Opinión

A Massa le falta para alcanzar a Cardoso

En estos últimos días de torbellino económico y político en Argentina, llegó un "súper ministro" al gobierno. Muchos especulan que dicho ministro podría transformarse en el próximo Fernando Henrique Cardoso para Argentina. En este contexto, se ha creado una gran expectativa en la política y en los medios de comunicación acerca del perfil de "estadista" que podría prometer Sergio Massa al frente de un proceso de transformación para una Argentina sumida en la desesperación, como en su momento fue la implementación del Plan Real para sacar a Brasil del pozo económico.

Siendo así, me pareció importante recordar cómo fue la experiencia de implementación de un proceso transformador para la vida económica y política brasileña, liderada por un equipo de notables, que al frente tenía al expresidente Cardoso. Bucear en esas aguas de la historia brasileña para entender qué pasó y principalmente reflexionar si en Argentina podemos tener alguna expectativa de cambio en el futuro cercano.

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Cuando nos aproximamos a este punto de inflexión de la historia brasileña, dos características básicas pueden ser identificadas en el Plan Real dentro de la secuencia de intentos de estabilizar la economía brasileña, después de la crisis de la deuda externa de ese país de principios de la década de 1980. La primera característica fue la intención deliberada de escapar de los movimientos de shock de sus predecesores, que alcanzó el paroxismo en el Plan Collor con el corralito de los ahorros.

Y la segunda, fue la insistencia del equipo de gobierno en anunciar el plan como una estrategia de estabilización en varias fases, de la cual la reforma monetaria sería solo un momento, y no necesariamente el más importante. En este sentido, Fernando Henrique creía en el diseño de una secuencia de pasos que permitiría cierta flexibilidad para corregir los errores inevitables de los programas de shock del pasado, pero al mismo tiempo compatible con la construcción de una imagen de "serenidad" para la "reinstitucionalización de la política económica brasileña", que sería útil para minimizar los costos de la estabilización en términos de recesión y desempleo.

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En este contexto, el primer paso del Plan Real fue la construcción de un espacio para la política fiscal. Ante la evidente irrealidad que sería intentar hacer una reforma tributaria de alto impacto sin conocer las necesidades de financiamiento del Estado brasileño, escondido tras el velo de una inflación galopante, se decidió obtener un mínimo de desvinculación entre gastos e ingresos públicos a partir de la creación del llamado Fondo de Emergencia Social (FSE).

El segundo paso fue anunciar una secuencia de reformas que involucrarían al sistema de seguridad social, las privatizaciones y/o apertura de monopolios, así como la reforma de toda la administración pública, con el fin de construir un horizonte plurianual en el que se pudiera lograr una reducción consistente de las necesidades de financiamiento del gobierno cubiertas con impuesto inflacionario.

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El tercer paso fue avanzar con la renegociación de la deuda externa, con los organismos internacionales de crédito y la vuelta a los mercados internacionales.

El cuarto, fue la introducción de una unidad monetaria indexadora, la URV, a través de un mecanismo de operatividad simple, que permitiría una recuperación mínima de la percepción relativa de precios. Como en los planes anteriores, las monedas cambiaban de la noche a la mañana creando un mal recuerdo a la población. Antes de que se implementara el Real como moneda oficial, se creó la Unidad Real de Valor (URV), que haría la transición monetaria.

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Y, por último, políticamente fue fundamental la asunción de Fernando Henrique Cardoso en 1993, como ministro de Hacienda, junto a un equipo de primera con Pedro Malán, Persio Arida y Gustavo Franco, creando un elemento de estabilidad en medio al pánico del mercado. La competencia técnica del equipo que integró el gobierno, además, por supuesto, de las cualidades políticas del nuevo ministro, ayudó a descartar las perspectivas de un nuevo shock económico. Sólo así se puede entender cómo, tras seis meses de arduas negociaciones con el Congreso sobre el proyecto de presupuesto para 1994, y nueve meses después de su asunción como ministro, el anuncio de la etapa de transición con un indexador oficial (URV), logró ser un elemento de tranquilidad estructural adicional para la macroeconomía brasileña.

El gran logro de esta opción fue posibilitar la transición a la reforma monetaria sin controlar los precios y con la mínima interferencia en los contratos privados, características que marcaron el fracaso de programas anteriores.

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En síntesis, los fundamentos del esfuerzo de estabilización monetaria que vinieron luego en 1994 se basaron en un triple anclaje: 1- el techo del tipo de cambio permitió la desindexación, 2- el control del déficit a corto plazo que mejoró las perspectivas fiscales, y 3- se anunció la adopción de una política monetaria activa. En este marco, durante el año electoral de 1994, en el mercado se justificaban las expectativas de que el Real sobreviviría a las elecciones fácilmente, y que el nuevo gobierno podría completar las tareas de estabilización, disfrutando de la oportunidad de administrar una economía con baja inflación.

Fernando Henrique con paciencia, mucha negociación política, comunicación permanente con la población explicando el proceso de transición, el apoyo de un presidente débil como Itamar Franco (luego del impeachment del expresidente Collor) y un equipo notable de economistas, logró crear las condiciones y expectativas durante 1993 para el lanzamiento de las reformas estructurales ortodoxas sin precedente que blindaron la llegada del Real un año después.

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Hoy las condiciones que enfrenta el actual "súper ministro" en Argentina, en alguna medida son similares a las dificultades de aquel Brasil de inicio de los 90, acostumbrada a una economía indexada, déficit fiscal crónico, retraso tarifario, en cesación de pagos, con espasmos de hiper, crisis política y shocks externos por el efecto tequila en México.

Sin embargo, Cardoso, un sociólogo, creador de la "teoría de la dependencia" en los años 60, uno de los lideres del proceso de redemocratización, comprendió la necesidad de transformación que Brasil necesitaba y aposto el capital político de una vida entera a ese cambio en un entorno de fuerte debilidad política del gobierno Itamar Franco. Los paralelismos sobran y las diferencias también con la Argentina de 2022, lo que cabe preguntarse es si el nuevo ministro es capaz de entender la necesidad de transformación profunda de la economía argentina, apostar su capital político para reconstruir un entorno de expectativas positivas y traer serenidad a la población argentina tan golpeada.

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