

Argentina tiene con qué competir: produce alimentos que contribuyen a la seguridad alimentaria global, minerales críticos y energías renovables demandadas para la transición energética. Sin embargo, aún enfrenta brechas que le impiden desplegar plenamente ese potencial. El Norte Grande, una región estratégica en estos tres frentes, sigue rezagado en infraestructura y logística, lo que encarece su producción y limita su competitividad y posibilidades de mayor desarrollo económico y social.
Fortalecer la infraestructura del Norte Grande es una oportunidad estratégica paraposicionar a Argentinacomo proveedor global confiable de agroalimentos, minerales críticos y energía para la transición energética. En el plano productivo, la región concentra cerca del 90% de la producción de azúcar, legumbres, limones y yerba mate, y posiciona a Argentina entre los principales exportadores globales en estos rubros: un tercio de la Coca Cola en el mundo contiene limón argentino, toda la yerba mate que se consume en Siria proviene del país, y el abastecimiento de porotos y garbanzos en Italia y España depende en gran parte de esta región.

En minería, el NOA concentra el 100% de las exportaciones argentinas de litio y cuenta con proyectos de cobre, oro y plata con alto potencial de expansión en las próximas décadas. Además, la región tiene un desempeño destacado en generación renovable: en 2021, el 17% de la electricidad generada en el Norte Grande provino de fuentes renovables -por encima del 12% del promedio nacional-, con una matriz compuesta principalmente por energía solar (47%), biomasa (23%) y eólica (16%).
Si Argentina aspira a posicionarse como un actor relevante en los mercados globales, la discusión sobre su competitividad debe abordarse con rigurosidad técnica.Desde CIPPEC, con apoyo del Banco Mundial, relevamos a las principales cadenas productivas del Norte Grande para entender, desde la mirada de quienes generan y movilizan la producción, cuáles son los obstáculos concretos que enfrentan para crecer. Así nació el Índice de Vulnerabilidad Logística (IVL), una herramienta que permite identificar los sectores más afectados por las brechas de conectividad física, para orientar decisiones de política e inversión.
Los resultados son claros: en el NOA, el 76% de las empresas depende exclusivamente del transporte por camión, cifra que asciende al 84% en el NEA. En esta última región, el 80% de los generadores de carga señaló el mal estado de la infraestructura vial como el principal obstáculo. Pero las barreras no terminan ahí. La escasa disponibilidad de opciones ferroviarias y fluviales, las demoras aduaneras, las fluctuaciones y cortes de energía y la baja confiabilidad agravan los desafíos y suman costos. Además, las fallas en conectividad digital representan una limitación importante: solo el 11% de las firmas cuenta con velocidades superiores a 300 Mbps y apenas el 22% tiene cobertura móvil y estable a lo largo de las rutas.
La mejora de la infraestructura logística en el Norte Grande no solo es necesaria: es rentable. Según estimaciones publicadas en el informe, rehabilitar el tramo de la Ruta Nacional 34 entre el límite con Santa Fe y Rosario de la Frontera podría generar un impacto económico superior a los 4.000 millones de dólares en el producto. A su vez, intervenir de forma conjunta en los ramales C, C13 y C15 del Ferrocarril Belgrano generaría sinergias, cuyos impactos aumentarían los beneficios respecto a mejoras individuales, con spillovers incluso en provincias que no atraviesan directamente.
Hoy, ante la perspectiva de estabilidad macroeconómica y orden fiscal cercanos, y en un mundo que busca proveedores confiables de alimentos, minerales y energía, Argentina tiene una oportunidad única, si logra cerrar sus propias brechas internas. Es el momento de mirar más allá de lo urgente y abordar las restricciones microeconómicas que condicionan el crecimiento:anticiparse a los desafíos, remover cuellos de botella y construir una plataforma productiva sólida es esencial para impulsar un desarrollo sostenible e inclusivo. Porque una infraestructura eficiente no solo cierra brechas: abre oportunidades.



