Definitivamente, 2024 fue un año de ordenamiento macroeconómico. El nuevo gobierno estableció un programa que puso fin al déficit fiscal, se eliminó la deuda del Banco Central y el déficit cuasifiscal que esta deuda generaba. Al mismo tiempo se estableció un esquema cambiario que, si bien por ahora mantiene el control de capitales (cepo), permitió cierta estabilidad cambiaria, luego de una devaluación inicial. El resultado de todo esto es la baja de la inflación, una expansión del crédito y un ordenamiento de las cuentas públicas. Sin embargo, de consolidarse la situación fiscal y monetaria, la mayor parte de los resultados positivos en materia de actividad, inversiones y empleo deberían verse en 2025, en la medida que se logren ir desarmando los controles de cambio y otras regulaciones que restringen a la economía.
La actividad económica inició 2024 reforzando la tendencia bajista que había mostrado desde septiembre de 2023 cuando comenzó la recesión. Principalmente, se observó un fuerte retroceso en la actividad industrial, la construcción y el comercio. Sin embargo, la economía encontró su piso en marzo-abril pasado y desde julio ha comenzado un proceso de recuperación que esperamos que se afiance en la última parte del año, de la mano de una recuperación del ingreso de las familias, una mayor oferta de crédito al sector privado, y de una macroeconomía mucho más ordenada de la que tuvimos al comienzo de 2024.
En el corto plazo, creemos que la desinflación se consolidará y la economía continuará creciendo a un ritmo moderado. Todo esto está supeditado a una liberación ordenada del cepo, que sin lugar a dudas el principal desafío que tiene el gobierno en los próximos meses.
Eliminar el cepo
La eliminación del cepo cambiario es crucial para el sostenimiento y éxito de un programa económico orientado al crecimiento. Sin este tipo de restricciones, se pueden impulsar áreas clave: las inversiones, el acceso a financiamiento externo, el crecimiento de la infraestructura y la creación de empleo. Un mercado de cambios sin controles permite un entorno más competitivo que genera salarios más altos, mayor productividad y, en última instancia, una mejora en los ingresos de los hogares.
En la actualidad, las condiciones del mercado global y los avances del programa económico generan un contexto favorable para repensar la política cambiaria. Esto plantea una muy buena oportunidad para liberar el control de cambios, avanzando hacia una economía sin restricciones, en los próximos meses.
De ser así es altamente probable que durante 2025, veamos una economía que consolida la recuperación de la actividad económica, recobre todo lo perdido durante este año y sume una mejora en la inversión que por ahora viene medio retrasada. En efecto, la inversión, estimamos, cerrará el año 2024 con una caída del orden del 20%, con similar trayecto tanto en la construcción como en equipos durables de producción. Para el año próximo estimamos un repunte de la inversión a partir del segundo cuarto del año, que dependerá en buena medida del camino que siga la unificación cambiaria y levantamiento del cepo, en segundo lugar, del resultado del blanqueo y de los incentivos que pueda dar el gobierno nacional para las inversiones productivas, a través del RIGI y en tercer lugar de una consolidación en la expansión del crédito al sector privado que hoy se expande a un ritmo del 10% mensual en términos reales.
Por su parte, el mercado laboral parece haber soportado bien el cimbronazo del ajuste, al menos en cuanto a puestos de trabajo se refiere. El desempleo relativo al segundo trimestre del año fue de 7,6%, una cifra dentro de los márgenes usuales en nuestro país. En donde se muestra el efecto del ajuste y caída de la actividad con toda su fuerza es en los salarios reales, que llegaron a mostrar una caída de más de 22% anual en marzo, y que cuyo último dato disponible, relativo a julio, alcanza una baja de 15,7%, siempre medido en precios constantes.
Ganar terreno
Afortunadamente, a partir del piso que se tocó en marzo, los salarios privados fueron recuperando terreno, creciendo por encima de la inflación, con los salarios públicos y los informales más rezagados, aunque también mostrando algún avance. El último dato del RIPTE, de agosto, mostró una contracción de 0,4% de los salarios en términos reales, cortando cinco meses de subas, pero estimamos que la recomposición salarial seguirá adelante gracias a la paulatina recuperación de la actividad, junto con los números macroeconómicos más ordenados que podrían mejorar la productividad.
Con todo, el promedio salarial, ajustado por inflación, cerrará el 2024 con una caída que estimamos en 11,1%, que se sumará a las contracciones que se vienen sucediendo desde 2018, para anotar el récord de siete años consecutivos de caída real de salarios, período donde la pérdida acumulada llega al 33%. Este proceso sin dudas se cortará el año entrante, período para el que estimamos una expansión del salario real en promedio de 18,5%.
En términos generales para 2025 deberíamos observar una mejora en los resultados el programa económico en materia de actividad. Por un lado esperamos un rebote en la economía que permita recomponer la producción, así como la consolidación de la baja de la inflación y una normalización de mercado de cambios. Como consecuencia de todo ello, también el salario real debería mostrar signos de recuperación, que de cumplirse también ayudaría a reducir la pobreza. Sin embargo hay riesgos, que pueden prevenir tanto el contexto internacional como del contexto político actual. Entre los principales riesgos internacionales tenemos la posibilidad de que baja el precio de las commodities y se deterioren los términos de intercambios o que la política de baja de tasa de interés a nivel internacional se detenga inesperadamente. Todo lo cual podría reducir el flujo de divisas hacia el país, haciendo más difícil la estabilización de la economía. De la misma manera, un excesivo ruido político que ponga en riesgo el equilibrio fiscal, o que pueda impedir, detener, o demorar las reformas que necesita la economía o que demore innecesariamente la normalización de la economía pueden provocar un retroceso o de la recuperación económica o de la inflación. Sin embargo, creemos que si bien algunos de estos riesgos puedan materializarse parcialmente, no es probable que se den todos de manera que puedan modificar radicalmente este escenario. En 2025 deberían verse resultados más palpables del ordenamiento económico que lleva adelante el Gobierno.
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