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FMI, dólares y sequía: la letra chica del acuerdo y qué margen queda para volver a negociar metas

Si bien convalidó cambios en la acumulación de reservas, se mantuvo estricto con la disciplina fiscal. Una cláusula le permitiría al Gobierno relajar el ajuste, pero el staff técnico es reticente.

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Hace un año, cuando se negoció el Programa de Facilidades Extendidas (EFF) con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Gobierno dejó escrita una cláusula para "recalibrar" las metas de acumulación de reservas y fiscal si sobrevenía una sequía. En aquel entonces, el staff técnico admitió que el acuerdo estaba sujeto a "riesgos excepcionalmente altos" y que uno de ellos era algún evento climático que limitara las exportaciones agrícolas. Ante esa eventualidad, ahora real, recomendó "preservar la disciplina fiscal".

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Todo está escrito en los documentos oficiales que validaron la renegociación del crédito por u$s 45.000 millones entre Argentina y el Fondo. Esa tensión entre la necesidad de recalibrar el programa y la posibilidad de hacerlo sin afectar la meta de déficit se nota ahora que la sequía derrumbará las exportaciones y los ingresos asociados a ellas en hasta u$s 20.000 millones, según Ecolatina.

Cláusula gatillo

La Carta de Intención que firmaron, en aquel momento, el ministro de Economía Martín Guzmán y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, advertía, en el punto 11, que existían "importantes incertidumbres". La más palpable entonces era la invasión de Rusia a Ucrania y su impacto en los precios de la energía y los alimentos. Pero mencionó: "Shocks relacionados con el clima podrían afectar a nuestras exportaciones con implicaciones negativas en la entrada de divisas y los ingresos fiscales". Por el contrario, si las condiciones externas fueran más favorables, la recuperación podría acelerarse.

Martín Guzmán recordó que una cláusula permite recalibrar el acuerdo ante una sequía.

En su reaparición pública, el exministro Guzmán recordó, en radio AM 750, que "el punto 11 del acuerdo habla de 'shocks' que pueden hacer necesario recalibrar ciertas metas".

"Recalibrar rápidamente"

El staff técnico elevó, en aquel momento, un documento al directorio en el que advirtió varias veces sobre el impacto que una sequía puede tener en el programa económico. "El programa está sujeto a riesgos excepcionalmente altos", se cubrió. Mencionó efectos de la pandemia, el endurecimiento de la política monetaria global, la guerra y la resistencia política y social al programa. Pero agregó que "shocks relacionados con el clima podrían dar lugar a una fuerte disminución de las exportaciones agrícolas y la entrada de divisas".

"El staff reconoce que los riesgos del programa son extremadamente elevados y que será necesario recalibrar rápidamente el programa si los riesgos se materializan", se lee en el punto 59 del staff report. En ese momento, el impacto de la guerra en el precio de la energía era el riesgo más concreto y hubo, finalmente, una reducción de la meta anual de acumulación de reservas de u$s 800 millones, que se pasaron para este año.

"Aproximadamente la mitad de las exportaciones de bienes de Argentina consisten en granos", evaluó en aquel momento el staff técnico, para concluir que los altos precios de los alimentos permitirían compensar, parcialmente, las mayores importaciones de energía.

Qué decía el Fondo

En marzo de 2022, el FMI le asignó una probabilidad "media" al impacto de una sequía en la economía, pero con efectos "altos" que ya preveía con certeza: "La caída de las exportaciones, por una producción agrícola menor inducida por la sequía, reduciría el superávit comercial, lo que provocaría salida de divisas y presiones devaluatorias". Además, advertía por el correlato fiscal: "El menor crecimiento complicaría los esfuerzos de consolidación fiscal".

También adelantó hace un año cuál sería la recomendación técnica: "Preservar la disciplina fiscal a través de medidas de nuevos ingresos, ajustes de gastos no prioritarios y fuentes adicionales de financiamiento externo".

Fragmento del documento en el que el staff técnico reconoce los efectos de una sequía y recomienda preservar la disciplina fiscal.

En eso se embarcó, ahora, la gestión de Sergio Massa. "Las autoridades están comprometidas en alcanzar el déficit fiscal primario del 1,9% del PBI en 2023 a través de controles continuos de gastos, una mejor focalización de los subsidios energéticos y de la asistencia social, y una mejor priorización del gasto de capital, al tiempo que protegen el gasto social y de infraestructura prioritario", comunicó el FMI la semana pasada.

Sergio Massa y Kristalina Georgieva, durante el último encuentro del G-20 en India.

El corsé aprieta. El equipo de Massa cree que solo puede aferrarse a la estabilidad, que está basada en el ordenamiento fiscal. Y que, si bien hay margen para financiar el déficit de 1,9% con emisión monetaria, cualquier movimiento que relaje el ajuste dispararía la brecha cambiaria.

Para el Fondo también es una encerrona, por lo que pesa en su balance el crédito a Argentina. Aquel staff report de marzo de 2022 advirtió que la sequía elevaría los riesgos de repago de la deuda. "Por ejemplo, una depreciación de shock del 30% en 2022, aumentaría el ratio deuda/PBI a 167%". Sin acceso al mercado, "la deuda se volvería impagable".

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