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Efecto dólar soja: menos urgencia por achicar subsidios y más por la inflación

El gabinete económico que conduce Sergio Massa tiene hoy sobre la mesa un alivio de corto plazo que ningún analista imaginaba tres meses atrás. Martín Guzmán había atado su suerte a la quita de subsidios a la energía como principal palanca para cumplir la meta de déficit fiscal plasmada en el acuerdo con el FMI. Y cuando el kirchnerismo bloqueó no solo el diseño de la política para el sector, sino la instrumentación de la modesta segmentación tarifaria que había diseñado el ministro, su respuesta fue dar un paso al costado. Su fugaz sucesora, Silvina Batakis, acudió a herramientas más rudimentarias, pero nada alcanzó para despejar la incertidumbre que tenían los inversores sobre cómo iba a cumplir la Argentina las metas a las que se había comprometido. Hasta que la necesidad alumbró una idea que crea complicaciones a mediano plazo, a cambio de resolver el corto: el dólar soja.

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La propuesta de entregar a cada productor $ 200 por los dólares de las ventas liquidadas en septiembre, causó una avalancha de divisas: ingresaron más de u$s 8000 millones, y el BCRA pudo quedarse con u$s 5000 millones.

La ganancia no terminó ahí: como el cálculo de las retenciones se hizo sobre el valor definido para el dólar soja, el Tesoro recibió un tsunami de pesos que nadie imaginaba. Eso se tradujo en un incremento de la recaudación tributaria de 117% en el mes, con un ingreso extraordinario neto de $ 330.000 millones (el saldo que queda después de calcular la venta de soja habitual para septiembre al tipo de cambio oficial de $ 140). Como queda a la vista, el dólar soja generó un extra de 0,4% del PBI, una cifra considerable si se tiene en cuenta que con la reducción de los subsidios a las tarifas originalmente se proyectaba ahorrar 0,6% del PBI.

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Con el envión de recursos que generó la comercialización de la oleaginosa, hoy la presión oficial por instrumentar la segmentación de tarifas se volvió menor. Y eso es lo que se nota en estos días. El Gobierno tiene más presión de corto plazo por moderar la inflación que por acercarse a la meta fiscal, ya que con el dólar soja se garantizó el cumplimiento de los objetivos de septiembre y está a un paso de los de diciembre. Con este panorama, los desembolsos del FMI están asegurados hasta fin de año.

Al BCRA le costará sumar dólares de acá a fin de año: depende primero del maíz y luego del trigo. Más le costará evitar nuevas subas de tasas, imprescindibles para que sigan creciendo las Leliq que deben absorber tantos pesos sueltos. El costo de ese sendero se sentirá en el nivel de actividad. Pero eso ya es otra historia.

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