Terminar de ordenar la economía antes de que se desordene la política
A Milei le irá como le vaya a la economía. Aunque la afirmación es simple, contiene lo esencial: la principal demanda que impulsó el deseo de cambio político en 2023 fue la necesidad de reparar una economía deteriorada, y por ello, ese objetivo seguirá siendo el eje central que definirá la naturaleza del proceso político a lo largo de 2025.
Ese desafío económico se ha visto agigantado por las condiciones políticas. El resultado electoral de 2023 produjo la peor configuración del sistema político posible para enfrentarlo. Las condiciones de gobernabilidad bajo las cuales se inició este ciclo eran las peores para tomar con rapidez las decisiones que había que tomar.
Pero la demanda ciudadana de cambio (la mayoría que eligió al presidente) terminó operando para forzar -por parte del sistema- una suerte de adaptación ad hoc a la circunstancia de excepción que rodeaba al proceso, y facilitar la acción inicial de un gobierno en hiperminoría. Milei pudo avanzar poque la gente reclamaba soluciones, y la oposición política y la justicia no se animaron a obturar la acción de gobierno, aun pudiendo haberlo hecho.
Esa condición de gobernabilidad de excepción que se generó por la demanda ciudadana de cambio, puede ir desapareciendo con el paso del tiempo y liberar la acción obstaculizadora de la oposición política, si los apoyos sociales al gobierno se transforman en malestar social por falta de resultados económicos. Por esto, el desafío para Javier Milei sigue siendo ordenar la economía (lograr resultados) antes que se desordene la política (que la oposición sienta que puede ofrecer resistencia, producto de un malestar social creciente), porque este estado de excepción que le permitió avanzar al inicio, no estará garantizado durante el próximo año electoral.
Un menor esfuerzo
El año próximo no tendrá el costo del esfuerzo inicial de corrección de desequilibrios económicos que asumió el gobierno al tomar las primeras medidas económicas durante este 2024. Si bien se deberá mantener el superávit y habrá que seguir corrigiendo precios relativos, entre ellos las tarifas de los servicios públicos, no será un esfuerzo de la misma magnitud que el inicial. Es probable pensar que el año que viene será económicamente mucho más favorable para el gobierno.
Pero 2025 sí presenta muchas dudas sobre qué tipo de recuperación económica va a haber, y qué tipo de percepción tendrá la gente sobre esa recuperación. La recuperación del salario, verificada con claridad en este segundo semestre de 2024, fue una recuperación que no se tradujo en la misma magnitud en los niveles de consumo. Ello es porque los ingresos sufrieron un cambio de composición: a los hogares le creció el costo fijo por los ajustes tarifarios y la población tuvo que destinar más parte de sus ingresos a cubrir esos gastos que no generan satisfacción, y los mismos hogares tuvieron que recortar el gasto variable, que es el consumo que sí da satisfacción.
Por ello, habrá que esperar a ver el desempeño económico de 2025 para determinar con qué competitividad llegará el Gobierno a la elección de medio término. Una elección que es crítica para determinar la consolidación del ciclo político.
¿Cómo pensar las elecciones 2025? ¿Qué sería para el oficialismo una buena elección y que sería una mala elección? Si el oficialismo saca más del 40% de los votos a nivel nacional seguramente tendrá un resultado victorioso y de consolidación de ciclo. Si saca entre 35% y 40%, obtendrá un buen resultado pero su real valor dependerá de que ninguna oferta opositora supere ese caudal electoral, es decir, ya se empezaría a necesitar fragmentación opositora. Si saca entre 30% y 35% estaríamos en un escenario de una mala elección para el Gobierno. Y finalmente si el oficialismo saca menos de 30%, nos presentaría un escenario de derrota para el gobierno, y la posibilidad de entrar en una zona de mucho riesgo político.
El desafío de la gobernabilidad
En definitiva, más que para cualquier otro gobierno que ejerce el poder en condiciones reducidas de gobernabilidad, el sostenimiento de los apoyos sociales es crítico. El desempeño electoral es la consecuencia de ello, pero en todo caso estamos frente a un gobierno que no solo necesita ganar la elección de medio término, sino demostrar que sostiene los niveles de apoyo social elevados para que ello le permita ganar márgenes de autonomía decisional. Porque si los apoyos se le esfuman, esa circunstancia provocará que la oposición sienta que puede ofrecer una mayor resistencia, lo que reduciría aún más los márgenes de acción del gobierno.
Toda esta sintomatología del proceso nos lleva a entender por qué el gobierno optó por tratar de ofrecerle a la sociedad un sufrimiento marginal sostenidamente decreciente. Es decir, que cada día que pase esté un poco mejor o un poco menos peor. Y por ello la política económica ha tenido un sesgo probaja de la inflación, porque la inflación era el indicador económico que más padecimientos estaba ocasionando. Era necesario demostrarle a la gente que el esfuerzo hecho valía la pena. Pero ese sesgo probaja de la inflación es un sesgo que puede afectar el ritmo de la recuperación, sobre todo para un gobierno que no prenderá el motor del consumo público para dinamizar la demanda agregada, y que todavía no está logrando atraer grandes flujos de inversión para potenciar la reactivación de la economía.
Ese será el desafío político de 2025: cómo seguirá recuperando la economía, cuánto de esa recuperación sentirá el público y, como consecuencia de ambas cosas, cómo le ira al gobierno en las elecciones. Porque en última instancia, para sacar esta rueda empantanada del carro que es la economía, se necesita el motor haciendo girar la rueda, pero también se necesita gente empujando el auto para que la rueda salga de la huella empantanada. Para que esto salga bien, la gente tendrá que seguir empujando un poco más. Veremos si eso ocurre en 2025.
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