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Argentina es casi 30% menos competitiva que en los inicios de 2021, porque la inflación corrió más rápido que el tipo de cambio y eso hace muy difícil la acumulación de divisas por parte del BCRA. Pero hay razones "políticas" para postergar una devaluación: con reservas netas escuálidas, inflación inercial en 100% (más de 6% mensual) y a menos de un año de las elecciones, los costos económicos, sociales y políticos de un salto cambiario sugieren la conveniencia de ocultarlo con cepos y desdoblamientos sectoriales.
Pero la procrastinación no es gratuita: el cepo importador agudiza la inflación y el estancamiento (falta de insumos y bienes de capital), el deslizamiento acelerado del tipo de cambio agrega presión a los precios de los transables y la devaluación en cuotas sectoriales (recientemente sumados el "dólar Catar" y el "dólar Coldplay", que le siguieron al "dólar soja" y el "dólar tecno") acumula ya 15 precios distintos para una sola mercancía.
Hasta el momento, lo único que hicieron estas medidas fue amplificar la brecha y no frenaron la sangría de reservas (hoy en torno a los USD 6.000 M de manera transitoria luego de sumar más de USD 4.000 M con la implementación de dólar soja). De hecho, desde que finalizó el "dólar soja", el agro liquidó un 50% menos que un año atrás (promedio USD 64 M diarios vs. 127 M en oct-21) y el BCRA viene teniendo un saldo vendedor de USD 85 M diarios en noviembre.
Las experiencias de los últimos 4 saltos cambiarios: 2014, 2015, 2018 y 2019
Si bien cada devaluación tuvo sus condiciones particulares, los últimos cuatro episodios de saltos cambiarios tuvieron rasgos comunes en el semestre posterior al salto inicial: efectos negativos en materia inflacionaria, de actividad y social; y positivos en términos de saldo externo y brecha con el dólar paralelo.
En lo negativo:
- En todos los casos la inflación núcleo mensual post devaluación (trimestre posterior vs previo) se aceleró sensiblemente: desde algo más de un tercio para 2019 (de 3,3% a 4,4%) hasta casi duplicándose en 2015 (de 2% a 3,8%).
- Así, se observó en todos los casos caída del salario real (6% promedio), que se condijeron con escenarios de baja del consumo privado (del 1% al 10%). Ello repercutió en la actividad, con caídas promedio algo mayor al 3%.
- El correlato en la pobreza es elocuente: en todos los casos aumentó, teniendo el pico de crecimiento en el 2018 donde el valor pasa de 27% a 35%.
En lo positivo:
- En escenarios de mejora del tipo de cambio real (marcadamente mayor en 2018), las exportaciones mostraron una mejora promedio del 7%, al tiempo que las importaciones tienen el efecto contrario con un 11% de contracción promedio. Esto generó una mejora promedio del saldo externo de la cuenta de bienes y servicios de casi USD 4.000 millones.
- Además, vale mencionar que, en el 2014 (escenario transitado por completo con cepo cambiario), la brecha bajó unos 17 puntos porcentuales, desde 62% a 45%.
A nivel sectorial existe cierta heterogeneidad en el impacto de estas correcciones cambiarias: sectores mayoritariamente volcados al consumo interno (y de peso en la economía) tienen un impacto negativo más grande (construcción, industria, comercio, bancos), mientras que sectores altamente exportadores como el agro tienen incentivos a mejorar la producción.
El escenario actual vs 2014
A diferencia de inicios de 2014 (cuando un gobierno del mismo signo político impulsó una devaluación nominal del 25% con cepo cambiario) hoy la nominalidad viene al 100% anualizado (desde 50% un año atrás y vs 20% en 2014), con indexación de salarios registrados y puja distributiva desordenada. Si bien la economía aun no registra recesión, sí un incipiente estancamiento y salarios reales cayendo cada vez de manera más pronunciada.
Además, las reservas netas en torno a los USD 5.900 M (USD 17.000 M en 2014), apenas 1,3% del PBI. Una "devaluación programada" podría ser peligrosa si el mercado lo percibe como el primer paso y no el último peldaño de una escalada; y difícilmente controlable con reservas escuálidas.
Finalmente, y no por ello menos relevante, a menos de un año de las elecciones primarias (20 meses en enero de 2014), el tiempo disponible no permitiría una recuperación postraumática para las chances electorales del Gobierno.
El gobierno está inmerso en un enorme desafío y en ningún escenario estará exento de costos: ya sea el caso de una devaluación discreta del tipo de cambio oficial o restricciones cambiarias más extremas que repercutan seriamente en la actividad e inflación. Cualquiera sea la decisión tomada, si se mantiene la ausencia de un plan económico y se siguen pateando los problemas hacia adelante, se exacerbarán los potenciales efectos negativos.


