Análisis

Tiempo de descuento para Club de la pelea frentetodista

La vuelta del internismo explícito en el Frente de Todos abre el interrogante sobre cómo se pondrá en marcha la mesa electoral en el Gobierno. La oposición se alimenta de la demanda de cambio. El oficialismo se ata a la suerte de Sergio Massa.

El Frente de Todos se parece a un club de boxeadores cansados de tanto pelear que, sin embargo, cada tanto encuentran fuerzas para volver al ruedo.

La confianza entre las tribus de la alianza de Gobierno está rota. Y ese hecho ya no tiene vuelta atrás. Pero el abismo posterior a la salida de Martín Guzmán "regaló" la oportunidad perfecta para terminar con la inercia del internismo a cielo abierto. Una dinámica que había dejado de ser un juego de suma cero: no había ganadores en detrimento de otros. El club de la pelea licuaba el poder y la identidad de cristinistas, albertistas, massistas, aliados y satélites por igual.

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La entronización de Sergio Massa coronó esa paz por resignación. Pero en los últimos días volvieron a aflorar los viejos rencores entre los socios del oficialismo. La visita de Lula da Silva fue el disparador o, mejor dicho, la excusa para avivar la indignación cruzada entre La Cámpora y Alberto Fernández. La vuelta del presidente brasileño a la CELAC derivó en una comedia de enredos: desencuentros, competencia de egos, un off the récord indiscreto y finalmente un tendal de indignados.

En ese contexto de recelos mutuos, ¿cómo funcionará la mesa electoral para consensuar candidaturas? En concretísimo, ¿cómo se negociará el cierre de listas en La Matanza, por citar un municipio al voleo, con el frente interno roto? La mesa de coordinación sobre el rumbo de la gestión que Cristina Kirchner le exigía al Presidente ya no tiene razón de ser. Pero un mínimo encuentro entre sectores para afinar las postulaciones resultará inevitable.

El equilibrista Sergio Massa es una de las víctimas de la pulseada sorda entre Alberto y el cristinismo. Pero el súper-ministro también termina perjudicado, cuando el Presidente intenta congraciarse con Cristina Kirchner. Por ejemplo, cuando Fernández incluyó el juicio político a la Corte Suprema en las sesiones extraordinarias. Esa decisión le sirvió de excusa moral a Juntos por el Cambio para paralizar el Congreso, trabando el avance de leyes que el ministro de Economía necesita.

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Pese a controlar la botonera de la gestión, por momentos Massa se ve arrastrado a batallas que no elige. Ahora su amigo Máximo Kirchner avisa que las metas acordadas con el FMI deberían ser revisadas en un año electoral. Se trata de un reclamo con efectos ambivalentes para los intereses del tigrense. Si bien encierra una marcada de cancha explícita en contra del fisicalismo que ensaya el ministro Massa, a la vez podría representar un centro al otro Massa, el que es potencial candidato a presidente.

Dominio amarillo en Juntos por el Cambio

En el rincón cambiemita, la interna empieza a orientarse a una carrera exclusivamente amarilla entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. El radical Gerardo Morales se arrima cada vez más al alcalde porteño. Y el neurocientista Facundo Manes todavía busca hacer pie, pero cada vez más en condición de outsider y con menos tiempo para instalarse. 

Bullrich, a diferencia del pac-man Larreta, fracasa en su coqueteo permanente hacia Javier Milei. Pero esa desaire del libertario, sumada a la falta de estructura que exhibe La Piba, no son motivos suficientes para que el alcalde la saque de la cancha. Al menos no por ahora. 

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El amague de postulación que hizo Elisa Carrió es otro gesto de testimonialidad: una simulación de resistencia ante la presencia de los candidatos PRO en la pole position opositora.

La última encuesta de la consultora Zubán Córdoba y Asociados sintetiza el choque de estrategias y oportunidades que existe entre ambas alianzas. El Gobierno mantiene niveles altísimos de rechazo. Según la encuestadora, el 75% de los argentinos pretende un cambio de gobierno. Ahí se ubica la ventaja opositora. En paralelo, un 45% de las 1300 personas consultadas guarda algún nivel de confianza. ¿Confianza en qué? En que Massa logre bajar la inflación. El ministro cuenta con tres o cuatro meses para que esa esperanza se materialice en un Frente de Todos electoralmente competitivo.

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