Pateando hormigueros: las dilaciones de Massa y el bardo que armó Carrió

Tal como suele recomendar Cristina Kirchner cuando no se la llevan los demonios de una hiperinflación en ciernes o del agotamiento de las reservas, pero sobre todo los de un juicio que la está aplastando anímicamente y que la obliga a realizar jugadas desesperadas para enterrar pruebas y testimonios, el diccionario de la RAE siempre es buena compañía. Allí se puede ver que el término procrastinar, que puso en órbita el colega Carlos Pagni, se forma a partir del adverbio latino "cras" o sea mañana, del cual surge el concepto de "dejar las cosas para más adelante, posponer, aplazar". Los "retardatarios" de siempre, diría Juan Perón.

Hay dos planos temporales para observar, a la hora de evaluar los efectos de las cosas llevadas a largas. En el de mayor demora, va de suyo que el concepto se desvanece cuando lo dilatado se convierte en una nueva situación, se empieza a cristalizar y así se transforma en algo estructural y casi imposible de erradicar. Ejemplo de "conservadurismo", diría Raúl Alfonsín. "La ocasión es como el fierro, se ha de machacar caliente", le enseña el gaucho Martín Fierro a sus hijos. Al respecto, parece que en algunos temas postergados de la Argentina ya pasó el momento de poner en valor el consejo.

Ocurre que tales aplazamientos sostenidos por décadas resultan siempre funcionales a los planes populistas y también siempre se hacen mucho más difíciles de erradicar. Carlos Menem llegó al Gobierno con una clara situación cristalizada, la de las empresas públicas que había impulsado el primer Perón, cotos de caza de los gremios que tenían cajas muy importantes allí dentro. ¿Cómo hizo el riojano para privatizar? Con paciencia oriental, una por una fue desactivando la resistencia sindical hasta que llegó al hueso más duro de roer por entonces, las telefónicas y convenció de algún modo al fuerte sindicato de FOETRA. Fue un leading case aquello logrado por el riojano, sólo por haberse animado a tomar el toro por las astas, algo que los procrastinadores de corazón nunca quieren hacer porque el statu quo que prohijaron les conviene más.

Más allá de la necesidad de plantear una reforma educativa que nunca se hará porque la ideología le ha ganado a la enseñanza y traba cualquier reacción hay dos ejemplos actuales que parecen agobiar al Gobierno (o a una parte de él, al menos). Se trata de dos clásicos del kirchnerismo que ahora explican que se busca reformular: los planes sociales y los subsidios a las tarifas, casi "derechos adquiridos" dirían algunos. Detrás de ambos, está el Programa con el Fondo Monetario (reducción de subsidios), pero esto no es lo relevante sino que lo inteligente sería salir de una vez del vicio que conllevan estos esquemas.

En el caso de los planes, hay una intención muy loable (por ahora, de la boca para afuera) de convertir la ayuda en trabajo estable. Tras años y años de acostumbrar a los más carenciados a este tipo de ayudas, es casi natural que se haya perdido lo que ostentosamente se llama la "cultura del trabajo" como trampolín hacia la movilidad social ascendente, emblema del peronismo. Hubo allí también un error estratégico del kirchnerismo, ya que cometió una herejía manifiesta en cuanto a su concepto de hacer del Estado el eje de la vida, en línea con la negación de los méritos individuales, ya que privatizó los planes y se los entregó a organizaciones que se colgaron el rótulo de "sociales" dirigidas por los nuevos punteros de la miseria, quienes llegaron a la comandancia sin que los haya elegido nadie.

Ahora, Desarrollo Social quiere pasarle a los intendentes el manejo de las cuantiosas cajas piqueteras, que le sirvieron en su momento al kirchnerismo para apretar a sus adversarios políticos. Pero como hoy los apretados son ellos y existe una necesidad objetiva de tener caja a mano para conducir el voto, sobre todo en el Conurbano, se busca redireccionar esos fondos. La demostración que hizo la izquierda al tomar la Plaza de Mayo fue apenas una advertencia de la resistencia que ese deseo puede tener.

En el segundo ítem, la secretaría de Energía está elaborando un menú de tarifas de acuerdo a la segmentación que imaginó Martín Guzmán, esquema que le pasaría el costo pleno de la luz y el gas al 10 por ciento más acomodado de la población y bastante menos a los demás (cero a los más postergados) para intentar salir del sistema de subsidios que se imaginó en su momento para tener el voto cautivo. De los comercios, las industrias y las PYME, por ahora no se habla.

Son muchos los que creen que ése fue el talón de Aquiles de Mauricio Macri a la hora de ir por su segundo mandato. Sólo hay que observar el gráfico que indica en términos reales la baja del monto de los subsidios al gas y a la electricidad en sus años de gobierno, cuya contracara fue la suba de tarifas que tuvieron que pagar los consumidores. Aquel golpe al bolsillo, sobre todo de la clase media, preparó el golpe electoral y la vuelta del kirchnerismo, creen algunos. Para ambos temas hay tantos intereses en juego y tanto acostumbramiento que más diferimientos hoy parecen asegurados.

Como segundo plano de las dilaciones está el corto plazo y si se mira este aspecto se le endilgará al gobierno de Alberto Fernández haber hecho uso y abuso de la modalidad de anunciar algo, imaginar las consecuencias, frenar las decisiones y así haber perdido más de la mitad de mandato en ese nefasto juego que, junto a la interna sin fin que padeció, lo dejaron en la banquina y al país casi sin Reservas y con una inflación abrumadora. Ese singular defecto, que hoy se amplifica por el grado agudo que tiene la crisis que vive la Argentina y por los innumerables problemas a resolver, parece estar en la naturaleza de todos aquellos políticos que en vez de ser dirigentes y dirigir, hacen seguidismo de lo que ellos suponen que desea la gente.

Le pasó también a Macri, quien se olvidó de conducir debido a la obsesión que tenía su gobierno y especialmente Marcos Peña por las encuestas, le ha pasado al Presidente por mirar de reojo a Cristina Kirchner y ahora puede sucederle a Sergio Massa, quien ha comenzado a tropezar en situaciones de retardo que no van con su espíritu ansioso, el que busca siempre meter un elefante en el bazar para tratar de cambiar la historia, aunque si las cosas se rompen trata de que no le echen la culpa a él. En tanto, el nuevo ministro de Economía mira de reojo cómo hace para no despertar al león que dicen que va a reposar hasta el Mundial. La leona-madre en todo caso, la vicepresidenta de la Nación.

En esa línea, algunas costillas de procrastinamiento ya se le pueden ir contando a Massa y aunque tienen como justificativo el gran descalabro que encontró, de momento parece que se fue de boca en la euforia inicial y tiene que patear la pelota para adelante demasiado seguido. Dejando de lado una devaluación, hecho que podría ser un golpe mortal para su marketing sobre todo, ya que sería imposible esconder algo así con relato (cuanto más se mantenga el atraso cambiario que ama el kirchnerismo más dura será la salida) y la cuestión del alineamiento externo, en donde el ministro tiene sus fichas jugadas a los EEUU, preferencia que no parece ser la de Cristina, salvo situaciones de necesidad extrema como las actuales, aparece el delicado minué de las tarifas, pasado de un día para otro sin explicaciones coherentes, salvo las probables presiones del Instituto Patria.

Ya se ha dicho que para los más necesitados no habrá retoques, ¿y para el resto? Es más que probable que el atraso en las decisiones tenga que ver más con la política que con mal diseño del nuevo esquema. En ese orden, seguramente se estarán puliendo los cuadros tarifarios que deberán publicarse de acuerdo al criterio adoptado para cada segmento, estableciendo los topes de consumo que hará que quienes los excedan deban pagar tarifa plena por la diferencia y diseñando un modo de abonar el retroactivo en cuotas para mostrar alguna benevolencia. ¿Esto será realmente así o habrá sorpresas cuando las planillas regresen de la calle Rodríguez Peña? ¿Cómo sacar del todo los subsidios si son votos? Aunque se venda la situación como un éxito fiscal, es más que probable que los retrasos de tarifas sigan existiendo, ya que no parece haber vocación manifiesta de torcer la estrategia de disciplinar a la gente a través del bolsillo.

Entre otras cuestiones que Massa ha estirado en relación a su euforia inicial está el caso del campo, un sector que ha dicho que necesita tener una solución para "mañana" mismo, pero que ahora tiene que aguardar una convocatoria a reuniones técnicas recién para esta semana, mientras los chacareros analizan si van a vender lo que guardan en los silobolsas para conseguir los dólares y usarlos para sembrar o si se van a financiar en pesos. También se ha vuelto a demorar la tantas veces fallida convocatoria a la famosa Mesa Tripartita de Gobierno, empresas y gremios, anunciada por el propio ministro, aunque nunca citada. Ni qué decir que los fondos soberanos o bancos que puedan poner dólares para sumar Reservas no aparecen aún, aunque no se sabe a ciencia cierta si hay tasa que los pueda cubrir del riesgo argentino y las garantías que van a pedir..

En relación a la inflación, la tarea es más larga y entendible, ya que se han adoptado medidas bien ortodoxas que necesitan algún tiempo para madurar, como el corte de la emisión, suba de tasas muy picantes para generar recesión y dar la sensación de querer achicar el Estado, aunque "de pico" hasta el momento, mientras se apela para la interna al cotillón de los controles de precios. El caso del manejo del BCRA tiene sus tiempos y eso podría suceder estatutariamente recién hacia fines del mes que viene, así que Miguel Pesce, el directorio albertista y el ministro deberán convivir por un tiempo más. Y por último, el tigrense no resuelve aún la falta de un segundo que, ya sea por vetos internos o bien porque no hay quien se anime, sea alguien con cierta seriedad que quiera meterse a conducir la coordinación del ajuste que se viene en estas precarias condiciones económicas y sobre todo, políticas.

Si Massa ha llegado hasta aquí para agitar todo este complicado avispero y para ayudar al populismo a que retome el control eventualmente cuando finalice la crisis o para terminar de demostrar que el kirchnerismo económico regente durante los últimos 20 años ha sido una cáscara vacía y él pueda erigirse en salvador, sólo lo dirá el tiempo y la respuesta ciudadana en las urnas de 2023 y en adelante. Hoy, el ministro es un fuerte revulsivo para el kirchnerismo y casi una lápida para el propio Presidente, quien amenaza con ser su principal objetor: Fernández habló de mejorar salarios un rato antes de conocerse la inflación de julio y ha dicho públicamente que no quiere "nunca más" dolarizar las tarifas, mientras el ministro le dejó picando la pelota en otro frente, el de la deuda: nadie entre los prejuiciosos del FdeT quería más deuda en dólares y Massa pasó buena parte de la deuda en pesos al dólar link.

Del otro lado, Juntos por el Cambio ha tenido también su propio terremoto con la reaparición de Elisa Carrió, quien arrastró por el lodo a los peronistas del PRO acusándolos de ser funcionales a los negocios massistas. En la volteada cayeron casi todos, salvo Macri y hasta los radicales con cola de paja. 

La moraleja de los reacomodamientos que se vienen produciendo es que ni el Frente de Todos es realmente de todos, ni que dentro de Juntos por el Cambio están tan juntos como les convendría estar. A falta de líderes políticos claros, las peregrinas ideas de hablar de unidad en los dos frentes se chocan contra envidias, ambiciones y chicanas que reconfiguran el tablero de la política casi a diario. Massa y Lilita llegaron a la escena para ponerse en el papel de decisores de sus espacios y ya se verá si el resto de sus hasta ahora cofrades se los bancan. Javier Milei, chocho.

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