Negro sobre blanco: el código Donda es un mamarracho

Cuando leí algunas de las recomendaciones del Manual que editó el INADI para los periodistas que cubran el Mundial de Fútbol de Qatar pensé que se trataba de las bromas que se suelen hacer en las redes sociales. Pero, para mi asombro, el asunto es en serio. Mejor dicho, es ridículo, pero auténtico. El Estado, a través de la señora Victoria Donda, titular del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), pretende ejercer una policía del lenguaje.

En su afán de imponer la corrección política en la manera de hablar, el Manual de Donda es un exquisito texto de humor involuntario. Los relatores no podrán decir que para un equipo, en el desarrollo del partido, "la suerte se ve negra", ni que algunos espectadores compraron sus entradas en el "mercado negro", porque Donda cree que se trata de ejemplos de racismo. ¿Se podría afirmar, sin violar el Manual, que ella y los cráneos que escribieron semejante mamarracho son muy brutos? Porque la "negritud" de esas expresiones nada tiene que ver con el racismo. Es parte del lenguaje figurado que usamos hasta sin darnos cuenta. ¿Decir que si un equipo va perdiendo por varios goles tiene un "panorama sombrío" permitiría sortear el Código Donda? Es dudoso. La expresión se refiere a la sombra, que, como sabemos, oscurece un determinado lugar; es decir, lo torna más...negro.

Donda también proscribe la mención a la "paternidad" de una selección respecto de otra. Suponemos, entonces, que exalta la fraternidad, que borraría el pasado si una de ellas tuviera más triunfos que su rival. Un expediente muy ventajoso para algunos clubes argentinos, que se verían beneficiados por esta ley del olvido. No los he de mencionar, para no violar la prohibición dondiana.

Otra frase que los periodistas deben evitar es "matar o morir", cuando, por ejemplo, un penal sobre el final de un partido puede hacer caer la moneda para un lado u otro. Los intelectuales del INADI, inmunes a las metáforas, como Funes lo era a la abstracción, han de pensar que un relator que usa esa expresión es un instigador del homicidio. Si alguna vez hubieran escuchado al inolvidable relator de boxeo Osvaldo Cafarelli hablar de una pelea "a hierro corto", habrían salido inmediatamente a denunciarlo penalmente por la tentativa de lesiones con armas blancas.

Los periodistas deben cuidarse, asimismo, de calificar de "ciego" a un árbitro que no ve una mano en el área. Es probable que el eufemismo "no vidente" tampoco evite el rifle sanitario de Donda. En cuanto a ella, tal vez consolaba a su empleada doméstica, a la que no tenía registrada y le pagaba menos de lo debido, explicándole que jamás la ofendería diciéndole que esa contratación era "en negro". Acaso, para exhibir su filantropía, en lugar de empleada doméstica la llamaba "Gerente de Asuntos Familiares".

Este neopuritanismo no es solo argentino. Hace un tiempo, el futbolista uruguayo Edinson Cavani fue multado y suspendido por tres fechas por la Federación Inglesa de Fútbol por contestarle a un amigo en una red social "Gracias, negrito". Inútil que hasta la Academia Argentina de Letras le hiciera llegar a esa entidad un informe en el que explicaba que, como es obvio, en el lenguaje rioplatense ese uso de "negrito" es afectivo y no tiene el menor sentido racista.

Pero en todo caso se trataba de una institución privada. Lo inadmisible en el caso argentino es que el Estado asuma un rol paternalista y les indique a los periodistas cómo deben hablar. Lo más probable es que estos no tengan en cuenta esas sugerencias, pero los de los medios públicos especialmente pueden sentir que bajo el envoltorio de una recomendación hay una orden.

Uno no sabe si es más grave la pulsión totalitaria que se advierte en este Manual o la lisa y llana estupidez de quienes lo redactaron. Si no fuera porque temo despertar la indignación de la señora Donda, concluiría que un país conducido por la ceguera de estos funcionarios tiene un futuro negro.

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