

Si fuiste a la marcha.
Si la miraste por tele y estás de acuerdo.
Si no fuiste a la marcha.
Si no la miras porque te indigna.
Si crees que hay que apoyar o si estas en contra.
En cualquier caso, la argentina duele igual.
Duele porque estamos cada vez más separados.
Duele porque cada vez se escuchan menos argumentos y más agravios.
Duele porque el sentido común cedió ante los fanatismos.
Duele porque el aglutinante de un lado y otro es la bronca.
Duele porque la bronca solo construye más bronca y nos aleja de las soluciones.
Duele porque estamos todos enojados y cada vez parece más difícil pensar.
Duele porque si no estás de un lado entonces tenés que estar del otro.
Duele porque ambos lados son márgenes verticales de un país que sigue con una enorme raya al medio: los que llegan a fin de mes y los que no llegan.
Duele porque cuando la bronca se apague, la AMIA seguirá sin solución, Nisman sin culpables, las cuentas en Suiza de los evasores de siempre en las manos de siempre, los tilingos pagando dos mangos por la luz y quejándose de los impuestos, y los pobres viajando como ganado en colectivos de cuarta.
Duele porque cuando la bronca se apague vamos a seguir con los mismos problemas, ya que ni unos ni otros, ni ninguno de nosotros hemos podido aportar una solución a un par de problemas comunes que tenemos hace 35 años:
Nadie logró que todos coman y que no haya hambre.
Nadie logró que tengamos un país seguro sin que te afanen a la vuelta de tu casa.
Nadie logró que pague más impuestos el que más tiene y menos quien no puede.
Nadie, ninguno, ni unos ni otros han intentado que por un momento se dejen de afanar nuestro querido país... Ahí somos todos socios pero unos pocos siempre se han repartido las ganancias.
Hoy, con silencio o a los gritos, la argentina duele.


