En agosto de 2011, con internas en las que el menemismo quedó afuera, el peronismo bonaerense consagró como candidato a senador a Eduardo Duhalde. El mismo caudillo que dos años antes había caído frente al radical Fernando De la Rúa en unas presidenciables que el riojano hizo todo lo posible para que no ganara su impuesto delfín. Aquella banca fue la que le permitió al ex gobernador, otra víctima de la Maldición de Dardo Rocha, ser entronizado por la Asamblea Legislativa el 1 de enero de 2002.


El derrotado Daniel Scioli, que ya no se quiere jubilar en Italia, mira el antecedente de su segundo padrino político (el primero fue Menem). Sueña con disputarle el 48,6% a Cristina Fernández de Kirchner y a los eventuales emergentes del PJ; nuevos como el salteño José Manuel Urtubey o los que regresen, si así lo hacen, como Sergio Massa y el menos probable José Manuel De la Sota, el peronista al que culpan de la derrota del peronista, algo imperdonable en la liturgia que deja contentos a ambos lados del bando perdedor. Pero al ex motonauta le falta algo fundamental que sí tenía el caudillo de Lomas de Zamora, que viene con ese mote: el control del aparato justicialista. Tras 8 años en La Plata, perdiendo la provincia con Cambiemos, la Ola Naranja fue más marketing que militancia, más poder de encuestas que real. El ex presidenciable apuesta a lo de siempre: la falta de una opción superadora.


"A mí no me interesa el PJ sino el peronismo", le dijo a los diputados la Presidenta al ser anfitriona en Olivos luego del revés electoral. Una reversión del "renuncio a los cargos pero no a los honores", una conducción ad hoc que ayer peligró en el Congreso frente al PJ estructural (ver aparte). La saliente mandataria no quiere presidir el partido que hasta mayo de 2016, en los papeles, ordenará el frágil Eduardo Fellner, derrotado por el radicalismo en su Jujuy.


La incógnita: ¿De quién son los 12 millones de votos del ballottage? El FpV (un frente, como su nombre lo indica) es una fuerza etérea, imposible de cuantificar en la Cámara Electoral sin mediar un comicio. Sólo el Kolina de Alicia Kirchner lanzó una campaña de afiliación: sumaron 47.832, cuando el PJ ostenta 3.560.158 inscriptos. Ya sea con la muletilla de "la pesada herencia" o con otras, el electo Mauricio Macri confrontará con Cristina Kirchner, quien por querer evitar el síndrome del "Pato Rengo" y gobernar hasta último minuto, pagó el costo de la derrota. Mientras a los gobernadores peronistas los necesita a su lado, la saliente mandataria, con retiro en Santa Cruz, se convierte en la perfecta antagonista. Como él mismo lo fue del kirchnerismo.