Atentado a Cristina: la inseguridad que no vemos o atamos con alambre

En 2019, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y el entonces vicejefe, Diego Santilli, quien también era ministro de Justicia y Seguridad, presentaron los resultados del "Mapa del Delito" de ese año. Los resultados indicaban una disminución del 28% interanual de los homicidios dolosos y, según había indicado el propio Gobierno en un comunicado, Buenos Aires se convertía, así, en la tercera ciudad con menos homicidios de América, después de Ottawa (Canadá) y La Paz (Bolivia).

Ese mismo día almorcé con un ex ministro de Seguridad. "¿En qué estás?", me preguntó. "En auto, le contesté". "¿Lo tenés blindado?", fue su segunda pregunta. "¿No, para qué?", le respondí con una pregunta.

Tiempo más tarde tomé un café con otro ministro de Seguridad. Y esta vez le pregunté yo. "¿"Hay que andar con el auto blindado?". "No se me ocurre no tenerlo blindado", me dijo.

En los dos casos me pareció una exageración y traté de interpretarlo como un cuidado extremo que muchas veces tomamos cuando conocemos un tema en profundidad. A modo de ejemplo, si conocemos de autos, no se nos ocurre salir con cualquier vehículo a la ruta.

Pero "la confianza mata al hombre" dice el dicho popular. ¿Cómo pudo un hombre infiltrarse entre los manifestantes que esperaban a Cristina en la puerta de su domicilio?

¿Se confió Cristina Kirchner? ¿Se confiaron sus custodios? ¿Se confió la policía?

Todo parece indicar que sí. La respuesta hay que buscarla tal vez por ese lado. En la Argentina hablamos de inseguridad pero la atribuimos a lo que pasa en el Gran Buenos Aires o Rosario. La inseguridad que se vive en CABA está asociada a los robos de celulares más que a los homicidios. En muchos barrios de CABA los mayores pasean sus mascotas de noche. Esto último no ocurre en casi ninguna otra ciudad grande de Latinoamérica.

Sin embargo, la confianza o la negligencia esta vez no pasó de un susto, pero hay que tener en cuenta que pudo terminar en tragedia.

Es cierto que Cristina genera pasiones. Amores y odios según desde qué lupa se mire. Pero nada de esto justifica en algo lo que pasó. No se trata de defender la democracia, se trata de entender que no solo puede hacer daño una organización delictiva, sino también un lobo solitario imputable o inimputable.

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