Luces y sombras del CEDIN y el BAADE

Primero, lo primero. Las medidas presentadas la semana pasada por Marcó del Pont, Moreno, Kiciloff, Echegaray y Lorenzino no tienen ninguna justificación en un país normal. Lo que más se le parece al CEDIN, por ejemplo, es el Peso Convertible Cubano, instrumento de un país que no debería enorgullecernos imitar.
Sin embargo, los anuncios tienen su lado positivo. Tanto el CEDIN como el BAADE nos alejan un poco del vuelo directo que, hasta ahora, el gobierno parecía haberse tomado hacia el sistema económico venezolano.
Hasta la semana pasada, el gobierno respondía a cualquier problema derivado de sus propias políticas, profundizando el modelo. Frente a la inflación: congelamiento. Frente a la escalada del dólar: cepo. Frente a los fallos judiciales adversos: democratización de la justicia.
No obstante, en esta oportunidad la reacción fue diferente. En lugar de generar más controles y regulaciones, crearon instrumentos que buscan seducir a quienes tienen ahorros en dólares para que los traigan al país. En el caso del CEDIN, se reconoce que la pesificación del mercado inmobiliario es un fracaso y se busca redolarizarlo. En el caso del BAADE se reconoce la crisis energética y se busca financiamiento en dólares.
En este sentido, el blanqueo es un alivio ya que no se acusa a diversos conspiradores contra la economía local sino que se reconoce que la fuga de capitales es un problema que creó, sin ayuda, el propio gobierno y se intenta dar, desde el gobierno, una respuesta.
Ahora bien ¿tendrán efecto estas medidas? Lo que se busca con ellas es, por un lado, reactivar los sectores inmobiliario y energético y, en palabras del ministro de economía, traer dólares al país para volcar en el circuito productivo.
Es probable que el mercado inmobiliario reaccione bien. Lo que allí faltaban eran dólares y el CEDIN es una manera, un tanto engorrosa, de que los dólares vuelvan. Sin embargo, respecto de que vuelvan para transformarse en inversiones e incorporarlos en el circuito productivo, la cosa es más difícil.
Si los ahorros estaban ociosos (ociosos para el gobierno, no para los ahorristas) fuera del país o en el colchón, no es porque los argentinos tenemos una desmedida propensión marginal al ahorro en dólares sino porque la Argentina en los últimos años mostró tener una pésima calidad institucional, a lo que se suma la inflación, el aumento del gasto que deriva en aumento de impuestos, y una creciente cantidad de controles y regulaciones que afectan la propiedad privada de las personas. Frente a un ambiente tan hostil, el ahorro en dólares lejos del circuito productivo legal funciona como refugio.
Entonces, si no hay cambio alguno en el contexto de fondo del país (a lo anterior agreguemos el cepo cambiario) ¿quién va a estar dispuesto a volcar sus ahorros en el circuito legal cuando ya logró lo que quería que era, precisamente, alejarlos lo más posible? Como la respuesta es nadie o algunos pocos aventurados, la medida, en términos generales, posiblemente termine en fracaso.
Allí veremos si el gobierno continúa por la senda de este moderadísimo pragmatismo o vuelve a radicalizarse en su desesperación por ayudar a la economía que, voluntariamente o no, él mismo se empeña en hundir.
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