El cierre de listas de los candidatos que competirán en octubre abrió discusiones para todos los gustos. La combinación de modelos, figuras secundarias del espectáculo y algunos outsiders con referentes de la política siempre dispuestos a eternizarse en una banca (incluidos gobernadores que no tienen problema en ser postulantes testimoniales), no abrió demasiadas ilusiones en inversores y empresarios.
Nadie esperaba que el Congreso se pueble de técnicos, a decir verdad. Por eso ponen su expectativa en los liderazgos de la política. La aspiración mínima es que el Gobierno, que no tendrá mayoría en ninguna cámara, tenga un mayor margen para alinear sus intereses con los futuros diputados y senadores. Por eso miran con atención la chance de que la Argentina replique algo de la experiencia brasileña, que se resume en una palabra: "centrão".

En el país vecino, se denomina de esa forma a un bloque de partidos de centroderecha, que desde fines de los '80 hasta el presente, facilitaron la gobernabilidad a los presidentes de turno. El más poderoso de ellos, el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), siempre tuvo fuerte presencia en municipios y estados brasileños, pero nunca llegó a convertirse en una fuerza mayoritaria capaz de disputar un liderazgo nacional.
Su mayor poder residió en su capacidad de articulación legislativa, que se hizo sentir con mayoro menos intensidad en casi todos los gobiernos, desde la primera gestión de Lula Da Silva a las presidencias de Jair Bolsonaro, Aunque la denominación perdió fuerza, la idea de que haya una fuerza moderadora persiste.
En ese sentido, la aparición en este turno electoral del bloque de gobernadores que se bautizó a sí mismo como Provincias Unidas, podría servir de base para un funcionamiento menos disperso de las cámaras. Sus integrantes están a favor del equilibrio fiscal y de crear condiciones favorables a la creación de empleo. Apoyan una nueva coparticipación y aceptan, con condiciones, rediseñar el esquema de impuestos distorsivos.
Ese escenario puede ser funcional para Javier Milei, a quien por más que el resultado nacional lo favorezca, necesitará el voto de viejos y nuevos aliados para sacar adelante las reformas que necesita instrumentar en la segunda mitad de su mandato.
Quienes valorizan esta mirada, el 26 de octubre no van a mirar solamente el reparto de votos. Intentarán identificar las voluntades de los que estén a favor o en contra de estas grandes leyes. Será una forma distinta de contar opositores y oficialistas. Al Gobierno le requerirá una mayor voluntad y predisposición negociadora, desde ya. Deberá decidir entonces si el objetivo final vale dejar atrás las peleas dogmáticas que lo dejaron encerrado en el Congreso.




