Desde hace varios años se escucha en cada seminario de marketing turístico que "lo que cuenta es la experiencia", y que los destinos proveen a sus visitantes vivencias, recuerdos para el futuro. Bariloche tiene al menos cuatro propuestas gastronómicas nocturnas fuera de serie que podrían servir de ejemplos para apoyar esa idea.

Porque en los cuatro casos, todos ellos diferentes, no solo se trata de qué se pone encima del plato, ni solo del paisaje que se cuela por una ventana, sino de una verdadera experiencia integral.

El Refugio de Arelauquen

Comer en Arelauquen es una experiencia fantástica. Cassis, su restaurante, es uno de los grandes sitios patagónicos para disfrutar de la gastronomía. Los ventanales que dan al campo de golf de este country recostado sobre el lago Gutiérrez aportan belleza a las creaciones del dúo Müller y Wolf. Pero la experiencia gourmet del lugar no concluye allí. Arelauquen creó El Refugio, un espacio enclavado a 1.300 metros sobre el nivel del mar, en un filo del Cerro Otto, desde donde se avistan los lagos Nahuel huapi, Gutiérrez y Moreno.

La cena no comienza en la mesa, sino mucho más abajo, al inicio de un camino en el bosque. Con la compañía de un guía se emprende un recorrido en motos de nieve, que sortean el desnivel siguiendo una senda que zigzaguea entre lengas y coihues añosos.

Recorrer el bosque durante la noche ya genera una predisposición especial. Y al llegar al refugio, el deck exterior capta el interés del viajero de inmediato. Mientras, en el interior un cálido fogón invita a relajarse para disfrutar de las clásicas fondues de quesos y chocolate. Tablas de quesos, fiambres ahumados y patés completan una propuesta perfecta.

La Cueva

El cerro Catedral es el centro de esquí más grande de Sudamérica. Cualquiera puede encontrar qué hacer en la montaña porque la oferta contiene de todo. Y ese de todo, incluye una travesía hasta llegar a La Cueva. Si en Arelauquen el trayecto y las vistas eran fundamentales, aquí el recorrido culmina en un restaurante inimaginable: como su nombre lo indica, el exclusivo comedor para 20 personas es ni más ni menos que una cueva natural en medio de un bosque centenario.

La Cueva funciona de día y de noche. Se puede almorzar, tomar el té o cenar. Lo que cambia es el paisaje. Y de acuerdo a la época del invierno, se llega hasta el lugar en moto de nieve o en cuatriciclos. El restaurante en sí se ubica a 1.400 metros sobre el nivel del mar, y está ambientado como un gran living con hogar y cocina a leña. La propuesta gastronómica gira en torno a los sabores y preparaciones típicas de la Patagonia, que llegan en formato de degustación.

Refugios eran los de antes

Tiempo atrás, el refugio del Cerro López era amplio pero todo en él era sencillo, adecuado para montañeros más o menos avezados que seguían viaje hacia el Bailey Willis o que se quedaban a escalar en la cara norte. El tiempo pasó y el turismo fue generando nuevos modos y sitios, como el parador Roca Negra, ubicado a 1.220 metros sobre el nivel del mar (400 metros por debajo del refugio tradicional). Y así es como treinta años más tarde uno puede subir al cerro en una 4x4 para disfrutar de una fondue con show musical y terminar el día con un atardecer increíble, para volver al hotel cuando ya la noche se hizo dueña del lugar.

Al Este de la ruta 40, donde no muchos viajeros saben que también hay atractivos típicos de Bariloche, se ubica el valle del Challhuaco. Y allí, alrededor del refugio Neumeyer, se puede combinar el 4x4 más extremo, el esquí de fondo y la buena mesa. La propuesta es similar a las anteriores, pero lo que se pierde de glamour se gana en contacto con la naturaleza. Porque se arriba en camionetas hasta el refugio, y mientras se termina de preparar la cena, los comensales participan de una caminata con raquetas en los alrededores de un bosque iluminado por la luna. Al regresar, las mesas están servidas y la cena transcurre a la luz de las velas.

Lo mismo puede decirse de la Noche Nórdica en el Cerro Otto. El camino para llegar al refugio se desanda en cuatriciclos biplaza 4x4. Se hace un alto en un mirador que permite tomar fotos de la ciudad iluminada y se comparte un vino caliente (y especiado, según el uso en el Norte de Europa), y luego se continúa hasta el refugio en donde una gran tabla de ahumados, quesos y fiambres patagónicos toma protagonismo.

Entre la propuesta más económica y la más costosa median más de $ 700. Habrá quienes se inclinen por el ambiente sorprendente de La Cueva, quienes prefieran el sello de gastronomía de alto nivel de Arelauquen, y quienes busquen mantener una experiencia más serena en el refugio junto al fogón. En todos los casos, habrá un denominador común: Bariloche habrá podido brindarles esa experiencia que se quedará prendida en la memoria. Y quizás, después de todo, habrá que darle la razón al manual de marketing turístico. z we