Conquistar y retener talentos es una de las frases que más hemos escuchado en el primer semestre de año. Esto nos da la pauta de que los principales empresarios argentinos tienen dificultades para cubrir vacantes por falta de talento calificado. De hecho, uno de los riesgos que advierten los ejecutivos del país es la falta de colaboradores con habilidades clave, según diferentes informes de consultoras.

Para los CEOs locales, liderar en este escenario implica mucho más que gestionar balances o adaptar estructuras: requiere tomar decisiones fundamentadas en datos, anticipar escenarios posibles y, sobre todo, comunicar con claridad hacia adentro y hacia afuera de la compañía. No alcanza con establecer una hoja de ruta clara: hay que saber contarla.

La gestión ejecutiva actual se apoya cada vez más en herramientas analíticas y tableros de control que permiten proyectar alternativas y evaluar riesgos antes de cada movimiento. De hecho, según PwC, los ejecutivos argentinos tienden a considerar diferentes escenarios antes de tomar decisiones. Pero si bien los datos son indispensables, no lo son todo. La diferencia entre una conducción eficiente y una inspiradora se basa en cómo se traducen esos datos en mensajes que orienten a los equipos, alineen intereses y construyan una narrativa de empresa con sentido.

Los sectores con altos niveles de rotación se ven especialmente exigidos en términos de liderazgo comunicacional, ya que necesitan reforzar la confianza, atraer y retener talento clave. Para lograrlo, la comunicación es fundamental: mostrarse, encantar a las personas, clientes, consumidores, colaboradores y empleados.

Cuando un CEO comunica bien, no solo gestiona mejor, lidera con más impacto. (Fuente: Archivo)
Cuando un CEO comunica bien, no solo gestiona mejor, lidera con más impacto. (Fuente: Archivo)

El nuevo ejecutivo argentino, si quiere ser competitivo y relevante, debe incorporar sus decisiones técnicas a una estrategia comunicacional integral. Porque liderar también significa dar sentido, marcar prioridades y construir cultura, imagen y confianza.

En un entorno donde, según Michael Page, el 40% de los ingresos ejecutivos se concentró en los últimos cuatro meses del año, la presión por obtener resultados rápidos también pone a prueba la capacidad de los líderes de comunicar prioridades sin perder visión de largo plazo.

Las compañías deben comprender que la comunicación no es un capítulo aparte de la estrategia: es el núcleo. Entenderlo las ayudará a transitar mejor este contexto. En un mercado que cada vez compite más por el talento y bajo la atención constante de públicos externos, las decisiones mal comunicadas no solo afectan la dinámica interna, también dañan reputación y credibilidad.

Un CEO no solo debe tomar riesgos, buscar oportunidades y disputar participación de mercado, sino que también debe construir relatos que acompañen esas decisiones y generen sentido en la organización.

Los equipos esperan poder dialogar, cuestionar y ser parte de la construcción de futuro. Muchas organizaciones comienzan a revalorizar el feedback como herramienta de gestión, tanto para identificar oportunidades de mejora como para reforzar la pertenencia. Pero también son los consumidores, los inversores y hasta los medios de comunicación quienes exigen transparencia, relato y consistencia. Porque en este tiempo, más que nunca, el liderazgo no solo se mide en KPIs, sino también en la capacidad de escucha y en la claridad para comunicar.

En definitiva, la comunicación se posiciona como una competencia esencial del liderazgo contemporáneo ya que permite alinear a la organización, generar compromiso y proyectar una identidad sólida hacia todos los públicos. Porque cuando un CEO comunica bien, no solo gestiona mejor, lidera con más impacto.