en la curiosidad y el crecimiento personal. Aprender se convierte en una forma de permanecer vivos mentalmente, de mantener el interés por el mundo y por uno mismo.
Cada nuevo conocimiento amplía la mirada, refuerza el sentido vital y actúa como antídoto frente a la apatía o el miedo al cambio. Para el profesor de Harvard, la verdadera felicidad no depende de alcanzar una meta concreta, sino de seguir avanzando con una mente abierta y en constante movimiento.



