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Los dólares de Vaca Muerta: la contracara argentina y la clave para salir del pozo

Mientras la baja del precio de los combustibles le permitió a Estados Unidos atravesar julio con inflación cero y a Brasil con una deflación mensual récord en 40 años, la Argentina, un país al que tampoco le faltan hidrocarburos, padece hoy, como si fuera una nación europea, el peso que el aumento internacional del precio del Gas Natural Licuado (GNL) genera en sus cuentas deficitarias.

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Claro, la diferencia radica en que los países europeos que sufren las consecuencias del embargo de gas ruso ante la guerra en Ucrania y alimentan la demanda en el mercado de GNL, no poseen uno de los mayores yacimientos mundiales de shale ni cuentan con la posibilidad de expandir la explotación hidrocarburífera marítima, como es el caso de la Argentina. Recurso que se vuelve estéril cuando se carece de la infraestructura necesaria o de la habilitación para su aprovechamiento.

La firma de los contratos para la construcción del gasoducto que unirá, en una primera etapa, Vaca Muerta con la bonaerense Salliqueló supone, en ese aspecto, un paso adelante que debería haberse dado mucho tiempo antes. Una política de Estado necesaria para un país que hoy, más que nunca, paga con sus reservas en rojo la fuerte salida de dólares que genera la compra de energía (se proyectan u$s 10.000 millones para este año).

Y que requiere, por el contrario, nuevas fuentes de ingresos para las arcas de un Banco Central a las que ya no resulta suficiente el histórico abastecimiento proporcionado por el sector agropecuario, más allá de que ayer, luego de varias ruedas, haya cerrado el día con leve margen comprador, gracias, justamente, a la primera liquidación del campo bajo el esquema de depositar un 70% en cuentas a la vista en pesos ajustada por dólar y comprar con el resto divisas al tipo de cambio solidario.

Reducir los gastos y potenciar, paralelamente, una fuente de ingresos, puede activar el círculo virtuoso que la economía argentina tanto necesita. Porque no solo permitirá robustecer la balanza comercial, que por segundo mes consecutivo arrojará un dato negativo, sino también asegurará la provisión de dólares que la producción requiere para importar insumos. Con ello, será posible pensar en la creación de empleo, la mejora del poder adquisitivo y la caída de la inflación.

Probablemente pasen años hasta observar aquí cifras de un dígito anual como en los países europeos que también sufren por el precio de la energía. Pero es que, mayormente, allí se mantuvieron las cuentas en orden. Transitar ese camino es indispensable para estabilizar la economía y proyectar un futuro en el que la inflación no sea un drama en la Argentina.

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