

Entre la espada de un elevado gasto público y la pared de una delicada situación social, la administración de Mauricio Macri ha optado por avanzar en un ajuste gradual y apelar, fundamentalmente, a la política de endeudamiento para cubrir sus necesidades financieras en los casi 28 meses que lleva hasta el momento de gestión. Pero esa estrategia comienza a transitar tiempos turbulentos que podrían derivar en una situación crítica para las cuentas nacionales.
Ayer, mientras realizaba su exposición ante el Congreso, Luis Caputo sintió un temblor mayor al ocasionado por los cuestionamientos de la oposición a su tarea al frente del Ministerio de Finanzas, las cuentas offshore e inclusive al provocado por el "papelito" que le envió a la diputada Gabriela Cerruti para comentarle la edad de sus hijas y pedirle que no sea "tan mala".
China detonó la segunda bomba de la guerra comercial iniciada por Donald Trump con la aplicación de aranceles a las exportaciones estadounidenses. Una medida que, más allá de un beneficio tangencial y momentáneo para un agro argentino que padece las consecuencias de la sequía, amenaza con agitar la economía al punto desacelerar el crecimiento global, con la consecuente retracción del comercio internacional, e imprimirle mayor velocidad a la suba de las tasas de interés iniciada por la Reserva Federal, punto crítico para todos aquellos que, como la Argentina, buscan fondos asiduamente en los mercados externos.
El propio ministro advirtió que, si bien el país se está "financiando a las tasas más bajas de su historia", no está "en condiciones de sostener este ritmo de deuda por los próxmos años".
Por ello, si la guerra comercial se agrava y el mundo se agita, el Gobierno deberá acelerar el ajuste fiscal para que las cuentas cierren o incrementar una deuda que será cada vez más gravosa.



