La felicidad juvenil no está en el celular

Un estudio afirma que la satisfacción de vida y la autoestima de los adolescentes se desplomaron después de 2012. Los smartphones y las redes sociales pueden explicar algo de ello

La felicidad no es una aplicación que se pueda descargar en el móvil", dijo el papa Francisco durante una misa a miles de adolescentes en 2016. El mensaje no apuntaba contra la tecnología en específico, sino a cómo conseguir ese estado en la vida: "Ser grandes en el amor". Pero resulta que tecnología y felicidad están más unidas de lo que parece.

Si en la década de 1990 los celulares eran un dispositivo de lujo para adultos, solo para establecer comunicaciones importantes, hoy los smartphones, sumados a las redes sociales, son productos de "primera necesidad" para los adolescentes.

De hecho, los niños adquieren su primer celular entre los 8 y los 12 años, mientras que su ingreso a las redes sociales también es prematuro, aunque las propias compañías como Facebook, Twitter e Instagram señalan que para ser usuario hay que ser mayor de 13 años.

Más allá de estas cuestiones vinculadas a los avances tecnológicos, un nuevo estudio estadounidense afirma que los adolescentes del siglo XXI son un poco más infelices que los de finales del siglo XX.

La investigación, llamada Decreases in Psychological Well-Being Among American Adolescents After 2012 and Links to Screen Time During the Rise of Smartphone Technology, señala que esta situación podría ser consecuencia del auge de los teléfonos móviles inteligentes y de las redes sociales.

Para elaborar el estudio, los investigadores de la Universidad de California analizaron a 1 millón de estudiantes de octavo, décimo y duodécimo grado de Estados Unidos desde la década de 1990 hasta 2016.

Y, entre otros detalles, indagaron acerca de su nivel de felicidad. En este sentido, los científicos hallaron una tendencia: desde 2012, los chicos de entre 13 y 18 años se consideran cada vez más infelices. En simultáneo, su bienestar mental ha ido disminuyendo con el paso del tiempo y, en los últimos cinco años, bajó de una media del 2,06 al 2,00 sobre una escala de tres puntos.

El hecho de que esta tendencia comenzara en 2012 llevó a los investigadores a pensar que las nuevas tecnologías tienen que ver en este fenómeno, ya que el uso de smartphones y redes sociales ha ido en aumento en los últimos tiempos entre los más jóvenes. Aunque los expertos del estudio no apuntan a que los teléfonos sean la única causa de la infelicidad de los jóvenes, es cierto que se presentan como un catalizador de los malestares de la juventud.

Para llegar a esa conclusión, cada año los investigadores les preguntaron a los adolescentes sobre su felicidad en general y cómo pasan el tiempo. Aquellos que destinaban más minutos con sus amigos en persona, practicando deportes, leyendo o incluso haciendo tareas domésticas y escolares eran más felices en comparación con los que pasaban más tiempo frente a las pantallas, ya sea mirando televisión o navegando por internet, chateando, jugando o haciendo videollamadas.

En síntesis, todas las actividades que no involucraban una pantalla se relacionaron con una felicidad mayor, y todas las acciones que tenían una pantalla de por medio estuvieron vinculadas a una felicidad menor. Además, los adolescentes que pasaban más de cinco horas al día en internet tuvieron el doble de probabilidades de ser infelices que los que pasaban menos de una hora al día.

ReflexionesCon respecto a estos hallazgos, los especialistas consultados por Cromo fueron contundentes: "Las nuevas tecnologías requieren de reacomodamientos en lo social, por lo que la hipótesis del estudio me parece un tanto simplista y corta", explicó el psicólogo Gustavo Farray, especialista en temas de familia. Y prosiguió: "Los excesos en el uso de cualquier cosa pueden significar una disfunción, eso se aplica también para el comer, dormir, trabajar, consumir alcohol o drogas".

 

Con respecto a la relación con las nuevas tecnologías, es sabido que el grupo integrado por los adolescentes tiene la tendencia a utilizarlas más rápido y asumir los cambios tecnológicos con mayor velocidad, pero también se caracteriza por estar atravesando una transición vinculada a los cambios físicos y psicológicos. "Eso los vuelve especialmente sensibles a lo que pasa a su alrededor.

De ahí que estar superconectado puede suponer una maniobra de aislamiento de otros entornos, aunque estar superconectado a través de los dispositivos también puede significar estar más informado que los demás, a veces más que los propios padres. En tales casos, asimilar la realidad de un mundo sobrecontaminado, en guerra, con democracias cada vez más frágiles, es un trago demasiado amargo", se explayó Farray y continuó: "Con todo esto quiero decir que, si nos conectamos realmente con el mundo... ¿debemos manifestarnos felices o quizás algo de preocupación, bronca y tristeza puedan ser parte de estar sanos en un mundo enfermo?".

Por su parte, Roxana Morduchowicz, que es doctora en comunicación y especialista en culturas juveniles, y autora de varios libros, tales como el recientemente lanzado Ruidos en la web, cómo se informan los adolescentes en la era digital, señaló que en el caso de que los adolescentes se sientan infelices esto no es algo que pueda ser atribuido al uso de la tecnología, porque no hay una relación lineal causa-efecto entre una tecnología y el comportamiento, del mismo modo que cree que no hay relación entre el nivel de violencia del adolescente y los videojuegos o programas de televisión que consuma de forma cotidiana.

"No creo en el poder omnipotente de las pantallas en general sobre el comportamiento de las personas, ya que el problema no es qué hacen las tecnologías con los chicos, sino, por el contrario, qué hacen los chicos con las tecnologías", afirmó.

La experta recomienda el uso de la tecnología, ya que es una herramienta muy importante para realizar muchas actividades cotidianas de una manera más rica y porque la vida está atravesada por las pantallas y por internet, ya sea para aprender, informarse, entretenerse y relacionarse con otros. "Lo importante es diversificar los bienes culturales con los que está en contacto el adolescente; de esta forma, las pantallas no deberían monopolizar el tiempo libre de los chicos", agregó.

Dados los datos del estudio y la voz de los expertos consultados, la conclusión es simple: no es necesario que los adolescentes renuncien por completo a la tecnología, de hecho, utilizarla es positivo para sus vidas. El secreto radica en hacerlo en su justa medida.

Consumo adolescenteLos usuarios de la generación Z, es decir, aquellos nacidos a partir de 1995, pasaron un promedio de 250 minutos diarios en sus dispositivos móviles en 2017. Para tener una referencia, los millennials, que conforman el grupo etario de personas nacidas entre 1980 y 1994, pasaron, en promedio, unos 223 minutos diarios utilizando sus smartphones, según datos relevados por la consultora Statista. El informe también indica que mientras los chicos de la generación Z acceden mayormente a internet desde smartphones y tabletas; los millennials lo hacen, mayormente, desde computadoras, ya sean notebooks o de escritorio
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