El 30 de abril, Martín Rappallini asumió la presidencia de la Unión Industrial Argentina (UIA). Abogado, dueño de Cerámica Alberdi, titular de la Uipba -la representación de la provincia de Buenos Aires-, le toca ser el portavoz de la entidad con un gobierno cuya cabeza,Javier Milei, ruge a los cuatro vientos que su única política industrial es, sic, "no tener política industrial". Debe, además, reconstruir la imagen de la central fabril más influyente del país, desgastada ante la opinión pública como muchas de las instituciones que fueron protagonistas activas de la historia argentina de las últimas cuatro décadas.

Rappalini lo sabe. Pero en algo ya se diferencia de algunos de sus notorios antecesores. No habla de cerrarse, sino de abrirse. Como si leyera el clima de época, plantea un debate sobre competitividad para que, en sus palabras, las empresas argentinas compitan al mundo con productos de alta calidad. Por supuesto, para eso, pide nivelar la cancha: principalmente, menos impuestos y "modernización laboral", término más potable para muchos de sus pares que "reforma". Traza definiciones claras: "Muchos se pintan de industriales y lo que vemos es que la única política industrial es la protección. No estamos construyendo un industrialismo sustentable. El industrialismo sustentable es la competitividad". Ya, desde lo conceptual, una diferencia sustancial con muchos de sus notorios antecesores. La batalla cultural también se libra en los heterogéneos mosaicos de la Casa, como puertas adentro se suele hablar del majestuoso edificio de Avenida de Mayo.

-¿Competitividad es el nuevo nombre del juego?

-La competitividad está en el mundo de los países industrializados. La agenda que estamos hablando, de competitividad, de eficiencia, tiene 20 años. ¿Qué es "competitividad"? La política industrial. Ha sido, justamente, la forma por la cual el Estado acompañó al sector industrial. Y, en ese armado de política, hay cinco vectores.

-¿Cuáles?

-El primero es el financiamiento. Casi todos los países que bajaron la inflación generaron, realmente, un ahorro interno. Italia y España fueron muy agresivos en todo lo que fue renovación de maquinaria. Porque, el segundo vector es la renovación tecnológica. Ahí juega la aplicación de ciencia y de tecnología. Porque no sólo transformás tu parque, sino que también sumás la posibilidad de hacer productos de altísimo valor. El tercer punto es: para hacer esto, hay que tener una macroeconomía ordenada, ¿no? Fue el factor fundamental. Y, a eso, le siguieron un ordenamiento fiscal y una legislación laboral adaptada a las nuevas tecnologías, a los nuevos trabajos. Estos cinco vectores fueron la gran política industrial del mundo durante los últimos 25 años.

-¿Qué hizo la Argentina?

-La Argentina multiplicó impuestos. Destruyó la macro, el sistema financiero. Hay una legislación antigua en términos laborales. Tenemos un problema muy, muy grande en todo lo que es el governance de las empresas. Hay problemas de productividad internos por la legislación, aparte de todo lo que es la industria del juicio. Pero, para mí, hay un problema peor, que es el governance de las empresas. No hubo, realmente, capacitación ahí. En ciencia y tecnología, el mundo invierte 4 o 5 puntos de PBI y el 70 u 80 por ciento es para el sector privado, para el sector productivo. La Argentina invierte 0,4 por ciento: una décima parte sobre un PBI que, además, es chico. Y solo el 20 por ciento lo hace el sector privado. No hemos incorporado tecnología.

-¿Cómo se revierte?

-China, la India, Corea... Todos los países han hecho transferencia de tecnología. Debemos tratar de buscar los medios para transferir tecnología desde los países centrales. Nosotros no sólo no invertimos, sino que tampoco habilitamos la forma para que haya transferencia tecnológica. Muchos países lo hicieron hasta que, después, crecieron e invirtieron. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que tengamos una política industrial en serio.

-¿No la tuvimos?

-Todas estas políticas son mejorar la competitividad de las empresas para competir en el mundo. Nosotros hicimos todo al revés y sólo tenemos un sistema de protección. Es como una madre que mete al nene en el cuarto para que no se lastime. Está bien, no se lastima: pero no juega, no se divierte, no vive. No es sustentable en el tiempo. Vemos otra cosa que pasó y es más compleja.

-¿Qué?

-No sólo muchos países hicieron política industrial con estos cinco vectores, sino que en muchos casos hubo un desacople de los sectores transables en términos de régimen económico. Al que compite con el mundo, que es el sector transable, el sector industrial, hay que darle condiciones para competir con el mundo. No le puedo poner el sistema impositivo, las reglas internas, a alguien que está jugando otro partido. Es lo que pasó con China: generó condiciones distintas para el que produce. Es su gran fenómeno. Es lo que también está diciendo Trump: "Quiero que los Estados Unidos sea el país más barato para producir". En Paraguay, tenés la Ley de Maquila, que es una forma de decir que el que produce, el que compite con el mundo, tiene un régimen para eso. En la Argentina, hay un ejemplo muy interesante: la Ley de Software.

-¿Por qué?

-Tenemos una mirada muy endogámica: "¡Mirá lo que le dimos al sector del software...!" Es una mirada errónea de lo que pasó en el mundo a principios de los 2000. No todos los países tenían sectores de tecnología y veían que se venía un gran desarrollo económico. ¿Qué hicieron Irlanda y muchos países? Bajaron totalmente los impuestos para desarrollar el sector tecnológico. Lo que hizo la Argentina no fue dar un beneficio a este sector. Fue igualar las condiciones con el resto del mundo. Al tener las mismas condiciones que el mundo, la Argentina pudo desarrollar y pudo tener costos, y se lanzaron compañías como Globant, Mercado Libre, muchos unicornios. ¿Por qué? En definitiva, porque no había un beneficio: se estaban igualando las condiciones. Eso es lo que, para mí, es el gran debate que viene.

-¿Cuál es el nudo de ese debate?

-Hay que definir qué es lo que es política industrial. Mucha gente que habla de política industrial, de industrialismo y se pintan de industriales, y lo que nosotros vemos es que, si la única política industrial es la protección, no estamos construyendo un industrialismo sustentable. El industrialismo sustentable es competitividad. Que las empresas argentinas hagan los productos de la mejor calidad comparativa a nivel internacional, a los mejores costos posibles. Eso es construir una industria a full. Y lo que ha pasado en los últimos 20 años es que, en vez de construir deportivamente a alguien que pueda salir al mundo, hoy tenemos la mochila llena de piedras.

-¿Ve que ahora existe margen para dar esa discusión? ¿Es el momento? Lo que dice no es lo que único solía escuchar de un presidente de la UIA. En términos generales, el discurso siempre fue mucho más de, primero, cuidar hacia adentro y no tanto de salir a competir al mundo.

-Son puntos muy importantes. Cuando uno está en una economía inflacionaria, la inflación corrige para adelante. Tu cabeza siempre es corregir hacia adelante. Esto es lo que la gente no entiende: "¿Por qué suben los precios?". No, lo que pasa es que todas las distorsiones, en todo lugar del mundo, van a precio. El problema del intendente que te cobra más impuestos, el fletero que te cobra cualquier cosa, todas las distorsiones que vas a tener en la economía, en el final del día, termina en el precio de la leche, por ejemplo, en la góndola. Eso es lo que hay que entender. Si hacemos populismo industrial, que sería "no importa la ley laboral, no importa mejorar la competitividad"... (piensa).

Te voy a decir algo: esto que estoy contando, para el presidente de la Fiasp o de cualquier central industrial del mundo, es lo más básico. Teníamos, dentro de la entidad un concepto que no estaba en consonancia con los criterios básicos del mundo. Por eso, hablo de un nuevo contrato productivo: es entender que todos los eslabones de una cadena de valor hacen que tengas los precios que tenés. En la Argentina, hoy, no es caro producir: es caro transportar, es cara la materia prima, es caro distribuir, es caro vender, es caro entregar. Tenemos que generar compromiso de todos los sectores -Estado en sus tres niveles, sindicatos, empresarios- en tener un trabajo muy fuerte en los costos, en la excelencia. Todo lo que afuera funciona, acá, no. Y, cuando las cosas no funcionan, tenés los precios que tenés. Entonces, es más fácil decir: "Los empresarios cazan en el zoológico".

-Son los malos de la película.

-Lo que ha hecho el empresario es adaptarse a un régimen económico que no elegimos. Adaptarnos a un régimen que era con una lógica inflacionaria, que corrías para adelante. Es lo que había. El empresario no eligió la realidad. Estas nuevas reglas de juego son distintas, son más duras. Bajás la inflación y hay que empezar a competir fuerte. Y, a veces, lo que nosotros sentimos como sector industrial es que la exigencia es mayor que la del resto de la economía.

-¿Por qué dice que la exigencia es mayor?

-Hay una economía no transable, en la que el banco compite con el otro banco, la farmacia compite con la farmacia de enfrente. El de la compañía de seguros... El que vende cerámicas (yo), el que vende plásticos, el que vende alimentos tiene precios internacionales. Está bien que pase. Tenemos que entender que la Argentina, todavía, tiene todas esas distorsiones internas. Inclusive, agravadas en los últimos 20 años. El nivel de agravamiento que hay en las distorsiones de la Argentina son muy altas -estamos peor en términos impositivos, financieros, laborales, de educación, de infraestructura- y el mundo está mucho más globalizado y agresivo comercialmente que lo que pudo ser en los '90.

-Aun así, usted plantea abrirse al mundo, no cerrar la economía.

-Por lo menos, desde la UIA, lo que se habla es nivelar la cancha. Trabajemos junto con el Gobierno. De la misma manera en la que el Estado va ordenando las cuentas públicas, nosotros también, internamente, estamos ordenando, mejorando. Queremos ser parte de este nuevo proceso de competencia. Pero tenemos que ir y hay condiciones estructurales muy, muy complejas.

-¿Ve vocación en el Gobierno para eso?

-Sí, sí. El debate que tenemos con el Gobierno es si realmente se entiende la exigencia que tiene el sector transable. O sea, que nosotros, los industriales, tenemos una exigencia mayor. Porque yo, ahora, tengo que vender a los precios de China. Tengo que vender a los precios de Brasil. Está bien. Estamos alineados. Yo, como industrial, quiero que la Argentina compre la cerámica acá. En realidad, cuando ves lo que pasó en los últimos 20 años, las cadenas de valor están cargadísimas de distorsiones. Todos estos problemas impositivos, laborales, están en cada etapa del proceso. No hay forma de escaparse. Tenemos que ir a eso. Todos tenemos que sacarnos de la lógica de que esto se resuelve con el tipo de cambio. Ese es el desafío. Pero es muy complejo. Por eso, hablo de un nuevo contrato productivo. Con el que empecemos a bajar los costos. Es lo que pasó en España, Italia y Brasil en los últimos 20 años. Todos están en ese proceso, a través de la competencia. La dificultad de la Argentina es que nos tenemos que adaptar en muy poco tiempo.

-La solución de muchos de estos problemas no va a ser simultánea, sino secuencial. ¿Cuál le parece prioritario?

-Está la secuencia de los sectores. Tenés hoy sectores más afectados, con una presión más alta: todo lo que es mano de obra intensiva en la Argentina. ¿A quién hay que tratar de acompañar en esta primera etapa? Es a mano de obra intensiva. Textiles, por ejemplo. Que tengan que competir. Pero sacarles las piedras de la mochila. A quién y qué piedras saco. Hay que hacer una secuencia de qué sector necesita más antes que otros. Después, los dos sectores más importantes son la reforma fiscal y la reforma laboral.

-¿Infraestructura?

-En todos los países de la región, en los últimos 20 años, el 80 por ciento de la inversión en infraestructura fue privada. O con acuerdos público-privado. Nosotros, en 20 años, congelamos tarifas, nos quedamos con las concesiones... Tenemos una inseguridad jurídica de haber roto tantos contratos que mi preocupación es cómo vamos a generar la confianza a futuro para conseguir esa inversión de largo plazo. Es un problema, ¿eh? Y el Estado no está en condiciones de afrontar ese tipo de inversiones. También son críticos la educación y la transferencia tecnológica: en el mundo, hoy está disponible; podés acceder a esa tecnología.

-Un beneficio de la convertibilidad fue que grupos como Techint y Arcor aprovecharon el uno a uno para invertir en tecnología y modernizarse.

-A mí, en los '90, me fue bien. Porque entendí esto de adaptarme al mundo. Tomé como precios de referencia los precios brasileños y reacomodé mi empresa no para los precios que estaban, sino para los que venían por la situación internacional. Lo que pasa es que el proceso que tuvimos en los '90 fue más lento que el de ahora. En los '90 tardamos 10 años para ir acomodando los precios relativos. Acá, en un año y pico, se acomodaron fuerte. Hay mucho todavía para acomodar pero tenés que acompañar con baja de impuestos. Nivelame la cancha. Fijate el caso de Aluar: le bajaron los impuestos, bajó 20 por ciento el precio del aluminio. Hay una vocación de la industria de acompañar este proceso.

"A mí, en los '90, me fue bien. Porque entendí esto de adaptarme al mundo. Tomé como precios de referencia los precios brasileños y reacomodé mi empresa no para los precios que estaban, sino para los que venían por la situación internacional. Lo que pasa es que el proceso que tuvimos en los '90 fue más lento que el de ahora. En los '90 tardamos 10 años para ir acomodando los precios relativos. Acá, en un año y pico, se acomodaron fuerte".

-¿Ve plazos para la reforma tributaria o la reforma laboral?

-Se está hablando que después de las elecciones. Este es un año electoral. Es difícil que en un año electoral se voten leyes. Esperamos que, una vez que se conforme el nuevo Congreso, se puedan discutir proyectos.

-¿La industria tiene margen para que se posterguen esas reformas, por ejemplo, a un eventual segundo mandato?

-El sector productivo necesita que le saquen estas piedras de la mochila para poder adaptarse a este nuevo escenario como algo prioritario. No hablemos de tipo de cambio; hablemos de reformas internas, de bajar el costo argentino. Pero de forma urgente. Bajar el costo argentino tiene que ser nuestra urgencia. Todos tenemos que trabajar para ser más competitivos. Seguramente, una parte vamos a trabajar nosotros internamente. Pero todas las empresas están trabajando en sus costos. Todas: mejorando proceso, viendo en qué pueden invertir... Una gran cantidad pensando en cómo modifican. Pero lo que veo es que, quizás, eso sea un 30 por ciento. Pero hay un 70 por ciento de peso que son las reformas. La fiscal y la laboral.

-Milei dice en público que su única política industrial es que no hay política industrial: "don't pick the winners".

-Lo que nosotros decimos es: "Arreglá las cosas, bajá los impuestos. Pero tené en cuenta que el sector transable tiene otra exigencia". Que, en el momento de la secuencia, nos tengan en cuenta a nosotros porque, en la apertura económica, los precios... De hecho, está pasando: de la inflación que había, de casi 150 por ciento el año pasado, nosotros estamos a 80 por ciento. El sector industrial está casi a un tercio del resto de la inflación. Vamos acompañando este proceso. Pero hay un momento en que ya muchos sectores no dan más. Están con el agua arriba. Hay que cambiar reglas de juego. Los países valen por sus capacidades productivas, por su tecnología. Trump y Europa se dieron cuenta: al final del día, cada uno tiene que cuidar estratégicamente sus empresas y su producción local. Este es otro punto en el que cambió el mundo.

-¿Por qué?

-La riqueza no es sólo tener cobre, litio o petróleo. Tenés empresarios que se dedican a algo: eso tiene un valor. Estas oportunidades que tenemos de la energía y la minería, que no sean "la cosecha que nos salva" o "la devaluación". Que sean drivers que nos ayuden en la transformación. Que nos financien la transformación hacia un país eficiente, competitivo. Y no que mañana haya corte de rutas, minas tomadas o una mina que tiene que tener 800 personas tiene 1500. Total, da plata. Tenemos que ir a un proceso donde todos los sectores de la economía tienen que entender a la eficiencia casi como una religión.

-¿Qué piensa del RIGI?

-De nuevo, la visión endogámica: "Mirá todo lo que da el RIGI...". Lo que hizo fue nivelar la presión tributaria con el resto de los países que compiten con nosotros en ese tipo de inversiones. Será exitoso porque la Argentina, cuando tiene las mismas condiciones del mundo, generará un boom en ese aspecto. Es un ejemplo más de lo que significa igualar condiciones. De la misma manera que se está haciendo con la energía y con la minería, hay que hacerlo con el resto de la economía transable. Los sectores tradicionales.

-Ser presidente de la UIA en este momento, ¿es bailar con la más fea?

-Tengo doble desafío. Por un lado, internamente, plantear criterios para este nuevo escenario de competitividad, de reglas, de integrarse al mundo. Y, también, con el Gobierno, darme vuelta y pedir la nivelación de la cancha, generar las condiciones para que, a estos sectores, que sí queremos competir, les vayamos sacando ese peso que tienen del costo argentino. Lo que sí te digo es que el empresario quiere competir. Quiere competir con el mundo. Sabe que lo otro era insustentable. Que era algo que, en algún momento, terminaba. El empresario no fijaba las reglas de juego. Eran las reglas y nos adaptamos. Queremos ser parte de este nuevo proceso. Trabajemos juntos para generar las condiciones. Pero que la minería y la energía no sean nuestro escape, la nueva cosecha que nos salve. Tenemos que cambiar la forma de producir en este país. Que todos entendamos que cada obstrucción, cada trámite, cada cosa, genera impacto en los precios. Lo bueno es que tenemos vectores para financiar ese crecimiento.

-¿Cómo ve la posibilidad de acuerdos de libre comercio?

-Veo muchas oportunidades con Europa. Y, también, con los Estados Unidos: creo que puede ser una gran oportunidad para las empresas argentinas. Una debilidad que tiene es que abandonó un montón de sectores industriales. Y se dio cuenta de que ya no puede depender de China como gran proveedor. México también quiere generar acuerdos con la Argentina porque ve que los Estados Unidos van a tener acuerdos con la Argentina y no se quiere quedar afuera.

-¿Qué piensa del régimen de Tierra del Fuego?

-Nació con un objetivo geopolítico, como el de Manaos. Hoy, lo que está pasando es que es más barato fabricar en Paraguay que en Tierra del Fuego. Quizás haya cosas que se puedan promocionar. Pero lo que sí hay que ver es la competencia desleal: no podés tener cosas que están fabricándose en el continente y que los puedas hacer en Tierra del Fuego y cierre uno porque el otro no paga más impuestos que los otros que no pagan. Pero es una situación compleja. También hay mucho capital invertido ahí. Hay que sentarse a dialogar.

Porque... ¿cuál es el drama de la Argentina? Tiene 60.000 empresas industriales. España, que es un país como nosotros, tiene 1,5 millones de empresas: 200.000 son industriales. Misma población, hay un tejido empresario tres veces superior. En empleo, acá tenemos 6 millones registrado, 2 millones en negro; ellos tienen 19 millones de empleo privado. Nuestro problema que en las últimas décadas no generamos las condiciones para que se genere el sector privado que sostenga al sector público. Cuando hacés estas transformaciones del Estado, que están bien, tenés que tener en cuenta que la Argentina no tiene un súper sector privado. Es chico, sobreviviente, resiliente. Está muy bien transformar al Estado. Pero tenés que acompañar al sector privado para que se adecue a esta transformación. El desafío es que la mayor cantidad de empresas industriales de la Argentina se puedan adecuar a este proceso nuevo de normalización de la economía y de competencia, con baja inflación y apertura e integración. La mayor cantidad de empresarios porque ya somos pocos.

(La versión original de esta nota se publicó en la edición número 378 de la revista Apertura, correspondiente a junio de 2025)