Empresas: la fórmula para ser un vago profesional

Eliminar, Automatizar, Tercerizar, claves para trabajar. La visión del largo plazo para mejorar las tareas del día a día.

Empresas, ambiente laboral y resultados: el futuro es de los vagos


Desalineado, sudando y muy acelerado, Damián me saludó con el puño y me instó a sentarme.

Sin siquiera tomar aire, empezó a contarme todas las cotizaciones que enviaba y el tiempo (el cariño, pensé) que dedicaba a cada una. Escuché pacientemente y respondí:

-Mi tasa de aceptación de cotizaciones es de entre 15 y 17 por ciento. Cuando me di cuenta de que en cinco de cada seis casos trabajaba mucho innecesariamente, me enfoqué en indicadores que me ayudaran a estimar la probabilidad de ganar cada cliente y, así, dedicarle tiempo a los de más chances.

Si tratás a todos tus clientes como si fueran promedio, serás también para ellos promedio.

-Vos porque tenés tiempo, Leo. ¡Yo no doy más! Los procesos de cobranzas de las empresas son todos distintos y siempre pensados para pagar lo más tarde posible.

La forma en que una empresa paga a sus proveedores es un dato clave para entender su cultura.

-Sí, doy fe. Siempre digo que la recepcionista o el cadete representan mejor la cultura que lo que el CEO pregone. Y, claro, eso también se ve en el área de pago a proveedores.

La cultura se define arriba, pero se vive abajo.

-Siempre lo llevás para el lado de la cultura y el liderazgo, pero yo no veo a mis hijos hace dos semanas, no paro un segundo y mis resultados son malos. Necesito contratar a alguien que me ayude.

-¡¡¡Nooooo!!!

Mi grito gutural lo sorprendió tanto que volcó el café. En esas reacciones en cadena, que son tan lindas de ver en video, el café caliente lo hizo saltar de la silla y empujarla para atrás. Ésta, al caer, golpeó el paraguas de la señora de la mesa vecina que se abrió automáticamente.

-¡Noooo! ¡Siete años de mala suerte por abrir un paraguas bajo techo!

El grito de la señora acompañó al mío. Cada uno se horroriza por lo que quiere. Una vez que todo volvió a "la nueva normalidad", me sentí habilitado para explicarme y, de paso, responder un cabo suelto de "El futuro es de los vagos":

-La mejor forma de no despedir es no contratar.

Mientras cerraba el paraguas, la señora me miró con asco. El mozo escuchó también lo que dije y decidió que no merecía el brownie de chocolate que estaba por servirme. Damián, que me conocía, reaccionó diferente:

-Ya me lo dijiste mil veces: "Hacer lo imposible por no contratar te llevará a niveles de eficiencia superiores". Por eso no contraté a nadie más. Pero todos me exigen y nunca doy abasto. Estoy sufriendo, mi eficiencia mejoró pero no tanto y no sé qué hacer.

-Te entiendo, yo ya estuve donde estás vos ahora. Antes que nada, una salvedad: me equivoqué muchas veces al contratar. Pero justamente ese aprendizaje me forzó a buscar alternativas.

Creemos que, cuantas más personas tengamos en nuestro equipo, más potentes somos y en el siglo XXI es exactamente al revés.

-Sí, Leo, ¡pero si no contratamos no va a haber empleo!

Me descolocó un poco que, de discutir su preocupación individual, pasara de pronto a preocuparse por los demás. Pero yo sabía que así fuimos formados, para creer que contratar rápido y a mucha gente es lo correcto.

-Exacto. Genial. El empleo como lo conocemos es uno de los principales factores del "no cambio" en las organizaciones: contratos por tiempo indeterminado, personas "atornilladas" a la silla, presupuestos (promesas) basados en el pasado. En el futuro habrá mucho más trabajo -más adelante cuento un poco más- pero menos empleo. O será un empleo diferente. Pero volvamos al grano: estás tapado de cosas urgentes, tantas que no podés hacer lo importante.

-Sí. Y me recuerda a cuando mi jefe en la multinacional me decía "esto es para ayer".

"Urgente", por lo general, es solamente una opinión.

-Podríamos asociar lo urgente a "corto plazo" y lo importante a largo. Es lo mismo que cuando discutía con aquel político sobre la inversión en el sector agropecuario y él quería dedicar ese dinero a comprar alimentos. "La gente no tiene qué comer", me decía. Claro, porque no hicimos las inversiones que teníamos que haber hecho mucho tiempo atrás.

Todo corto plazo es un largo plazo al que llegamos tarde.

En otras palabras:

Las urgencias y el corto plazo, para el líder del siglo XXI, son una trampa para no hacer lo importante: mirar el largo plazo.

Damián, cansado (tal vez como el paciente lector) de escucharme repetir lo mismo de diferentes maneras, me dijo que no podía resolverlo. Y yo, que estaba en "modo aforismo", respondí lacónicamente:

-Cuanto más difícil sea enfocarse en el largo plazo, más valioso será.

Hice un poco de silencio. Como para que decantara. O, tal vez, para descansar. Pero luego, no me aguanté.

-Damián, lo urgente se agenda solo. El corto plazo está siempre presente. Así viven los animales, así era el cromagnon cuando comía ese mamut. Tenemos que meter lo importante como una cuña, con decisión y casi a cualquier costo. Si tu día parece más corto que el de los demás, tendrás que encontrar la hora 25.

-Ok, encuentro esa hora para el largo plazo. ¿Qué hago?

-Eliminar, Automatizar, Tercerizar. EAT. Una y otra vez. Al principio será más obvio: eso que venís posponiendo probablemente sea lo que comienza con "debería" o "habría que". Pero, con el tiempo, mi consejo es usar la lógica de esta fórmula:

-Antes de que te quejes y me digas que es difícil, te aviso que es un modelo, una simplificación. No hace falta que la entiendas a la perfección; sólo conceptualmente. Y el tiempo que estás dedicando al tema es una inversión de largo plazo, ¡así que ya sos más rico! Lo más importante de la fórmula: automatizar o delegar es una inversión (la T de la izquierda) que debe ser comparada con su "flujo de fondos" futuro (ti), o, más bien, su ahorro de tiempo futuro. Es igual que un bono, un préstamo o cualquier otra inversión. La "tasa de interés" (i) representa cuánto valorás tu tiempo de hoy y el del futuro. Si nunca tercerizás ni automatizás, es muy alta. Algo así como el "vive el presente" de la autoayuda. Si siempre lo hacés, tiende a cero. Escuché de programadores que, si algo les toma más de 15 minutos, lo tratan de automatizar.

-Esperá, esperá, esperá -me interrumpió Damián. Si automatizan, están viviendo el presente, toman una cerveza, fuman algo que era ilegal en mi época, juegan a un videojuego o se entretienen comprando y vendiendo acciones. ¡Los programadores viven el presente!

-Tenemos que aprender -me incluyo- a no tener esos prejuicios... Pero entiendo lo que decís. Una vez que automatizás, podés dejar entrar al gurú de la autoayuda que te dice viví el presente, pero no antes. Porque, si no, caés en esa conducta animal de correr detrás de las urgencias. Es un ciclo: para vivir el presente: tenés que pensar en el futuro y generar mejoras.

-Creo que entiendo...

Damián hacía esfuerzos visibles por no mirar el celular, que no dejaba de hacer ruiditos y cambiar de color. "No seas celoso", pensé; y seguí.

-La "V" es cuánto tiempo de vida laboral (o de esa tarea) estimás tener por delante.

-¿Y la "P" qué es?

-La "P" representa todos los factores emocionales: el costo de tener algo pendiente todos los días (te lleva a automatizar), el miedo de que automatizar traiga consecuencias negativas como perder el empleo (te lleva a aferrarte a las tareas), la probabilidad de que automatices mal y tengas que volver atrás, y así...

-Ok, ¿y la versión simple de la fórmula?

-Ante la más mínima duda, conviene automatizar siempre -seguía en modo aforismo. Y lo más interesante es que automatizar es cada vez más simple, por lo que esa "T" irá bajando y la frase anterior seguirá siendo verdad.

-¿Hacés eso, Leo?

-Sí, cada vez que lo tengo presente. De hecho, podés ver las herramientas que uso. ¡Todavía estoy deseando que alguien automatice el pago de mis impuestos! O lo elimine...

79.999 horas automatizando

Apliquemos esto a la vida laboral entera de Martín, nuestro personaje de la primera parte, y a la de Osvaldo, viejo conocido de la casa, supervisor de call center "del siglo XX" con más apariciones que Troy McClure (quienes quieran repasar sus andanzas, pueden hacerlo en "Basta de esperar por la nueva normalidad", en "Elige tu propia desventura - parte 2" y en "Diez lecciones de liderazgo de este bendito 2020").

Si suponemos que ambos habrán trabajado entre los 20 y los 60 años, todos los días hábiles (250 por año) durante 8 horas en promedio llegamos a un número mágico: 80.000 horas de aporte de valor al mundo. Sí, ya sé, también 80.000 horas de esfuerzo para tener con qué comer.

Siempre podemos cambiar el punto de vista y elegir la actitud que tendremos.

Si el estimado lector quiere ver por sus propios ojos los cálculos o hacer una copia para jugar al "Automatizador del Presente", puede aprovechar esta simple planilla de cálculo.

Simplificando muchísimo más, supongamos que ambos harán lo mismo toda su vida. Algo normal hasta el siglo XX, casi imposible de ahora en más.

La reinvención no es más una opción; mejor que sea un hábito.

¿Qué impacto puede tener para Martín automatizar algo que le ahorre el 1% de su tiempo? Fácil, si lo hace al comienzo de su primer día de trabajo, 800 horas de ahorro a lo largo de toda su vida. ¿Cuánto está dispuesto a invertir? A esa "ganancia" debemos restarle cuánto más valora el tiempo presente que el futuro (representado por i en la fórmula) y todos los factores emocionales de "P". Colocando en la fórmula los 40 años (V) en los que va a ahorrar tiempo (sí, ya sé que es una simplificación), las 20 horas anuales (tn) que ahorrará, asumiendo una tasa del 5% (i), que depende de la personalidad y momento de vida Martín, y eliminando "P" para simplificar más, resolvemos y llegamos a que hasta 343 horas de inversión (T) vale la pena para automatizar esto.

Por su parte, Osvaldo, con 59 años, ¿qué pensará automatizar? Tiene solo un año para "disfrutar" de los beneficios de la automatización y, de sus 80.000 horas, ya trabajó 78.000 sin automatizar nada. Lo que podrá ahorrar si automatiza es veinte horas en el año. Siendo tan corto el plazo ni es importante descontar con la misma tasa de interés porque nos da apenas arriba de 19 horas. Mientras Martín puede dedicarse dos meses a automatizar (42,89 días de 8 horas), Osvaldo apenas más de dos días (19 horas dividido 8 da 2,38). Además, Osvaldo tiene mucho más que perder si sale mal (¿te gustaría fallar en lo último que intentaste en tu carrera laboral?), por lo que "P" es seguramente más relevante, haciendo la automatización menos rentable.

Lo que sí, le recomendaría que nunca pierda la Humildad, Generosidad, Tolerancia y Paciencia. Sobre todo con los que anden por ahí automatizando.

Cuanto mayores seamos, menos incentivos a automatizar tendremos.

Por lo tanto, mi consejo es empezar cuanto antes. La automatización es un hecho frente al cual tenés dos opciones: adelantarte o no.

Si tenés miedo a perder tu empleo por automatizar, lo perderás porque otro automatizó.

¿Por qué estoy tranquilo con la automatización?

El lavarropas, ¿redujo el empleo? Todo lo contrario: lo aumentó. Había trabajo no remunerado (la persona que lavaba a mano en una familia, por ejemplo), que se convirtió en empleo remunerado (el ingeniero que diseñó la máquina, el operario que la fabricó, el repartidor que la entregó). A nivel macro aumentó el empleo formal. Mejoró el mundo. ¿Nadie perdió? Sí, perdió el fabricante de esas tablas para frotar la ropa y perdieron las lavanderas profesionales, por ejemplo. Esto sucederá una y otra vez: reemplazaremos algunas tareas no remuneradas o mal remuneradas (el ascensorista, para dar otro ejemplo) por otras mejor pagas.

El único desafío es tener el hábito de reinventarse para ser capaz de fluir con los cambios. Sí, claro, sería genial que fuera el Estado quien lo resolviera; pero, conociendo a los políticos, recomiendo hacernos cargo individualmente.

-Pero, Leo, las lavanderas sufrieron, el ascensorista sufrió y a eso se suma toda la gente que hoy no tiene empleo. ¿No te da cargo de conciencia lo que estás proponiendo?

-¿Querés mejorar el mundo? Empezá por entender que hoy no se puede resolver nada. Seguí por imaginar el futuro sin cambios. Y luego, actuá para que ese futuro sea mejor.

Somos mucho más potentes de lo que creemos en el largo plazo y mucho menos en el corto.

Alguna vez le escuché decir a Jeff Bezos, futuro ex-CEO de Amazon, que si alguien quiere eliminar el hambre en el mundo mañana, no lo va a poder hacer. Pero si se propone hacerlo en diez años, es totalmente factible. La verdad, creo que nadie quiere de verdad.

PD: Desde hace años vengo planeando un artículo entero sobre lo valiosas que son las matemáticas para los negocios y lo mal que me las han enseñado. En este caso me parece importante presentar la fórmula (que, como todo modelo, puede mejorarse) porque el mundo seguirá cambiando mucho. Por ejemplo: la expectativa de vida crece (¿40 años de trabajo solamente?) y la cantidad de horas varía (¿8 horas al día? ¿Y si te encanta tu trabajo? ¿O si querés pasar más tiempo libre?), entonces los valores de la fórmula tienden a cambiar.

Cuanto más difícil sea, más valioso será.

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