

Hay gente que cuando piensa en una comida o una bebida no puede dejar de transportarse mentalmente a un destino; lo mismo que al pensar en un sitio, sus aromas y sabores se vuelven presentes. Spritz es Venecia, trucha es Patagonia, tapas por España y hasta un sencillo choclo con manteca no puede más que remitir a la Praia.
Cuando se piensa en la Villa de Merlo y sus alrededores es posible sentir el aroma de un chivito al horno de barro. Y sitios como Cabeza de Indio o el Casino Dos Venados vienen a la memoria de manera inmediata con imágenes pantagruélicas.
Pero también hay espacio para el recuerdo de sutiles infusiones de menta, peperina, melisa, carqueja y decenas de hierbas que crecen con generosidad en las laderas de las sierras. Lo mismo que los duraznos, higos, nueces y muchos más.
Paisajes gastronómicos
Pasos Malos es el nombre de un paraje ubicado a unos 8 kilómetros de la Villa de Merlo, en el noreste de San Luis. Allí se encuentra uno de los mejores sitios para comer en esa región: Cabeza de Indio. En temporada alta o durante los fines de semana largos con mayor movimiento, lo saludable es hacer una reserva. Si no es muy posible que uno llegue hasta el lugar para sentarse a la sombra de un árbol mientras otros más previsores comen lo que uno hubiera deseado, que aquí se resume en excelentes empanadas fritas, deliciosos chivitos al asador o al disco, o bien pollo relleno al horno de barro. No se espere el viajero un sitio con grandes lujos en la vajilla o el mobiliario; las mesas de madera o piedra se ubican generalmente en el exterior porque es en las vistas del valle y en el entorno en donde Cabeza de Indio se luce. Si se elige el paraje para cenar, lo más probable es que un cielo cargado de estrellas sirva como telón de fondo para ver, allá abajo, las luces de Merlo. La atención es buena y el precio correcto, algo que no siempre ocurre y por eso es bienvenido. Adicionalmente, el restaurante es un buen sitio para empezar a remontar el arroyo de Piedra Blanca hasta el filo serrano, un paseo que debe hacerse con guía y que insume entre ida y vuelta unas ocho horas.
También con espíritu rústico y excelentes paisajes para disfrutar, el parador Lyon, ubicado en Rincón del Este, a mitad de camino entre la ciudad y la parte más alta del camino que sube a las sierras, es otra alternativa para quien busca combinar buena comida, porciones abundantes y ese espíritu propio de los pueblos. Con gente amable, sin protocolos incómodos ni snobismos. Pero además con una excelente cerveza artesanal.
Propuestas originales
Proyecto cultural con excusa gastronómica, así se define La Pulpería de los Urquiza, uno de los sitios más interesantes para comer y disfrutar en el centro de Merlo. Una barra equipada hasta con una balanza Bianchi legítima con varias décadas encima y decenas de botellas antiguas, mesas y sillas con historia, y una carta que es un canto a la tradición, la pulpería es un lugar en el que uno puede entrar y pedir un "vermú", así, con acento en la u, y el pedido será respondido con diligencia. Y es un proyecto cultural porque se nutre de la escritura y la poesía de Felipe Urquiza, alma máter del lugar, pero también de los espectáculos que circulan periódicamente por el salón de la pulpería.
Otro comedor con identidad propia es Merlín, una casa de té que con más de una década ya alcanzó el status de clásico local. Ubicada en la zona de Carpintería, en medio de la sierra, es un lugar cálido, con excelente atención y productos artesanales, todo en una casa de madera que parece salida de un cuento. Los tés del lugar son lo más recomendable, junto con la pastelería y la visita al vecino El rincón de la oma, que queda en Carpintería, subiendo para La Serenidad.
Finalmente, para quienes busquen algo de glamour, el mejor restaurante de la comarca está ubicado en la vecina Cortaderas, a unos 20 kilómetros de Merlo, en un histórico galpón de casi 200 años que da nombre al lugar: El Adobe. Comandado por el chef Giorgio Fabrizio, este espacio elegante sirve los clásicos regionales como los chivitos y truchas serranas (que se producen en la cercana chacra Irideus), pero también sorprende con unas Coquille Saint Jacques o unas pastas que hacen honor a la ascendencia del cocinero.
Aunque todo se ve y se siente más rico cuando por la ventana se deja ver algarrobos, molles y la sierra entrando en el salón. z we