Si había un cuadro que no estaba del todo presente en el tablero de quienes analizan el día a día de la economía, era la furiosa irrupción de la política, con Cristina Kirchner nuevamente en el centro del escenario, y gatillando una pelea con la oposición que puede complicar el sendero de estabilización que requiere la gestión de Sergio Massa.

Empresarios e inversores daban por sentado que la denominada causa Vialidad iba a concluir con un pedido de prisión para la Vicepresidenta. Lo que no estaba enteramente en sus cálculos fue la dimensión que tomó su reacción, ni que el Frente de Todos se galvanizara tan rápido en su defensa.

La desafortunada aparición del presidente Alberto Fernández, asociando el trágico final de Alberto Nisman con el presente del fiscal Diego Luciani, no hizo más que poner ruido donde no hacía falta. La oposición pidió su juicio político y aunque no prospere, será difícil que no se interponga en el medio la agenda legislativa.

La pelea recién comienza. El enfrentamiento callejero del sábado entre los militantes kirchneristas y la Policía de la Ciudad fue una foto que puede repetirse a medida que avance el juicio. Podría suceder el día que los abogados de Cristina presenten su defensa. Difícilmente la lógica de Comodoro Py le facilite a la Vicepresidenta la opción de que eso suceda el 17 de octubre. De todos modos, es casi seguro que ese día la liturgia peronista se haga sentir a pleno con nuevo mensaje: la amenazada por la proscripción ahora será ella. Para esa fecha, habrá otro dato que podría galvanizar aún más la movida: dos semanas antes será la elección presidencial en Brasil, que podría marcar la resurrección de Luiz Inacio Lula da Silva.

Massa, mientras tanto, intenta que la coyuntura no lo distraiga demasiado de su apretada agenda. La cena con los embajadores del G7 le vino bien para disipar preocupaciones políticas en medio de una renegociación clave con el Fondo, que el ministro definirá personalmente en Washington la próxima semana. Buscó transmitirles certezas sobre sus planes, ya que deberán ser respaldados por sus respectivos países, los principales accionistas del FMI. Una misión similar cumplirá Leonardo Madcur, su jefe de asesores, que liderará la avanzada técnica que tendrá como tarea sondear que tan flexible puede ser el Fondo en este contexto complejo para la Argentina.

El ministro repite, en sus diálogos locales, que se aferrará a la meta fiscal de 2,5% del PBI. Y que si puede, la sobrecumplirá, aunque sea por unas décimas. Habrá que ver si le alcanza para conmover a los halcones del Fondo, que aceptaron apostar por Guzmán y perdieron.