

En política las matemáticas no suelen sumar lo mismo que en economía. Es decir, en política uno más uno puede dar tres o cuatro, pero en economía siempre uno más uno es dos. Y por ahí pasa lo que hoy sucede en la Argentina. Si se gasta más de lo que se puede, llega un día en el que hay que pagar. En sintonía, ayer, el profesor Andrés Ferrari Haines, publicó en cronista.com que "el no al ajuste es una fantasía". Su argumento es lógico: la economía argentina se va a ajustar porque desde hace años viene manteniendo pautas de consumo incompatibles con su capacidad productiva.
Para llevar las palabras a números, en la década que va desde 2005 a 2015, el saldo comercial externo del país fue de u$s 9000 millones, a pesar de la soja en niveles récord de precios y producción que permitieron ingresos por u$s 700.000 millones por exportaciones, una cifra que más que duplica a la registrada entre 1994 y 2004 (u$s 280.000 millones). Pero en lugar de ahorrar, la Argentina gastó. Pero el Gobierno actual siguió en el mismo camino. En los últimos tres años el déficit comercial sumó u$s 11.600 millones y por turismo y pagos con tarjeta se fueron del país u$s 24.500 millones, según el Banco Central.
A estos datos le faltan los números de la deuda, que en tres años pasó de u$s 236.000 millones a un estimado de u$s 350.000 millones.
Ante este problema podemos seguir mirando para otro lado o tal vez discutir cómo tiene que ser el ajuste. Y en este sentido el Gobierno y la oposición tienen la responsabilidad de pensar en un ajuste lo más equitativo socialmente. De lo contrario el ajuste llegará y el riesgo es que se aplique la hasta ahora conocida receta neoliberal, la misma que defiende el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que consiste en bajar el gasto público (en cantidad de trabajadores), subir impuestos y apertura de capitales, entre otras cosas, situación que en lugar de dar soluciones puede agravar más el problema.


