

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, analiza volver a pactar la relación de su gobierno con el sector privado. Pero no definió aún una estrategia ni la persona para conducir esa tarea. El perfil ideal para construir ese puente sería el de alguien como el ex ministro Antonio Palocci, aunque no él mismo.
El Palacio do Planalto evalúa que cometió dos errores de cálculo. Uno fue imaginar que la caída de 525 puntos de la tasa de interés básica, Selic, entre agosto de 2011 y marzo de este año -pasó de 12,5% a 7,25% anual-sería un inmenso incentivo para la inversión privada.
Otro fue resignar cerca de R$ 30.000 millones en ingresos para otorgar desgravaciones sobre la nómina salarial, comprometiendo las metas fiscales a cambio de un aumento de la inversión.
Fue una ilusión del gobierno, dijo una alta fuente del Planalto, explicando que esas medidas surgieron por las demandas que hicieron los empresarios a la presidenta durante las reuniones que mantuvieron en 2012.
Al contrario de lo que pensaba el gobierno, el lucro financiero de las empresas cayó por la reducción de los intereses, y recuperaron el margen de lucro por la desgravación, según esa fuente.
Dilma busca ahora retomar el diálogo sobre nuevas bases, y camina en ese sentido vislumbrando un segundo mandato. La presidenta se aproximó a los líderes del Congreso -cada quince días se reúne con los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado-y a los movimientos sociales.
Dilma está atendiendo los temas sugeridos por los empresarios, pero la forma molesta, constató una fuente vinculada a la industria. El Planalto tiene conciencia de la dimensión y los efectos de esa incomprensión.
Detrás de esa preocupación está la percepción de que, mientras prospera la desconfianza, las inversiones no se expandirán y, por eso, no habrá un crecimiento sostenido. Dilma cuenta con este año para exhibir buenos resultados en la actividad económica. En 2014, la presidenta estará en campaña por su reelección.