Nuestro bipartidismo de coalición, que ha fascinado a la ciencia política vernácula, esta siendo amenazado. Varios colegas han escrito acerca de la configuración reciente de nuestro sistema de partidos así como de sus bondades, sobre todo respecto a la fragmentación e inestabilidad que se repite en varios países vecinos como Perú, Colombia, Brasil e incluso la siempre bien valorada experiencia chilena. Algunos han señalado la paradoja de que nuestra estabilidad política ha ido de la mano de nuestra inestabilidad económica. En ese sentido, la Argentina parecía haber sorteado con éxito las crisis por la que atravesaron nuestros viejos partidos al reeditar el bipartidismo pero a través de coaliciones, las cuales siguen teniendo al peronismo y al radicalismo como integrantes y protagonistas principales.

Sin embargo, la última encuesta nacional de Opina Argentina muestra que crece la desconfianza en las dos principales fuerzas políticas. En primer lugar, mes a mes descienden en la sumatoria de intención de voto de ambas a manos de terceras opciones, confirmando lo que sucedió en la última elección aunque se tratara de una instancia legislativa. Y si bien para el 2023 aún falta mucho camino por recorrer, un 38% de los argentinos cree que ninguna de las dos principales fuerzas políticas tiene la capacidad de sacar a la Argentina de la crisis que viene arrastrando desde hace años. ¿Durante cuánto tiempo puede sostenerse un sistema de coaliciones como el argentino en el que lo que domina es la insatisfacción ciudadana? Desde finales del año 2020 la principal preocupación de los electores volvió a ser la inflación, seguida por la desocupación. Una agenda que se mantiene preponderante desde el segundo gobierno de Cristina Kirchner.

A ese estado de escepticismo y descreimiento en que está sumergido gran parte del electorado hay que sumarle las fricciones que comienzan a aparecer cada vez con mas fuerza y frecuencia en cada uno de los frentes electorales. Fricciones que, como todos sabemos, tienen impacto no solo en el plano interno sino también pueden afectar el equilibrio de todo el sistema.

El frente oficialista, que se conformó en 2019, es probablemente el que tenga por delante que resolver la agenda de problemas mas complejos. Constituido tras las diferencias que al interior del peronismo dejó la experiencia kirchnerista, el Frente de Todos se reveló como una eficaz herramienta electoral que cortó con las aspiraciones reeleccionistas de Mauricio Macri. Y si bien es cierto que el final de su gobierno fue muy deslucido en lo económico, también es cierto que no era esperable un regreso tan rápido al poder del peronismo hegemonizado por CFK. Sin embargo, más allá de los primeros meses dominados por la inesperada pandemia, luego comenzó un in crescendo de diferencias entre el Presidente y su vice que tuvo uno de sus puntos culminantes en la masiva renuncia de funcionarios luego de la derrota en las PASO y el posterior cambio de gabinete.

Pero, lo que hasta ese momento asomaban solo como diferencias sobre el funcionamiento del Gobierno, hoy asoman también como divergencias sobre el programa económico. Nos estamos refiriendo a las posiciones respecto del acuerdo con el FMI que esta semana se votará en el Congreso. El Frente de Todos parece estar dividido entre aquellos que valoran el esfuerzo del Gobierno por evitar la cesación de pagos, defienden el acuerdo con el fondo y lo ven como una base para estabilizar la economía y aquellos que sostienen que no se ha negociado con la suficiente firmeza, que el programa económico que surge del acuerdo es inviable y que prácticamente hipoteca el futuro electoral del peronismo. La renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque, acompañada de los silencios de la vicepresidenta, podría estar anticipando una profundización de las fisuras que atraviesan a la coalición gobernante.

La sensación de un 2023 muy complejo es sin dudas una de las dificultades principales para el oficialismo. Ver alejarse la posibilidad de un éxito electoral funciona como un desincentivo para la unidad del peronismo. La derrota del año pasado fue una alerta temprana. Nos juntamos para ganar pero, ¿si sospechamos que perdemos tiene sentido seguir juntos?. Eso, de mínima, nos anticipa un escenario de competencia interna que desconocemos si la coalición gobernante está en condiciones de procesar, tratándose de un espacio político cuya ultima interna presidencial se remonta al año 1988 entre Carlos Menem y Antonio Cafiero.

Lo inverso sucede en la coalición opositora. Allí podemos observar procesos de disputas internas que se expresan entre las diferentes fuerzas políticas que la componen, como por ejemplo la postura frente al acuerdo con el FMI, con un radicalismo y una Coalición Cívica mas flexibles a acompañar al Gobierno. Pero vemos también disputas al interior de cada una de las fuerzas, como la ruptura del bloque de la UCR o, yendo mas atrás en el tiempo, los cuestionamientos de los sectores mas duros del PRO a Horacio Rodríguez Larreta por su postura respecto a la pandemia. En este sentido es imposible no mencionar la tensión que genera en el espacio opositor el crecimiento del grupo libertario en las figuras de Javier Milei o Jose Luis Espert.

Sin embargo, a diferencia del oficialismo, las perspectivas para el mundo opositor son muy diferentes. El triunfo en las elecciones de medio término sumado a las dificultades del Gobierno avizoran un 2023 con buenas perspectivas. Mas aún si, como podemos ver en la misma encuesta de Opina Argentina, Juntos por el Cambio cuenta con al menos cuatro referentes con diferencial de imagen positiva, comenzado por Rodríguez Larreta que lidera el ranking.

Vistas así las cosas podemos imaginar tres escenarios posibles. Escenario 1, el Gobierno logra estabilizar la economía, y apoyado en el crecimiento de los precios internacionales, alcanza un crecimiento económico y un leve mejoramiento del salario real que contiene a los sectores mas duros de la coalición. Es un escenario electoral competitivo, probablemente con segunda vuelta, que favorece las candidaturas moderadas de Juntos. Escenario 2: si bien se aprueba el acuerdo con el FMI, los resultados son de moderados a negativos y el Gobierno pierde cualquier posibilidad de renovar su crédito con el electorado. Sin embargo el peronismo logra resolver internamente sus diferencias y presenta una propuesta política unificada que le garantiza sus pisos electorales similares a los de las elecciones legislativas. La falta de competitividad del oficialismo puede alentar las internas de la oposición y abrir posibilidades a los sectores más duros. En el Escenario 3, el Gobierno aprueba el acuerdo con muchas dificultades pero los resultados son negativos en el corto plazo. El aumento de tarifas desata una mayor conflictividad social. En ese marco, el peronismo no logra unificar una propuesta electoral. Aumenta al mismo tiempo la presión interna en Juntos por el Cambio de los sectores más radicalizados y crecen, al mismo tiempo, los sectores libertarios. En este marco puede ser que veamos reconfiguraciones de alianzas políticas que nos hagan olvidar este bipartidismo de coalición probablemente para siempre.