El 50% de la población siente que no llega a fin de mes ni puede ahorrar. Si bien aumentó esta sensación en los últimos años, históricamente esta medición se ubica por encima de la pobreza.

Así se desprende del análisis de estrés económico elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, dirigido por Agustín Salvia. El informe indica que, si bien se dio un aumento en casi todos los segmentos, el aumento más marcado se dio entre los no pobres.

Esta medición complementa la de pobreza, que según Indec, en el segundo semestre se contrajo al 38,1%, mientras que las mediciones privadas dan cuenta de una continuidad en la caída en los primeros meses de 2025. Esto se vincula a la caída de la tasa de inflación, que impacta directamente en la menor variación de la canasta básica total, que determina la línea de pobreza.

Estrictamente, el estrés económico es la sensación de que los ingresos no alcanzan a cubrir los gastos del hogar. A diferencia de la pobreza, se trata de un auto reporte de los ciudadanos.

Históricamente, esta medición se ubica por encima de la tasa de pobreza oficial, y su evolución en los últimos años ha sido divergente. De hecho, la mayor cercanía se registró en 2023, para luego registrar una marcada diferenciación en 2024.

Un factor que influye, explicó Salvia en la presentación del informe, es la no adaptación de la medición de pobreza. Al respecto se refirió al aumento del peso en la canasta de algunos segmentos, como los servicios.

"En lo que respecta a la discordancia entre el indicador monetario y el de autopercepción, se observa que aproximadamente un 30% de los no pobres manifiestan sentir estrés económico, lo cual sugiere que la percepción de pobreza no está limitada al umbral monetario", explicaron en el informe.

A esto, sumaron que entre el 10% y el 14% de las personas bajo la línea de indigencia no perciben estrés económico, lo que, analizan, es que podría vincularse a estrategias adaptativas, umbrales subjetivos diferentes o subregistro de los ingresos.

Respecto del último período (2022-2024), encontraron un incremento del estrés económico, pero señalaron que la profundización no se dio entre los indigentes y pobres no indigentes, que aún se mantienen en niveles elevados, sino que se intensificó entre los grupos no pobres, que tuvieron el salto más marcado entre 2023 y 2024, con un aumento de casi 7 puntos.

"Los hogares con presencia de niños/as evidencian una mayor proporción de estrés económico crónico", informaron sobre la incidencia que tiene este indicador en hogares con menores de edad.

Otro de los factores con marcada incidencia es la dimensión salud. El hecho de tener seguridad alimentaria y recortar gastos en atención médica o remedios sin tener cobertura de salud, incrementa el riesgo de estrés económico, incluso mayor que en el caso de carencias monetarias.

"Si bien existe una asociación entre el estrés económico y los indicadores tradicionales de pobreza por ingresos, así como con las carencias no monetarias, los hallazgos muestran que esta relación no es automática ni mecánica: el estrés económico responde también a factores contextuales, estructurales y de expectativas que no siempre son captados por las mediciones indirectas, objetivas y hacen visibles situaciones de privación y malestar que exceden los criterios normativos definidos por las canastas de bienes y servicios", concluyeron en el informe.