

"La elección importante es la de octubre", le dijo un candidato a diputado nacional a El Cronista el sábado por la tarde. Sabía que se venía una derrota, pero -como todos- no dio con la proporción. Lo curioso es que no estaba trabajando con la fiscalización, a pesar de que aprendió cómo hacerlo en su distrito, donde nunca llegó a ganar, pero después de varias elecciones redujo notablemente la brecha.
En la noche de la derrota, en el bunker de Gonnet, otro candidato a diputado nacional le dijo a un colega, en el oído: "Va a estar difícil remontar 13 puntos". Mientras, se disponía a abandonar el bunker. Estaba hablando Sebastián Pareja y no le interesaba escuchar qué decía. Lo pararon en la puerta porque le avisaron que hablaría Javier Milei, así que volvió al gran salón semivacío. Mucho tampoco aplaudió.
Hubo un referente del PRO que tuvo un gran respaldo en su distrito. Una, en realidad. Se trata de la intendenta de Vicente López, Soledad Martínez, que obtuvo un importante 55.38% (LLA-PRO) contra 28.61 (FP). Claro que aquí el amarillo no se ocultó y ella siguió sacándose fotos con Mauricio Macri representando a su electorado, y al violeta también. La negociación con ella fue difícil y solo cerró cuando estaba segura de que nada cuestionaba su liderazgo en el distrito. Fue el mejor porcentaje de la alianza que representó al Gobierno.
En general, todos los intendentes del PRO que fueron con LLA ganaron, hasta Diego Valenzuela, que perdió en la primera sección electoral frente a Gabriel Katopodis, pero ganó en Tres de Febrero, 45.83% contra 41,04 (FP). También ganaron Ramón Lanús, en San Isidro, que obtuvo 48.33 contra 24.30 (FP) y Guillermo Montenegro en General Pueyrredón, con 52.05% contra 36,72% (FP).
Quizás la mejor escena la brindó el propio Mauricio Macri, que se pasó el fin de semana jugando al golf junto a su amigo José Torello, jefe de asesores cuando gobernó Juntos por el Cambio. Se enteró así, por ejemplo, de las mesas de votación en el Newman, donde se cuenta que casi la mitad de los votantes lo hicieron por el peronismo.

Muchos especulan que la indiferencia del PRO, cierto desdén frente a la derrota de una boleta que nunca les hicieron sentir como propia, se trasladó al aporte de los fiscales. En el ballotage del 2023, Macri puso una pasión desconocida para juntar fondos que garanticen la fiscalización, y acompañó un sistema bajo las órdenes de su primo Jorge y Guillermo Dietrich, al que se acoplaron todos los amarillos, con igual esfuerzo. Ninguno de los tres fue reconocido por las huestes de Karina Milei ni las de Santiago Caputo. Fueron considerados enemigos desde el día cero del Gobierno.
"Había que arrodillarse y no todos estaban dispuestos a hacerlo ante los Milei", se lamentó alguien que logró colarse en una lista.
Cómo sigue esta película es difícil saberlo. Si Cristian Ritondo tenía la esperanza de presidir la Cámara de Diputados el año próximo, no parece bien cotizado. Dependerá de octubre. Pero ningún PRO o ex PRO está demasiado entusiasmado. Ya no creen en las zanahorias mileístas, porque conocieron su yugo y -sobre todo- el de su hermana y no están muy seguros de que eso pueda cambiar. Comunicado del PRO bonaerense no hay, y nada indicaría que emitan algo antes de que hable Milei.
Algo similar sucede con el expresidente. "Macri no va a hablar. No tiene nada que aportar", dijo un vocero. Se verá más adelante. Todo indicaría que el PRO hablará a través de sus gobernadores en las reuniones que a partir de hoy tendrán en ese paraguas llamado "Provincias Unidas", urgidas por el parate económico, el retraso de los fondos de coparticipación y un electorado que los presiona desde todos los rincones, incluso los que hasta hace pocos días dominaban.


