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París no fue una fiesta pero sí Buenos Aires y toda la República Argentina. La multitud que celebró en el Obelisco, una postal que se repetirá con la caravana de la Selección Nacional que regresó con la Copa del Mundo, superó todas las expectativas, sin distinción de origen social, preferencia política o cuadro de fútbol.

"Hoy todos somos argentinos" repiten cientos de miles de argentinos que desde el domingo viven en un clima de algarabía solo nublado en algunos casos por el exceso de alcohol. Hacía años que no había un festejo de estas características.

La coronación de la Scaloneta, de la mano de Lionel Messi, dio un respiro a la política nacional, a los debates acalorados, a los insultos y agresiones, y hasta al "Macri mufa".

También en la economía cotidiana hay un respiro con alzas en la actividad comercial vinculada al fútbol y las juntadas para ver los partidos (cotillón, indumentaria deportiva, bares, panaderías, restaurantes, fuegos artificiales y hasta tela celeste y blanca) según datos de la Federación de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba) y el Instituto de Estudios de Consumo Masivo.

En el Palacio de Hacienda leían estos días los estudios de algunas consultoras y prestaban atención especialmente a uno realizado por el economista Marco Mello según el cual los países que ganaron la Copa Mundial de Fútbol tuvieron un crecimiento adicional "estadísticamente significativo" de 0,5% del PBI en los dos trimestres que siguieron a la obtención del título. La esperanza continúa, aunque parezca otro sueño mundialista.

FESTEJOS DE MACRI Y LOS FERNÁNDEZ

En las redes sociales festejaron los dos lados de la grieta. Mauricio Macri eligió destacar a Messi mientras Cristina Kirchner subrayó la maradonización del Diez y agradeció, como Alberto Fernández, la alegría "del pueblo". Muchos salieron a la calle y apretaron más manos que en una caminata electoral. Lo hicieron desde Horacio Rodríguez Larreta a Diego Santilli y Eduardo 'Wado' de Pedro mientras Axel Kicillof hacía flamear una bandera en la residencia de gobernador.

La pregunta que se repite en oficinas públicas y entre los analistas es si el triunfo, 36 años después de México 1986, traerá alivio al Presidente y a los funcionarios

Alberto Fernández desayunó este lunes con el exCEO de Syngenta, Antonio Aracre. Hincha de Argentinos Juniors y futbolero, el Presidente se mostró más que feliz. También su interlocutor que sin embargo recibió tantas felicitaciones como críticas en redes sociales por la foto que se tomó en Olivos. La grieta no descansa.

"Un país que anula el transporte público y cierra los supermercados por una final de fútbol, cuyos festejos son tan temidos como sus frustraciones, en mi opinión, no puede salir de su marasmo", tuiteó el escritor Marcelo Birmajer que reclamó "trabajar y estudiar para celebrar a estos genios". El Presidente en cambio decretó feriado nacional justamente para que los argentinos sigan con la celebración.

El humor social cambió y el Poder Ejecutivo lo alienta como antes alentó a la Selección. Los medios reflejaron por una vez en mucho tiempo sólo buenas noticias, las del triunfo, las anécdotas, la celebración a lomo de burro o en vehículos de alta gama. ¿Alcanza para que ceda la frustración generalizada producto de la situación económica?

Casi todas las fuentes consultadas dicen que no. La fiesta arrancó en la semifinal con el triunfo sobre Croacia y por cercanía podría seguir hasta Navidad o extenderse al brindis de Año Nuevo.

Antes del fin de semana, además, se conoció un índice de inflación a la baja. Para que el humor mejore debería seguir la curva descendente. Para anticiparse a los efectos negativos que suelen registrarse en diciembre el ministro de Economía Sergio Massa cerró acuerdos de precios con la industria del calzado, medicamentos, teléfonos e indumentaria. Una ayudita para los 'Papa Noel' en un año complicado.

"Que nadie se compre la curva de que mejoramos, ayuda para que no se enojen con nosotros este fin de año pero sigue la pelea por bajar la inflación", reconocía ayer un funcionario cercano al albertismo. "La felicidad es total" festejaban en otro despacho distendidos porque la buena noticia no resuelve los problemas -como no los resolvió en 1986 y muchos menos en 1978- pero al menos genera alegría entre los argentinos.

En todo caso, subrayaban, cada cual puede capitalizar pero entre sus adeptos.