El deterioro de las cuentas públicas inquietó más a los mercados que siguen sin creer en la política económica del gobierno brasileño.

El ex ministro Antonio Delfim Netto, consejero informal de la presidenta Dilma Rousseff, es crítico tanto del contenido como de la forma de administración económica de este gobierno y, especialmente, del expansionismo fiscal.

Delfim Netto, que apoyó al gobierno del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de quién es amigo, está preocupado con la tormenta perfecta que puede caer sobre Brasil. Considera muy alto el riesgo de que las agencias de calificadoras de riesgo decidan rebajar la nota brasileña en el mismo momento en que la FED comienza a reducir los estímulos monetarios creados para capear la crisis.

Desde el año pasado, Delfim Netto viene advirtiendo sobre la pérdida de confianza del sector privado en el gobierno de Rousseff y acerca de las consecuencias que puede generar ese distanciamiento sobre las inversiones en el país.

Hay una especie de depresión psicológica en la clase vinculada al capital. La otra clase está en una situación mejor, aumentó su nivel de bienestar, está comprando casa propia. Está la urna y el mercado. Si las urnas se portan mal, aunque demora algún tiempo, el mercado termina vengándose. Mire lo que pasa en Argentina, analiza.

-Los datos de septiembre mostraron un fuerte deterioro de las cuentas públicas. ¿Qué puede suceder de ahora en adelante?

-Caminamos hacia un déficit fiscal de 3% del PBI este año y de 4% del PBI en 2014. Ese es el déficit nominal, que no superaba el 2,5% del PBI. Creo que la estimación del Banco Central sobre la deuda bruta no tiene sesgo y el Fondo Monetario Internacional podría aceptarla. Hoy, la deuda como proporción del PBI no sería algo trágico, pero la perspectiva es preocupante.

-¿Por qué?

-En condiciones normales, el año terminaría con un déficit nominal de 2,5% del PBI y la deuda bruta en 60% del PBI. Hoy, creo que la posibilidad es que lleguemos a 3%, o un poco por encima de 3%, del PBI de déficit nominal.

-¿Los mercados están reaccionando a un mayor riesgo en el futuro, y no al deterioro que ocurrió?

-Mi opinión es que lo que molesta al mercado financiero interno y externo, y también a las instituciones internacionales es que, si el gobierno no combate de manera enérgica esa perspectiva, el país camina hacia una rebaja del rating. Caminamos hacia una situación muy complicada. No es la situación de hoy, pero la perspectiva de que caminamos hacia una situación fiscal peor es lo que genera todo ese malestar.

-Usted escribió recientemente sobre el riesgo de la tormenta perfecta. ¿Brasil vivió en el pasado situaciones parecidas?

-La rebaja del grado de inversión, en caso de ocurrir, puede coincidir con la reducción del quantitative easing en Estados Unidos. Si se combinan las dos cosas, tendremos lo que llamé la tempestad perfecta. Vimos eso en 1979, 1983, 1998 y 2002. La situación actual no es tan buena como cree el gobierno ni tan mala como afirma la oposición. No es desesperante. Pero la perspectiva preocupa porque se está estimulando una dinámica perversa en la que, al mismo tiempo se aumenta la tasa de interés real y disminuye el crecimiento. Eso exigirá un superávit primario cada vez mayor para mantener la deuda bruta donde está.

-¿Cómo debería prepararse el país para ese riesgo de la tormenta perfecta?

-Se necesita un gran esfuerzo para restablecer la confianza entre el gobierno y el sector privado. Recientemente, una parte del sector que apoya al gobierno hizo un esfuerzo para intentar obtener, en el Congreso, la independencia del BC. Lo veo como algo dudoso, pero todo bien, a las personas les gusta creer en duendes. ¿Por qué esa idea surgió ahora? Para intentar acomodar la posición del gobierno en relación al sector financiero, que da a ese factor (la autonomía del BC) un valor más alto del que tiene. No existe BC independiente. El último chiste es que la Fed es independiente. Pero aprobar esa medida sería un símbolo, una manifestación de que el gobierno no es intervencionista, que es a favor del mercado, del sistema financiero, que el gobierno aprendió, que comprendió. Pero no tuvo un buen resultado.

-¿No cree que es tarde para intentar una aproximación al sector privado?

-Nunca es tarde. Y no hay ninguna garantía que las urnas vayan a cambiar eso. Hoy la probabilidad es que la presidenta Dilma Rousseff sea reelecta. En la medida en que las personas se convencen de que es quien tiene la mejor probabilidad para lograr la reelección, se hace más fácil esa aproximación. Es necesario desmontar la idea de que el gobierno está en contra del funcionamiento de los mercados y que quiere intervenir en todo. La desconfianza genera dudas sobre las tasas de retorno de las inversiones futuras y las traba. Si el gobierno consigue reestablecer la confianza vamos a asistir a un cambio muy importante para la economía.

-El gobierno necesita al sector privado. ¿Qué necesita para cooptarlo?

-Una actitud. Por ejemplo, el gobierno no puede perder la reforma del ICMS (Impuesto sobre la Circulación de Mercancías y Servicios), cuyos efectos hoy esconden al menos el 1% del crecimiento por año. El gobierno no puede dejar pasar esa oportunidad de ninguna manera. Es hora de enfrentar la flexibilización del mercado de trabajo, es hora de enfrentar y aprobar el proyecto de tercerización, cambiar el seguro-desempleo, que es un asalto al Tesoro Nacional. Tiene que dar una demostración clara. El sector privado tiene dos aspectos: en la urna es una enorme minoría, pero es quien genera el crecimiento.