Barak Obama llega a Brasil con un clima más amigable que en tiempos de Lula

Cuando la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue electa, las relaciones entre el país y Estados Unidos atravesaban su peor momento en años. El Consejo Nacional de Inteligencia, organismo estadounidense responsable por trazar estrategias a largo plazo para las políticas militar y externa, discutía por qué el gran vecino ubicado más al sur, con quién EE.UU. comparte valores como democracia y libre mercado, había votado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) contra las sanciones a Irán, acusado de desarrollar un programa nuclear.
Ambos lados no coincidían en temas como el polémico golpe contra el gobierno de Honduras, el socorro humanitario a las víctimas del terremoto en Haití, el intento de EE.UU. de ampliar su presencia militar en Colombia, la política monetaria expansionista del país del norte.
Pero de repente, el clima cambió. En una entrevista al diario Washington Post, en diciembre, Rousseff marcó importantes diferencias con el régimen iraní. Rechazó la lapidación de Sakineh Mohammadi Ashtiani, condenada a muerte por supuesto adulterio, y extendió la mano para el gobierno de Barack Obama. Intentaré construir lazos más cercanos con EE.UU., dijo la mandataria.
Rousseff intentó cambiar el comando de Itamaraty. Salió Celso Amorim, que tuvo una relación abrasiva con EE.UU., y entró un diplomático de la nueva generación, Antonio Patriota que fue embajador en Washington y entiende el pensamiento de los norteamericanos.
EE.UU. respondió rápido. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, sacrificó el final de año para estar presente en la asunción de Rousseff, y Obama anunció un viaje al país (llega a Brasilia el 19 de marzo), en una extraña mención sobre asuntos externos realizada por un presidente en su tradicional discurso al Congreso y la Corte Suprema.
El gobierno de Obama estaba ansioso por aproximarse al nuevo gobierno brasileño, y viceversa, dijo Michael Shifter, presidente de Interamerican Dialogue. Es un esfuerzo para reiniciar la relación, después de un difícil período en el último año del gobierno de Lula, señaló Mauricio Cárdenas, director de Latin American Initiative, en Brookings Institution.
Sin embargo, pocos en Washington creen que los problemas se superaron. Rousseff realizó declaraciones contra el abuso a los derechos humanos en Irán, pero no se pronunció sobre el programa nuclear del país. Tampoco se sabe cómo se resolverá la readmisión de Honduras a la OEA.
Una fuente del Palacio del Planalto afirmó que la visita de Obama a Brasil ayudará a quebrar el hielo, y si es exitosa, contribuirá a establecer una cercanía diferente entre él y Dilma. La relación personal entre los presidente Lula y (George W.) Bush constituyó una base importante para la buena relación entre Brasil y EE.UU. en los últimos años, señaló Roger Noriega, que fue secretario de relaciones con América latina en el Departamento de Estado durante el gobierno de Bush y es investigador del American Enterprise Institute.
Sin embargo, las relaciones entre Brasil y EE.UU. comenzaron a deteriorarse en la gestión de Bush, en parte debido a la política estadounidense en Medio Oriente y el fracaso de las negociaciones para el ALCA.
La relativa falta de empatía de Obama con América latina sorprende, porque el inicio de su gobierno fue promisorio. En abril de 2009, con tres meses en el cargo, el presidente de EE.UU. arrancó aplausos en una reunión de la cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago al defender un nuevo comienzo en las relaciones entre EE.UU. y Cuba. Conversó con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y prometió cambios en las relaciones con América latina. La política de EE.UU. no debe ser de interferencia en otros países, lo que también significa que EE.UU. no puede ser acusado de todos los problemas que suceden en la región, dijo.
La relación comenzó a hacerse agria a fines de julio de 2009, con la destitución del presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Obama le aseguró a Lula que llevaría a Zelaya de regreso al poder, afirmó Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research. Finalmente, EE.UU. reconoció al gobierno elegido en comicios convocados por los militares.
Las cosas empeoraron más con el anuncio de que EE.UU. planeaba instalar nuevas bases militares en Colombia. Y se llegó al fondo del pozo cuando Brasil votó contra las sanciones a Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU, el año pasado.
De todos modos, Estados Unidos y Brasil consiguieron llevar adelante una agenda relevante el año pasado. Llegaron a un acuerdo en la disputa sobre los subsidios a la producción de algodón y el país del norte fue fundamental para garantizar el aumento de las cuotas de Brasil en el FMI, usando el poder de veto para presionar europeos, que se oponían a la reforma.

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