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Al final Cristina tenía razón: todos los problemas pasan por el dólar

La Argentina bimonetaria es uno de los grandes dolores de cabeza para la economía. Así lo sentenció la vicepresidenta Cristina Kirchner en su recordada carta de octubre de 2020 (que en realidad causó más revuelo por poner en la mira a los "funcionarios que no funcionan") y sigue quedando a la vista en el presente. La denominada restricción externa es un cuello de botella que históricamente ha resultado difícil de eludir, tanto por la deficiente capacidad del aparato productivo de generar dólares excedentes como por la avidez de la sociedad de acaparar los pocos que entran para protegerse de la incertidumbre y la inflación.

Cuando la demanda supera a la oferta, en la Argentina la solución más a mano siempre es lo que conocemos como cepo. Y ayer el Banco Central dio a conocer una nueva versión de limites ya aplicados en el pasado, pero esta vez menos rotundas. Viajar al exterior no será imposible, pero dejará de ser una posibilidad estimulada por el uso de las cuotas. Quedará para aquellos que tengan la capacidad financiera de hacer la compra de pasajes en un solo pago, financiando ese cargo con la tasa usual de las tarjetas, o con un crédito personal

Como era de esperar, las aerolíneas y los operadores turísticos ya pusieron el grito en el cielo, porque compromete sus planes de negocios. Muchas aéreas tenían programadas frecuencias a Buenos Aires que ahora solo serán cubiertas con los turistas que lleguen, porque los que estén en condiciones de salir serán menos.

A la pregunta de si había opciones menos irritantes, la respuesta es igual de incómoda: con la caja de herramientas que maneja el Gobierno, no. De hecho Mauricio Macri debió apelar al cepo cambiario en el final de su gestión, una decisión que habilitó luego de haber resistido el consejo de sus funcionarios (que la consideraban un mal menor al reperfilamiento de la deuda en dólares, medida que salió primero). Los mercados se ajustan por precio o por cantidad. La otra forma de limitar la demanda de divisas era corrigiendo su valor, o sea devaluando el peso. Pero ese camino tiene otras repercusiones que el equipo económico y Alberto Fernández no quieren afrontar.

Algunos dólares van a llegar. La exitosa cosecha fina, traccionada por los buenos precios del trigo y la cebada, promete acercar un flujo mayor de divisas hasta marzo próximo, justo cuando arranca la soja. Como para reforzar, el Ejecutivo se apresta a enviar al Congreso el proyecto que estimula nuevas inversiones en el sector agropecuario, con una reducción de la carga impositiva. Y desde ya, tiene como meta conseguir el entendimiento básico con el Fondo en las próximas semanas, de manera de dar una señal de tranquilidad que despeje el corto plazo. Pero todo eso no es inmediato. El dato a considerar es que el Gobierno ya no se siente contenido a tomar decisiones con costo político. Seguramente la de ayer no será la última.

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