Liderazgo tóxico: qué hacer con el ego y los abusos de poder en la oficina

El home office y el teletrabajo extendido por la cuarentena en la Argentina revelan los desafíos del nuevo liderazgo a distancia. Y dejan en evidencia cuántos son meros jefes que basan su autoridad sólo en su jerarquía en el organigrama

El ego es, en esencia, la parte central de la conciencia humana encargada de dar el sentido de sí mismo. Sin embargo, en lo cotidiano, el ego puede desviarse hacia un exceso de valoración que se traduce en soberbia y narcisismo. Allí surge la distinción de ego malo, característico de la persona egocéntrica: desde su perspectiva, los demás, el entorno y toda interacción son apenas satélites en favor de su propio beneficio. Son personas narcisistas, con tendencia a vanagloriarse y sentirse superiores a los otros.

Este comportamiento de exceso de autoestima se vuelve adictivo. La persona empieza a perder perspectiva de sí y de los demás, producido por querer demostrar qué tan valioso se es, afirmar que siempre tiene razón, y también que los demás lo validen.

   

Esta tendencia suele aparecer en personas que, en el fondo, son sumamente inseguras, que quieren demostrar(se) algo que sienten que no son: más inteligentes, creativos o sencillamente superiores al resto. Por eso hablan siempre de ellos, desprecian a los demás -excepto a los que pueden utilizar para sus fines, cuyos méritos nunca reconocen-, y desaparece un rasgo fundamental de las habilidades sociales y emocionales del nuevo liderazgo: la empatía.

No se animan a reconocer su inseguridad profunda, que los lleva a querer ser el centro de atención cueste lo que cueste. Por eso aparecen comportamientos como los celos, la envidia, el anhelo de posesión y de control sobre los demás.

Cuando alguien así se enfrenta al espejo, posiblemente sólo vea valor, coraje, determinación, firmeza, entre otros atributos considerados positivos en la vieja definición de liderazgo. Paradójicamente, para convertirse en un líder de la nueva generación necesitará entrenar su inteligencia emocional. No muchos estarán dispuestos a ese ejercicio, porque descubrirán que su impostura dañó a su colaboradores.

   

Es imposible eliminar al ego o aniquilarlo, como si fuese un enemigo que combatir. Pero sí es posible equilibrarlo, aprender a convivir con esa parte indisoluble de nuestro ser y saber que a veces son los rasgos de la personalidad los que se manifiestan en forma constructiva o no.

El ego forma parte de la estructura psíquica interna, así que no es posible extirparlo como si fuese un órgano. Sí se puede aprender a gestionarlo y modificar aspectos a través de la conducta y los hábitos. Aquí aparece el llamado ego bueno, aquel que eleva, motiva, impulsa y que de alguna forma permite expandir el potencial de una persona. Su base y clave es la humildad.

Una persona que logra ser empática, que se conecta con los demás y le interesa genuinamente lo que sienten y viven; que interpreta la realidad pudiendo integrar distintas miradas por más que sean opuestas a las propias, y es capaz de hacer introspección y refrenar impulsos que sabe que no son para construir sino para potencialmente destruir o menoscabar a otros, tiene un ego equilibrado. El ego bueno se cultiva a través del autoconocimiento, que es el pilar fundamental del autoliderazgo.

    Liderazgo tóxico: cómo saber si soy un jefe con ego malo y abusivo  
 

 

1 - Reconocer  

La base está en reconocer la adicción al ego y a todos sus condicionamientos que, de tan repetidos, los has internalizado en forma inconsciente. Es la etapa donde empezás a reconocer que tenés muchas máscaras que te ponés para evitar sufrir o querer sentirte mejor, aunque eso sea incómodo. Parece un contrasentido, aunque no lo es.

¿Cómo lograrlo? Hacer un insight (mirar dentro tuyo) es tomar un tiempo para analizar tu nivel de bienestar interior en cada ámbito estratégico de tu vida: relaciones, productividad, trabajo, proyectos, amigos, salud, dinero, ocio. Verificá a qué ámbitos entregás la mayor parte de tu tiempo y energía. Otra forma de chequear es observar y tomar consciencia acerca de las situaciones que te disparan el egocentrismo: cuáles te dominan, te sacan de vos hasta el punto de despersonalizarte e incluso agredir. Habrá información muy valiosa si sos honesto con vos mismo y profundo. 

 

 

  2 - Despertar  

Es tomar conciencia de quién sos, sin los ornamentos del puesto ni tus vínculos ni tus posesiones. Animate a dejar caer tus máscaras. Es un momento íntimo que incluye una gran vulnerabilidad por quedar desnudo frente a tu yo auténtico. Sería natural que te produzca cierto temor inicial; pero una vez vencida esa barrera, empezarás a asumir un nuevo yo interno, más conectado, consciente y desapegado a la aprobación externa.

¿Cómo lograrlo? Algunas prácticas útiles son la meditación, el yoga, el coaching, el mindfulness, una psicoterapia de avanzada, lecturas positivas y constructivas, caminos de autoconocimiento variados y una profunda determinación en conocerte mejor y practicar para cambiar.

 

 

  3- Avanzar  

Una vez que hayas despertado, el avance estará minado de interrupciones del ego. Es su naturaleza desbocada y prepotente, adolescente de las peores formas, hará las mil y una para que vuelvas hacia atrás. El resultado en el tiempo depende directamente de tu determinación, consciencia y observación en presente, vigilancia atenta y coherencia vital. Es probable que tengas retrocesos y avances. Incluso cuando des pasos hacia adelante, el ego buscará nuevas formas de tomar su control sobre vos. La clave está en persistir.

¿Cómo lograrlo? Escuchá tu voz interna. Y cuestioná los modelos mentales que te trajeron hasta aquí, porque allí puede estar el ego agazapado.

 

 

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