Cuando las buenas noticias económicas pueden no ser buenas noticias

El dilema de los bancos centrales es si el optimismo actual es consistente con el retorno de las tasas de inflación al 2%.

¿Ha llegado el momento de frenar el endurecimiento monetario o incluso de invertirlo? Que la respuesta a estas preguntas sea "sí" es una opinión cada vez más extendida. 

Ciertamente, los mercados se comportan como si los días del endurecimiento estuvieran contados. Puede que incluso tengan razón. Pero, sobre todo, sólo tendrán razón sobre el futuro de la política monetaria si las economías resultan ser débiles. Cuanto más fuertes sean las economías, mayor será la preocupación de los bancos centrales de que la inflación no vuelva a un estable 2% y que, por lo tanto, sea probable que la política monetaria restrictiva se mantenga durante más tiempo. En esencia, se puede esperar que las economías sean fuertes, que la política se relaje, y que la inflación desaparezca, todo al mismo tiempo. Pero el mejor de los casos posibles dista mucho de ser el más probable.

La actualización del informe Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) confirma una visión algo más optimista del futuro económico. En particular, se prevé un crecimiento económico mundial del 3,2% entre los cuartos trimestres de 2022 y 2023, frente al 1,9% registrado entre los trimestres correspondientes de 2021 y 2022. Esta cifra se situaría por debajo del promedio de 2000-19 del 3,8%. Sin embargo, dados los enormes shocks y los repuntes inflacionarios, éste sería un buen resultado.

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Es cierto que se prevé un crecimiento de sólo el 1,1% en los países de altos ingresos durante el mismo período, con un 1% en Estados Unidos y sólo un 0,5% en la eurozona. Pero la economía del Reino Unido es la única en el pronóstico del G7 que se contraerá, en un 0,5%, durante este período. La previsión del Reino Unido para 2023 también se ha revisado a la baja en 0,9 puntos porcentuales. Considéralo como uno de esos "dividendos del Brexit". El Brexit es el regalo que perdura.

Sin embargo, lo más llamativo de las previsiones es la fortaleza de los países emergentes y en desarrollo. Se prevé que sus economías crezcan un 5% entre los cuartos trimestres de 2022 y 2023 (frente al 2,5% del período anterior), con una Asia emergente y en desarrollo creciendo un 6,2% (frente al 3,4%); China creciendo un 5,9% (frente al 2,9%); e India creciendo un 7% (frente al 4,3%). Incluso se prevé que China e India generen la mitad del crecimiento económico mundial este año. Si el FMI resulta estar en lo cierto, Asia está de vuelta, a lo grande.

La reapertura de China y la caída de los precios de la energía en Europa se consideran las razones más importantes de la mejora de las perspectivas. También se prevé que la inflación mundial descienda del 8,8% en 2022 al 6,6% en 2023 y al 4,3% en 2024. El economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas, llegó a afirmar que 2023 "bien pudiera representar un punto de inflexión", con las condiciones mejorando en los años posteriores. Pero, sobre todo, no hay indicio alguno de una recesión mundial.

Según el FMI, los riesgos siguen inclinados a la baja. Pero los riesgos adversos se han moderado desde octubre de 2022. Entre los riesgos al alza, pudiera haber una demanda más fuerte o una inflación más baja de lo anticipado. Entre los riesgos a la baja, existen riesgos de peores resultados sanitarios en China, de un agravamiento brusco de la guerra en Ucrania o de turbulencias financieras. A esto pudieran añadirse otros focos de tensión, no sólo Taiwán, sino el riesgo de un ataque al programa de armas nucleares de Irán que desencadenaría un bombardeo de los yacimientos petrolíferos del Golfo.

Algunos pudieran argumentar que se están subestimando los riesgos a la baja para el crecimiento en los países de altos ingresos: los consumidores pudieran retraerse conforme se agotan los fondos que recibieron durante la pandemia de Covid. Sin embargo, el riesgo opuesto es que la fortaleza de las economías impida que la inflación descienda hasta el objetivo lo suficientemente rápido. La inflación general puede haber superado su punto máximo. Pero, según el FMI, "la inflación subyacente (core) aún no ha alcanzado su punto máximo en la mayoría de las economías, y se mantiene muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia".

Los bancos centrales se enfrentan a un dilema: ¿han hecho ya lo suficiente para cumplir su objetivo y anclar las expectativas de inflación? Si la Reserva Federal considerara el optimismo de los mercados, podría concluir que no. Pero si considerara las previsiones de los fondos para el crecimiento estadounidense, pudiera concluir lo contrario. Puede que no sean desastrosos, pero son débiles. 

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Lo mismo puede decirse del Banco Central Europeo y, más aún, del Banco de Inglaterra cuando analizan sus propias economías. Estos bancos centrales razonablemente pudieran esperar, para ver hasta qué punto se debilitan sus economías, antes de realizar sus próximos movimientos. De hecho, Larry Summers, el hasta ahora extremista de línea dura de Harvard, recomienda precisamente esa pausa.

Que la economía mundial parezca un poco más fuerte de lo que se anticipaba no hace mucho es, sin duda, algo positivo. Sin embargo, para los bancos centrales (y para los inversores), esto también crea dificultades. Al fin y al cabo, el objetivo estratégico de los primeros debe seguir siendo el de volver a situar la tasa de inflación anual en el 2% y, de paso, anclar firmemente las expectativas en ese nivel.

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El dilema para los bancos centrales es entonces si el mayor optimismo actual es consistente con la consecución de ese objetivo estratégico, mientras que el de los inversores es si la visión implícita de los mercados sobre cómo verán esta cuestión los bancos centrales es correcta. La dificultad analítica estriba en intentar dilucidar, en un mundo en el que existe un 'juego' interactivo entre los bancos centrales y los actores económicos, si los primeros han hecho sólo lo necesario para generar la economía necesaria para situar la inflación subyacente en el objetivo, o si han hecho demasiado o demasiado poco.

Dada la incertidumbre, existen buenas razones para adoptar una postura de wait and see. Pero un punto crucial es que, en un mundo inflacionario, las buenas noticias sobre la actividad económica actual no son necesariamente buenas noticias para la política y, por lo tanto, para la actividad más adelante, a menos que revelen que la concesión a corto plazo entre la producción y la inflación también es favorable. Si lo es, los bancos centrales pueden relajar sus políticas antes de lo previsto. Si no lo es, ellos tendrán que endurecerlas más de lo que actualmente se esperaba. Por el momento, cabe esperar lo primero. Pero todavía está lejos de ser seguro.

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