Inflación vs. Reflación: no son tiempos de ortodoxia monetaria

Nada de esta crisis es estándar, los extremos a los que nos ha conducido implica que se hace necesario analizarla con una visión mucho más amplia reconociendo que al andar, Powell hoy al igual que Bernanke en 2008, está escribiendo un nuevo y peligrosísimo capítulo en política monetaria la cual ha alcanzado niveles históricos en su escala y en su formidable capacidad de distorsión. En esta coyuntura impensada sólo meses atrás se hace necesario analizar los costos potenciales de tanta liviandad monetaria muy lejos de sus impactos tradicionales.

Cuando se habla de emisión monetaria lo que primero surge a nivel conceptual es lo relativo a la inflación tradicional de activos reales entendida como el aumento sostenido y generalizado del nivel de precios (el argumento estándar de la ultra-conocida teoría cuantitativa del dinero). Sin embargo, y a pesar de la última suba en los breakevens de USA, la inflación en dicho país es relativamente baja y muy dentro de la zona de confort de la Fed en torno al 2%/2.5% y a pesar del aparente “relajamiento anunciado por la Fed días atrás en Jackson Hole. Este aparente proceso de “no inflación norteamericana es evidente a pesar de que el planeta entero padeció y padecerá seguramente de inflación tradicional originada vía los tres QEs de Bernanke desde el 2008 y el flamante y gigantesco QE4 de Powell en 2020, especialmente para los países emergentes en donde la inflación de USA probablemente se filtraría vía rally de commodities con un repunte potencial en el primer semestre del 2021 de la mano de un salto en el nivel de actividad de la economía China. Lo que preocupaba a Greenspan y a Bernanke y seguramente al mismísimo Jerome Powell es el efecto no tradicional de la emisión o sea, la inflación de activos financieros concepto directamente relacionado al de burbujas. A pesar de que resulte en un experimento monetario estable, todo parecería indicar que en el mercado de équity tecnológico estamos frente a la burbuja exuberante más enorme de todas creada intencionalmente por la Reserva Federal con su QE4 y con todos los efectos riqueza que dicha actitud intenta promover.

Resulta evidente que el principal riesgo de tanto QE no reside en sus consecuencias inflacionarias tradicionales sino en los efectos de la eventual implosión de las “n burbujas que tanta emisión distorsiva probablemente esté ocasionando aun cuando todavía y quizá por mucho más tiempo la Reserva Federal se muestre indiferente a dichas consecuencias dado que la prioridad es intentar reflacionar de los impactos de la pandemia a la mayor velocidad posible. Los tiempos heterodoxos que vivimos en materia de política monetaria  y que se vienen inaugurando desde el 2008 nos obligan a definir una clara diferencia entre inflación y reflación. Mientras la primera se relaciona a la suba de precios en bienes reales, la segunda estrictamente se correlaciona al alza de precios de activos financieros. No caben dudas que desde el inicio de esta crisis la estrategia de Powell fue la de reflacionar a los mercados financieros del mundo entero con un Nasdaq y un S&P que desde su mínimo de marzo 2020 actualmente exhiben un nivel que supera toda imaginación posible. Hasta el Dow, el índice que mayor representación tiene sobre sectores tradicionales de la economía en USA y por lo tanto, el más dañado, se anima ya a estar cerca del retorno positivo en el año.

Desde el 2008 que la Reserva Federal viene haciendo esta clase de política monetaria heterodoxa, estrategia que por motivos de la suma gravedad de la pandemia ha alcanzado actualmente niveles bíblicos en velocidad de emisión y tamaño. Desde marzo de este año la Reserva Federal emitió casi lo mismo de todo lo hecho entre 2008 y 2014, lo cual describe la fenomenal agresividad de su política monetaria en este tiempo. El análisis y predicción de lo que este entorno pueda representar a futuro debe hacerse con una óptica que escapa por completo al análisis de política monetaria tradicional. En un enfoque tradicional uno diría que con tanto emitir desde la Reserva Federal la principal preocupación a futuro sería la de instaurar un espiral inflacionario en Estados Unidos y por carácter transitivo en el mundo entero. A la vez, es sumamente probable que la Fed con su accionar exporte en los próximos años dos cosas al resto del mundo: a) desempleo (pregúntenle a Europa o Japón en la crisis anterior) e b) inflación (pregúntenle a cualquier economía exportadora de commodities en la crisis anterior).

La coyuntural debilidad de la economía norteamericana y su tendencia cortoplacista hacia a un bache deflacionario hacen que su core-CPI siga muy tranquilo en una tasa anual alrededor del 2%/2.5%. Desde el punto de vista de la Fed y a pesar de la suba reciente en los breakevens (instrumentos que miden inflación esperada en USA), la inflación lejos parecería ser un problema evidente e inmediato. El tiempo dirá si los impactos de tanto QE terminarán desestabilizando al sistema por un rebrote inflacionario en su versión tradicional, pero siempre atentos con lo no tradicional. Toda la estrategia reflacionaria de la Fed reside en un concepto: que el mundo entero siga aceptando al dólar como unidad de ahorro y no parecería que dicho estándar pueda ser amenazado por ninguna otra moneda en la actualidad, incluida las cryptos y el oro. De esta forma, la Fed cuenta casi con un cheque en blanco para seguir inflacionando precios de activos y distorsionar cuanto mercado de valor exista en el mundo. Suena a locura pero puede ser perversamente estable porque la inestabilidad no le conviene a nadie. Seguir jugando al “rey desnudo es la estrategia óptima que alimenta un equilibrio de Nash cooperativo, lo cual es altamente improbable en economía.

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