Opinión

Los 4 escenarios electorales de cambio

El triunfo en las elecciones primarias de Juntos por el Cambio a gobernador de la Pampa del candidato de Evolución Radical Martín Berhongaray, marcó el inicio del calendario electoral en un año que se las trae. Los argentinos elegiremos de Presidente para abajo en todas las categorías habidas y por haber, desde senadores nacionales, pasando por gobernadores e intendentes hasta concejales y consejeros escolares entre otros.

Durante las últimas elecciones presidenciales (2015 y 2019), las dos principales coaliciones políticas mostraban un alto grado de homogeneidad signadas por los liderazgos indiscutidos de Macri y Cristina. Sin embargo, esos tiempos parecen haber terminado. El liderazgo de Cristina se ha debilitado por tres razones. En primer lugar, sus propios techos electorales que limitan su capacidad de ser candidata con chances reales de ganar en una segunda vuelta. Luego, por su autoexclusión como candidata el día después de la sentencia que le dictara el tribunal que actuó en la causa conocida como vialidad. 

Finalmente, pero no menos importante, CFK paga costos por haber elegido a Alberto Fernández, un presidente que, independientemente de la evaluación que nos merezca a cada uno de nosotros, ha sido criticado públicamente por la propia Cristina y sus seguidores en innumerables ocasiones. Mauricio Macri camina por senderos que se le parecen. 

Por un lado, también concentra altos niveles de rechazo alrededor de su imagen, especialmente en la provincia de Buenos Aires que concentra el 40% de los electores. Paralelamente, no haber podido lograr su reelección en el año 2019 generó en su propio espacio político la emergencia de liderazgos desafiantes. No solo al interior del PRO sino también en sus socios de la Unión Cívica Radical. El debate hacia el interior de la principal coalición opositora tiene en gran parte que ver con la lectura que se hace sobre el gobierno de Macri así como sobre lo que se debería hacer en caso de volver al gobierno. Duros versus moderados es una de las principales contradicciones que aún no han sido resueltas al interior de Juntos. 

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Por otro lado, si bien como en 2015 existe una tercera fuerza, la agenda de Libertad Avanza de Javier Milei se caracteriza, más allá de sus aspectos libertarios, por promulgar un fuerte repudio a la dirigencia política, en general y sin discriminaciones. Su solo crecimiento debería alertar a las fuerzas políticas sobre este divorcio entre una parte de la sociedad y sus gobernantes. Según la última encuesta mensual de Opina Argentina el 61% de los entrevistados considera que el país necesita cambios y en forma rápida. Este fenómeno no es exclusivo. 

El último país en que triunfo un oficialismo en Latinoamérica fue Paraguay en el año 2018. Pero a esto hay que sumarle los niveles en que se encuentra la imagen presidencial (28% de positiva) por lo que todo parece indicar que existe en la sociedad una voluntad de cambio que podría tener lugar en las próximas elecciones. Al mismo tiempo, la mitad de la sociedad considera que los cambios deben hacerse mediante la construcción de consensos y la otra mitad con un liderazgo que ponga énfasis en las decisiones más que en los procedimientos. La pregunta que aún no tiene respuesta definida es quien encarnaría ese cambio. 

Los núcleos duros de cada espacio político ya tienen definida su opción política. Pero, al final del día, las elecciones terminan siendo definidas por los que se encuentran indecisos, hoy aproximadamente un 20% de los electores manifiesta no saber a quién va a votar. El estado de la santísima trinidad suele ser determinante al momento de ver cómo se inclinara la balanza. Nos referimos a inflación, dólar y salarios. La política ha dejado de debatir sobre el largo plazo y todo parece estar determinado por las urgencias de la coyuntura económica. La inflación y la devaluación marcaron el final del ciclo kirchnerista en 2015 y del gobierno de Macri en 2019. Es por eso que en función de cómo se acomoden esas variables es posible pensar diferentes escenarios electorales. Veamos cuales son. 

Señalamos que aún no está definido quien encarna esa voluntad de cambio que parece atravesar a la sociedad aunque podríamos, en forma esquemática, configurar cuatro escenarios posibles: cambio con continuidad, cambio consensual, cambio radical, cambio disruptivo. Si la ambiciosa meta de un 3% de inflación en el mes de abril tuviera lugar, y se transformara en una reducción sostenida de la inflación combinada con un fortalecimiento de las divisas en poder del banco central y una incipiente recuperación del salario, el escenario de cambio con continuidad tendría una alta chance. 

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Primero porque el peronismo mantiene su fortaleza electoral en varios distritos del país, especialmente en la provincia de Buenos Aires. Segundo, porque la oposición aún carga con la marca de no haber podido resolver la agenda de problemas que se propuso en el periodo 2015-2019 y le costó su salida del gobierno. La transición sería entre un presidente peronista y otro de su mismo color político. Los nombres propios sobran a esta altura. 

El problema de este escenario radica en que siendo febrero y ya entrando en el terreno fanganoso del año electoral las posibilidades de cumplir tan ambiciosos objetivos de política económica parecen entrar en el terreno de la incertidumbre. El cambio consensual sugiere la posibilidad de que triunfen dentro de Juntos por el Cambio aquellos sectores cuya mirada crítica sobre el gobierno de Macri pasa por las dificultades que tuvo para construir consensos que permitieran llevar adelante una agenda de transformaciones profundas. 

Sin diálogo y sin ampliación de la base de la coalición gobernante no hay espacio para el cambio, sería la máxima de este espacio. Favorable para este sector son las chances de captar la atención de los votantes moderados, aquellos que se sienten alejados del escenario de grieta y crispación que vive la política argentina. El principal desafío para los consensualistas pasa por constituirse en mayoría definida al interior de su propio espacio, enfrentando a candidatos con posturas muy duras y radicalizadas respecto de lo que se debe hacer y cómo se debe actuar en caso de llegar al gobierno. 

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El escenario de cambio radical supone que los sectores más duros de Juntos por el Cambio se imponen en las elecciones primarias. Hay que hacer lo que Macri no hizo debido al gradualismo porque ahora sí están dadas las condiciones para ir a fondo es el diagnóstico. Cierto clima de fin de época de un modelo de altísima centralidad estatal que se inició a comienzos de los dos mil, combinado con el hartazgo de una década sin crecimiento y con alta inflación, prefiguran un escenario favorable para predicar posturas intransigentes respecto de una agenda de cambios. 

La dificultad principal de este escenario radica en que justamente su dureza se constituye en un obstáculo para la construcción de mayorías electorales. Un desorden severo de las variables económicas que se expresaría en una fuerte inestabilidad del tipo de cambio podría terminar desembocando en un cambio disruptivo. Significaría el triunfo sorpresivo de un o una candidata que no está en los cálculos de nadie como ganador ni se ubica en los espacios políticos tradicionales. El impacto sobre el sistema político tendría el calibre de los cambios que hemos visto en Brasil u otros países de la región en los que este ha sido totalmente reconfigurado. Sobre este escenario se monta el cansancio que tiene la sociedad con su clase dirigente tras años de falta de certidumbre.

La fortaleza de las fuerzas políticas, la estabilidad que han demostrado en los últimos procesos electorales, los umbrales y restricciones del sistema electoral argentino, son barreras para evitar los efectos sorpresa. También es cierto que ayudan las propias debilidades de las nuevas estructuras políticas que asoman en el firmamento. Nada hemos dicho sobre las probabilidades que suceda cada uno de ellos y menos aún sobre sus chances de éxito al momento de gobernar. Demasiadas precisiones para una Argentina en la que es difícil saber lo que va a ocurrir mañana.

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