Las cápsulas de Marcello // Por Marcello Vaccari (*)

Palabra responsable

La cápsula anterior se refería a la palabra de todos los días esa que es inofensiva. Pretendo subir de nivel a las palabras en boca de personas con poder de todo tipo en dos situaciones: cuando practican el "hablemos sin saber ", pero en especial, cuando son malintencionadas; dejando en claro que el problema serio es cuando producen daño.

Que gran don la palabra y que poder inmenso, teniendo en cuenta quien la dice, cuando y porque. Hablar puede ser fácil pero exige una responsabilidad por las consecuencias de lo que se dice, en especial si daña o si incita a la violencia.

Hay casos en se busca dañar al otro, se lo difama; pero aún peor es cuando el hablar produce consecuencias negativas para la mayoría o para el país, por ejemplo generando incertidumbre. Lo vemos a diario en boca de políticos, periodistas, empresarios, sacerdotes, sindicalistas, funcionarios, artistas y toda persona con poder para influir vía los medios de comunicación. Parecería que hablar no genera responsabilidad alguna para quien dice cualquier cosa y mucho menos vergüenza, pudor o arrepentimiento.

Algunos pueden no creer, pero cuantas veces palabras malintencionadas han generado violencia, corridas cambiarias y/o bancarias, desestabilización, repudio a inocentes y como se ha pretendido con palabras incitar reacciones para impedir debates o incluso para que dejara de sesionar el Congreso. Esas mismas bocas luego defienden o justifican casi cualquier cosa. Se habla y se ha hablado tanto por hablar que le hemos quitado valor a la palabra; será tal vez que no existe más el freno de la educación, cordura, responsabilidad, sentido común, amabilidad, justicia y más importante aún el patriotismo.

Quienes tienen poder de cualquier tipo deben subordinar sus intereses al bien de la Argentina. Como ciudadanos nos tiene que importar si palabras desafortunadas o malintencionadas de un político incitan a la violencia, si lo que dice un economista genera una corrida del dólar al día siguiente o si planteos de un sindicalista o un grupo social paran al país para que unos pocos logren algo tomando como rehenes al resto. La mayoría silenciosa, que cumple con su deber, estudiando, trabajando, que no milita y que simplemente aporta su grano de arena a la economía del país; está harta que la palabra de algunos afecte la paz y la vida cotidiana; queremos un país normal.

Escuché muchas veces decir que antes de hablar hay que morderse la lengua y contar hasta diez, pensar y luego decir. A ver si los que pueden hacer daño con sus palabras lo ponen en práctica de una buena vez, de paso podríamos agregar que hacerlo es un acto de verdadero patriotismo; un bien cada vez más raro y escaso.

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