Un saludo en apariencia casual entre el presidente Javier Milei y una de las líderes de Europa Oriental puede convertirse en un dolor de cabeza diplomático para la Argentina, a partir de haber sido captado por una cámara y divulgado a través de las redes sociales. Al momento de la publicación de este artículo, el Gobierno aún no había emitido comentarios respecto a la foto en cuestión que contradice la línea argumental histórica del país en la cuestión Malvinas.

La imagen en cuestión muestra al presidente argentino estrechando la mano de la presidenta de Kosovo, Vjosa Osmani-Sadriu. La foto fue publicada por la propia líder europea en su cuenta de Facebook y luego fue replicada por la cuenta @kos_data, correspondiente al Kosovo and Balkans Daily News Data, un canal de difusión de noticias en inglés sobre la temática kosovar. Lo que genera ruido, no obstante, es el trasfondo de esa imagen.

Osmani es una jurista y académica de la Universidad de Pristina y de Pittsburgh que encabeza la primera magistratura de Kosovo desde el 4 de abril de 2021, tras haber competido como candidata a la oficina del primer ministro de ese país por la Liga Democrática de Kosovo (LDK) en 2019 y por el partido político Guxo en 2021. Antes que ello, también fungió como cabeza de la asamblea, titular del Comité de Integración Europea y vice del Comité de Reformas Constitucionales.

El ruido de un simple saludo que puede derivar en un revés diplomático para la Argentina radica en la circunstancia que rodea la declaración de independencia de Kosovo de forma unilateral en febrero de 2008, tras la disolución de Yugoslavia, y su disputa por el reconocimiento de su soberanía frente al reclamo de Serbia. La Argentina no lo avala. Es decir, no reconoce la independencia de Kosovo como tal.

No solo eso: la independencia de Kosovo es el caso emblemático en el derecho internacional moderno que se opone a la línea argumental histórica de la Argentina sobre la integración territorial y la imposibilidad de permitir la partición de una porción de un Estado de la administración central bajo el principio de autodeterminación.

"Primer encuentro fotografiado entre los presidentes de Kosovo y la Argentina", indica el tuit que acompaña la foto publicada el sábado por la cuenta @kos_data. Y añade: "Los países no se reconocen uno al otro". Tanto Milei como Osmani coincidieron en Nueva York la semana pasada donde la cabeza del país balcánico celebró la oportunidad para dar los "debates importantes en interés de la República de Kosovo y nuestros ciudadanos"

El contexto del cruce y el saludo entre ambos líderes, acorde al posteo de la propia Osmani, fue la cena de gala que brinda el presidente Donald Trump, como anfitrión del país que alberga la sede de la Asamblea General de la ONU, el martes por la noche. Es una recepción tradicional que organiza cada año el jefe de Estado para todos sus pares y jefes de gobierno que asisten a la apertura de sesiones ordinarias del órgano deliberativo de Naciones Unidas.

A diferencia de la Argentina y la propia ONU, el gobierno de Estados Unidos sí reconoce a Kosovo, tal como puede verse en la cuenta oficial de Osmani donde se registran bilaterales y encuentros con otros funcionarios internacionales, incluso con el propio secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio. Consultados al respecto, ni Presidencia ni la Cancillería respondieron a la pregunta de El Cronista respecto al cruce en cuestión.

Si bien no es la primera vez que sucede un episodio de este tipo, el antecedente inmediato en la diplomacia argentina que provocó también ruido por las apariencias más que el objeto político real de la situación, no involucró a un Presidente, lo que ahora genera un ruido mayor.

Desde la declaración unilateral de independencia de Kosovo en 2008, Buenos Aires mantiene una postura oficial de rechazo a reconocer al gobierno kosovar como Estado soberano, una decisión que combina argumentos jurídicos, consideraciones de política exterior y un claro vínculo con la disputa por las Islas Malvinas.

En el centro del razonamiento argentino aparecen dos ejes. Por un lado, la defensa del principio de integridad territorial y la adhesión al marco jurídico trazado por la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, documento que, según la postura oficial, aún orienta la solución del estatus de Kosovo.

Por el otro, la lectura política: Buenos Aires teme que el reconocimiento de secesiones unilaterales siente precedentes que podrían ser invocados respecto de las reclamaciones sobre las Malvinas. Esa síntesis está explicitada en comunicaciones oficiales y en exposiciones ante foros internacionales.

La Argentina no sólo ha expresado su posición en notas diplomáticas: también llevó argumentos jurídicos al ámbito de la Corte Internacional de Justicia en el caso sobre la legalidad de la declaración de independencia de Kosovo.

En su presentación escrita ante la Corte (2009), Buenos Aires sostuvo que la declaración vulneraba obligaciones relacionadas con la integridad territorial de Serbia y subrayó la necesidad de soluciones negociadas. Si bien el fallo consultivo de la Corte (2010) concluyó que la declaración no violó el derecho internacional, la postura argentina siguió siendo cauta y no implicó reconocimiento.

En el debate entre juristas del Derecho Internacional, la cuestión de la soberanía kosovar combina doctrinas (autodeterminación vs. integridad territorial), precedentes diplomáticos y factores geopolíticos regionales. Estudios de la Pontificia Universidad Católica Argentina y otras casas de estudio señalan que varios Estados de América Latina optaron por la prudencia ante un tema que podría tener impacto sobre reclamos territoriales propios o sobre reglas de secesión en el sistema internacional.

No obstante, la relación práctica entre ambos territorios no es totalmente nula: Argentina participa históricamente en foros multilaterales y operaciones de paz donde la cuestión de Kosovo figura entre las materias discutidas, y su política exterior privilegia el diálogo multilateral como vía para la resolución de conflictos.

Esa combinación de rechazo formal al reconocimiento y de participación en espacios multilaterales define hoy el perfil diplomático: una Argentina que cuestiona la vía unilateral pero que opera, con cautela, dentro de los marcos internacionales.

En 2019, en el último tramo del gobierno de Cambiemos, un episodio diplomático en Lisboa encendió las alarmas en la política exterior argentina. La visita a la sede diplomática del representante kosovar en ese país, Ylber Kryeziu, y la descripción que otro funcionario de ese país hizo como una "productiva reunión" para fortalecer el vínculo entre ambas embajadas generó un dolor de cabeza en la Cancillería porque hubo quienes lo interpretaron como un gesto de reconocimiento implícito hacia Kosovo.

La reacción no tardó en llegar al Congreso. Un grupo de legisladores presentó un proyecto de resolución señalando que la postura argentina en torno a Kosovo está directamente ligada a la Cuestión Malvinas. En su texto, subrayaba que la Disposición Transitoria Primera de la Constitución, así como las resoluciones 1514 y 2065 de la ONU, consolidan la defensa de la integridad territorial como política de Estado. Y citaron la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad, que reafirmó la soberanía de Serbia, como antecedente de la negativa argentina a reconocer la independencia kosovar desde 2008.

Desde la embajada argentina en Portugal respondieron entonces con un breve comunicado en el que se reafirmó la posición tradicional del país frente a esta cuestión. Y subrayaron, en la última línea, "que la visita del Sr. Ylber Kryeziu a esta sede ha sido de carácter estrictamente personal y no se trató de un encuentro de carácter oficial". La nueva escena fotográfica reavivó esos fantasmas.